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Arabia Saudí quita poder a la policía religiosa y desata la euforia juvenil

Las redes sociales celebran el fin del Comité para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio

Ángeles Espinosa
Erdogan recibe este miércoles al rey saudí Salman en Ankara.
Erdogan recibe este miércoles al rey saudí Salman en Ankara.Burhan Ozbilici (AP)

El Gobierno de Arabia Saudí se ha decidido finalmente a poner coto a la policía religiosa, el Comité para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio. De acuerdo con un nuevo reglamento que publica en su web el diario Al Riyadh, el controvertido cuerpo de fanáticos (conocido popularmente como Haia) va a ver reducidas de forma sustancial sus prerrogativas, y no podrá actuar contra los presuntos ofensores de la moral sin la intervención de la policía. La noticia, tras las crecientes quejas de los saudíes sobre la brutalidad y falta de consideración de sus miembros, ha causado furor en las redes sociales.

“Felicidades”, “estoy feliz”, “la voz de la razón y la sabiduría”, “ahora podremos llevar una vida normal”… La mayoría de los comentarios que desde que se conociera la noticia anoche inundan Twitter (donde la etiqueta en árabe #organizadoeltrabajodelComité ha llegado a ser tendencia mundial, apenas por debajo del partido del Real Madrid), Facebook y otros foros, son favorables.

Los saudíes, que con el 64 % de sus 20 millones de habitantes menores de 30 años están entre los mayores usuarios de redes sociales, han interpretado las nuevas regulaciones como una retirada de la autoridad a la policía religiosa.

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“Les han quitado todas las competencias que les otorgaban autoridad: no pueden detener, ni interrogar, ni tampoco perseguir”, anuncia jubiloso a EL PAÍS Aziz, un joven estudiante de máster, que celebra al anuncio como algo “histórico”. “Se limita su trabajo a predicar. Lo único que queda de este cuerpo es su nombre”, concluye.

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Esos vigilantes de la moral rondaban calles, centros comerciales y otros lugares públicos para asegurar el cumplimiento de la estricta segregación de sexos, que las mujeres no conduzcan, que no se vendan ni consuman bebidas alcohólicas, o se exhiban signos de otra religión que no sea el islam, incluidas las tarjetas de felicitación navideñas o de San Valentín. No van a dejar de hacerlo, pero ahora se les exige que lo hagan de forma “amable y humana”.

Según el texto del decreto difundido por Al Riyadh, los miembros del comité solo tendrán a partir de ahora un cometido de observación y, en caso de presenciar alguna violación de los códigos morales impuestos por las autoridades religiosas, deberán referirlos a la policía en lugar de actuar directamente contra los transgresores como hacían hasta ahora. La nueva normativa establece que solo la policía y las unidades antidroga están autorizadas a proceder contra los infractores, pedirles que se identifiquen, perseguirlos, interrogarlos o detenerlos.

El poder que hasta ahora disfrutaba el Comité era fruto del pacto que el rey Abdelaziz, fundador del moderno Estado saudí, selló a principios del siglo XX con los Ijuán (literalmente, Hermanos, seguidores de la interpretación del islam difundida dos siglos antes por el ultraortodoxo Mohamed Abdel Wahhab, y sin relación con los Hermanos Musulmanes que luego surgieron en Egipto). Esa alianza le permitió recuperar Riad de manos de sus rivales y extender sus dominios a la región costera occidental, el Hiyaz, donde se encuentran los lugares santos de La Meca y Medina. Desde entonces los Al Saud han fiado su legitimidad al apoyo del estamento religioso, lo que ha frenado su capacidad de reformas para encajar las aspiraciones de la población.

El comportamiento de los mutawa, los miembros de ese cuerpo encargado de aplicar la estricta versión saudí de la ley islámica, lleva años levantando ampollas entre los habitantes del Reino del Desierto, especialmente entre las mujeres, su objetivo preferido. La brutalidad de algunas de sus acciones ha hecho que muchos saudíes y residentes extranjeros les temieran. Las autoridades ya intentaron reformar el comité a raíz de la muerte abrasadas de 15 niñas en La Meca, a las que los celosos vigilantes de la moral impidieron salir de un colegio en llamas en 2002 porque no llevaban los preceptivos pañuelos. Pero los cambios fueron meramente cosméticos.

Más recientemente, la generalización de Internet y los móviles ha permitido documentar y difundir los abusos que resultan del despiadado y duro enfoque del Comité hacia la aplicación de la ley. Sus excesos llegan a exigir a las jóvenes que se cubran la cara y las manos, un requerimiento que no está en ninguna ley saudí, dentro de un centro comercial. El año pasado, un joven murió al caer del tejado de un edificio cuando era perseguido por los mutawa en Qasim, en el centro del país.

Sin embargo, no faltan tampoco quienes han salido a defender al Comité. Un tuitero identificado como @greb17777 considera que la medida afecta a “la lucha contra la corrupción” y expresa su temor a que los jóvenes queden expuestos “a quienes intentan difundir la inmoralidad”. En la misma línea, ‏@m_bsher manifiesta que, como resultado, “vamos a ver la extensión del mal”. Otros, como @ahmed5629, defienden que los vigilantes “han existido desde tiempos del Profeta” y que su presencia evita que “cunda la inmoralidad”.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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