Arabia Saudí busca salir de Yemen en medio de un gran vacío de poder
La intervención militar ha logrado frenar a los rebeldes Huthi, pero ha permitido el avance de Al Qaeda
A punto de cumplirse un año de la intervención militar liderada por Arabia Saudí en Yemen, el relativo éxito de Riad en frenar a los rebeldes Huthi y sus aliados se ve eclipsado por el avance de Al Qaeda y el Estado Islámico en las regiones teóricamente liberadas. La falta de proyecto común de las distintas facciones anti-Huthi, apenas agrupadas por el dinero saudí, ha creado un vacío de poder que amenaza la estabilidad de toda la península Arábiga. El reino y sus socios de coalición están buscando una estrategia de salida para cerrar la controvertida campaña en el país más pobre del mundo árabe. El martes, los bombardeos causaran 119 muertos, la mayoría civiles,en un mercado de la provincia de Hajja, al norte de Yemen. Ban condenó con firmeza ese ataque, que calificó como “el más mortífero desde el inicio del conflicto”. Según el alto comisionado de la ONU para los derechos humanos, Zeid Raad al Husein, los bombardeos de la coalición árabe “parecen haber causado el doble” de muertes que el resto de las fuerzas en combate.
“Las capacidades militares de los Huthi y de las fuerzas leales a[l expresidente Ali Abdalá] Saleh se han reducido y sus pérdidas humanas son enormes; también se han marginado los lazos iraníes”, afirma Mustapha Noman, exviceministro yemení de Exteriores ahora en el exilio. La obsesión saudí con la influencia de Irán en Yemen fue sin duda clave en la decisión de intervenir para restaurar en la presidencia al escasamente popular Abdrabbo Mansur Hadi, a quien los rebeldes habían apartado del poder.
“Ha habido un relativo éxito en cuanto a frenar a los Huthi; en lo militar están perdiendo terreno en Taiz y en el centro del país. Pero ha costado mucho más de lo que incluso los más entusiastas esperaban”, declara por su parte Adam Baron, investigador del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR, en sus siglas en inglés).
Este experto en Yemen, donde vivió entre 2011 y 2014, subraya que Saná, la capital, y la región entre esta y la frontera saudí, “aún siguen bajo firme control de los Huthi”. Más preocupante le parece no obstante que “el caos que se ha instalado en las zonas de donde les han echado”, como por ejemplo en Adén, cuya liberación se anunció hace seis meses y ahora hay una operación contra Al Qaeda en marcha. Lo mismo sucede con la mayoría de las provincias del sur del país y la casi totalidad de la franja costera.
Emergencia humanitaria
El 82% de los 26,5 millones de yemeníes necesita ayuda humanitaria; 14,4 millones no logran cubrir sus necesidades alimenticias; 19,4 millones carecen agua potable y saneamiento (la mitad de ellos debido a la guerra) y 14,1 millones no disponen de asistencia sanitaria, según datos de la ONU.
Durante este año de conflicto, cerca de 600 centros de salud han cerrado debido a daños causados por los combates, la falta de material médico básico o la insuficiencia de personal sanitario. Un tercio de ellos facilitaban tratamiento para la malnutrición aguda, lo que ha dejado a numerosos niños sin ese apoyo clave. El resto de las instalaciones médicas operan muy por debajo de su capacidad por las mismas razones.
Además, 1,8 millones de escolares se han quedado sin colegio desde que empezó la intervención militar en marzo del año pasado, lo que casi ha duplicado el número de niños sin escolarizar hasta los 3,4 millones. A enero de este año, 1.170 escuelas estaban fuera de uso por haber resultado destruidas, albergar a desplazados internos o estar ocupadas por grupos armados.
“Han logrado echar a los Huthi, pero no hay una fuerza del Estado que los sustituya. El mayor peligro para Yemen y para toda la península Arábiga es el vacío de poder”, resume Baron convencido de que el país “está peor que hace un año”.
Es una opinión que confirman los datos. No solo la inseguridad se ha generalizado, los bombardeos y los combates han destruido centrales eléctricas, fábricas, hospitales y escuelas, dejando a la población extremadamente vulnerable. Según estimaciones del Ministerio de Planificación yemení, el producto interior bruto (PIB) per cápita (que ya era el más bajo del mundo árabe) cayó un 35 % el año pasado hasta quedar en 320 dólares.
“Miren a Siria, miren a Yemen. La idea de que hay un ganador en estos conflictos ha perdido cualquier sentido. Todos están perdiendo y las mayores víctimas son las poblaciones civiles”, declaraba el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, durante una reciente visita a Omán.
Según la ONU, el conflicto de Yemen ha dejado por lo menos 6.200 muertos, la mitad de ellos civiles, desde que la coalición liderada por Arabia Saudí inició su intervención el 26 de marzo de 2015. Al menos 2,7 millones se han visto obligados a abandonar sus hogares y se encuentran desplazados dentro de Yemen o en los países vecinos. Aun así, apenas llegan refugiados hasta Europa, lo que también les ha restado visibilidad.
“La situación geográfica es un obstáculo para que los yemeníes abandonen su país; las fronteras más cercanas son la saudí o, a través del mar, África”, constata Noman.
El peligro es evidente. Los rebeldes respondieron a los bombardeos aéreos de la coalición con ataques en la frontera saudí que han causado cerca de un centenar de muertos dentro del reino. Significativamente, una tregua alcanzada a mediados de marzo a través de la mediación de líderes tribales en la zona (y el paralelo intercambio de prisioneros) ha sido la primera señal de que Riad está buscando la forma de poner fin a una guerra que nunca pensó que fuera a prolongarse tanto.
“Es un buen signo; supone un tremendo ejercicio de confianza por ambas partes, pero hace falta avanzar en la vía política”, señala Baron convencido de que “todas las partes quieren acabar el conflicto”. En su opinión, Estados Unidos y la UE han aumentado su presión sobre Riad porque les preocupa el avance de Al Qaeda; los Huthi y Saleh están al límite; la coalición teme los riesgos para la península, y los yemeníes ven cómo su país se está cayendo a pedazos.
Todos los observadores coinciden en la necesidad de una salida política. Pero tal como constató hace unas semanas el mediador de la ONU, Ismail Ould Cheikh Ahmed, las “profundas divisiones” entre las partes aún impiden celebrar negociaciones de paz. No obstante, el embajador saudí ante la ONU, Abdalá al Muallimi, ha confirmado el hasta ahora rumor de que dos representantes de los rebeldes han participado en una reciente tentativa en ese sentido dentro del reino.
“Desde mi punto de vista, los Huthi tienen que comprometerse a no atacar la frontera saudí para que el proceso pueda ir adelante. Entonces, debe convocarse una conferencia de reconciliación nacional, al estilo del Acuerdo de Taif que puso fin a la guerra civil libanesa [en 1989]”, sugiere Noman. “Por supuesto, hay que corregir los errores que acompañaron a aquel, como permitir que Hezbolá [el grupo chií libanés con el que ahora se compara a los Huthi] mantuviera sus armas”, precisa.
De momento, el portavoz de la coalición, el general Ahmed al Asiri, ha declarado que las grandes operaciones militares se acercan a su fin, algo que Arabia Saudí ya anunció sin resultados al mes de iniciar la intervención.
“Resulta más fácil empezar una guerra que acabarla tal como estamos viendo”, concluye Baron tras constatar la falta de entusiasmo del Gobierno yemení en el exilio hacia la posibilidad de negociaciones y la ausencia de cooperación de las diferentes facciones yemeníes.
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