El ‘chico de Queens’ busca votos fuera de la ciudad
Un recorrido por los barrios donde creció Donald Trump ayuda a entender el controvertido estilo de su campaña
La vida del chico de Queens se puede recorrer con la línea F de metro. Donald Trump es el candidato con más lazos directos con Nueva York. Y no solo por los opulentos edificios que lucen su nombre en letras mayúsculas de bronce por todo Manhattan. El empresario nació, creció, estudió y se hizo rico en la ciudad de los rascacielos. Por eso que se proclama con la autoridad suficiente para defender sus valores. Pero pese a ser un verdadero new yorker, sus vecinos le rechazan y se ve forzado a buscar los votos en la América profunda, donde cala mejor su mensaje.
Este jueves, mientras los demócratas celebren su debate a cinco días de las primarias, el contendiente republicano participará en un evento del partido de recaudación de fondos en el hotel Grant Hyatt. Ahí es donde empezó a construir su nombre hace cuatro décadas. El movimiento Stop Trump Coalition tiene convocada una protesta para evitar que el aspirante a la Casa Blanca “disperse su mensaje de odio”. Ted Cruz y John Kasich tienen prevista su asistencia a la gala.
Los que realmente conocen al controvertido Donald Trump dicen que para entenderlo es importante mirar más allá del East River. Su vida podría recorrerse en metro, empezando por el barrio acomodado de Jamaica Estates, a media hora de Manhattan. Hay una estación terminal de la línea F que da a su calle. A menos de cinco minutos andando está el 85-15 Wareham Place, una casa colonial construida por su padre, Fred, en la que creció junto a sus cuatro hermanos.
De camino a la escuela
La calle está dominada por viejos robles. Nada que ver con el ruido que acompaña al “chico de Queens”. Ahí es donde empezó a echar sus raíces. Su carácter contrasta con la apariencia refinada y educada de las viejas fortunas que viven en los edificios que se alzan en el entorno de Central Park. La familia tenía cocinero y chófer, así que no necesitaba bajar a los túneles para ir a la escuela privada de Kew-Forest, en Forest Hills, situada a solo cinco paradas de metro desde su casa.
Trump era un alborotador ya de niño, sobrado de confianza, hasta el punto de retar a los profesores. Los padres, preocupados con su conducta, lo mandaron a la Academia Militar. Tras ser disciplinado se matriculó en la Fordham University en el Bronx.
El tercer alto de la gira, en el Bronx, está en la acera apuesta del Jardín Botánico. Lleva más de una hora llegar hasta ahí desde Queens. Pero el enlace es fácil, porque línea metro F conecta justo con la B y la D al entrar en Manhattan.
En el interior de los vagones la demografía cambia de apariencia y color en cada parada del trayecto. En pleno trajín, un mendigo tuerto del ojo derecho interrumpe la rutina mientras su perro le hace de guía. “Los políticos hablan mucho y no hacen nada por los desvalidos”, protesta amplificando su voz con un pequeño altavoz que lleva colgado al hombro. Al otro extremo, un joven espera a que salga para tocar la guitarra.
Ruta hacia el sur
El padre de Trump era muy estricto con sus hijos y los puso a trabajar en los proyectos de viviendas que construía por Queens y Brooklyn para los vecinos de clase obrera. Fred Trump tenía las oficinas en la Avenida Z, en Coney Island. Es la otra cabecera de la línea naranja. Como en el barrio que le vio crecer, no hay ni una sola pancarta mostrando su apoyo por el magnate. En el paseo marítimo el socialista Bernie Sanders congregó hace unos días a centenares de simpatizantes para denunciar los excesos de los ricos.
Trump y Sanders, en realidad, tienen bastantes cosas en común. Los dos consideran que el sistema por el que se elige al candidato a las presidenciales está “corrupto”. “Me quieren robar la nominación”, denuncia el empresario. También abanderan la batalla contra los excesos de Wall Street, cuestionan el patriotismo de las multinacionales por las tácticas fiscales para evitar el pago de impuestos y critican los pactos comerciales porque consideran destruyen empleo.
En solitario
Donald Trump, que estudió finanzas por la prestigiosa escuela de finanzas de Wharton, quiso ser siempre más que su padre. Del patriarca aprendió como negociar. Pero su aspiración era construir y vender viviendas a los más ricos de Nueva York. En la línea F, de vuelta desde Coney Island hasta Bryant Park, está la quinta parada de la ruta: el hotel Grand Hyatt, en Grand Central. La transformación del antiguo hotel Commodore fue el primer gran proyecto en solitario del magnate.
El magnate inició su propio camino en 1983, cinco años después de comprar el Hyatt. Es cuando se inauguró la Trump Tower, la primera creación inmobiliaria del magnate. El rascacielos de cristal oscuro está situado en el 721 de la Quinta Avenida y en su día fue el edificio residencial más alto en Manhattan. Es la punta de lanza de su imperio. Ahí es donde vive con su esposa, Melania, en una residencia de tres pisos con un diseño inspirado en el Palacio de Versalles.
Favorito indiscutible
Donald Trump afronta las primarias de Nueva York con una sólida ventaja de 23 puntos sobre John Kasich. Las últimas encuestas muestran que cuenta con el apoyo del 54% de los electores registrados, frente al 21% del gobernador de Ohio. Ted Cruz, concentrado más en los estados del medio Oeste, va a regazo con el 18%. Eso, en principio, debería servirle para que su campaña gane ímpetu. La cuestión está en ver si lo hace con el margen para asegurarse pronto la nominación.
La fuerza de Trump no está, en todo caso, en la gran ciudad que lo hizo célebre, sino en localidades como Rome, donde el pasado martes por la tarde llenó hasta la bandera el hangar de su aeropuerto. Unos días antes abarrotó un estadio en Albany, la capital del Estado de Nueva York, con simpatizantes blancos por lo general adultos, que gritaban 'USA, USA, USA' para anular a los espontáneos que increpaban al candidato. Venía de hacer un lleno absoluto en Long Island.
Nueva York, de hecho, sería más una prueba de cara a las presidenciales si se alza finalmente con la nominación en Cleveland. El alcalde Bill de Blasio no tiene ninguna simpatía por Donald Trump, al que considera literalmente como un diablo por su retórica xenófoba y racista, y por eso estos días pide el voto para Hillary Clinton, para pararle los pies antes de que llegue a la Casa Blanca. "Nunca Trump", proclama el rotativo local 'The Daily News'. El republicano responde que es más auténtico que la demócrata.
Los masivos eventos de campaña muestran, sin embargo, dónde está su gran vulnerabilidad. El que fuera patrón del concurso de belleza Miss Universo tiene una gran dificultad para atraer mujeres hacia su campo. Las encuestas revelan que el 70% de las casadas tienen una visión negativa del empresario convertido a político y el 60% considera que su lenguaje hacia ellas es ofensivo, vergonzoso e inaceptable. Las analistas dicen que no podrá ganar sin ellas en un hipotético enfrentamiento con Clinton.
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