Marcelo Rebelo de Sousa, “hijo de Dios y del diablo”
Hiperactivo y noctámbulo, el nuevo presidente de Portugal es de todo menos un político convencional
“Estas toallitas van muy bien, ¿sabes?”. Antes de picotear unos calamares, Marcelo Rebelo de Sousa se limpia las manos con el kit sanitario que siempre lleva en la chaqueta. Estaba en plena campaña electoral para la Presidencia de Portugal. El día lo pasaba en la calle repartiendo besos y abrazos; entraba en comercios, bares y pastelerías —”van dos ponches y cuatro cafés”—, pero su debilidad eran las farmacias.
- ¿Tiene pastillas para el estómago?
- Estas van muy bien, cuestan 4,48 euros.
- ¡Más caras que las que suelo llevar!
- Solo unos céntimos.
- Son dinero también.
A las 4 de la mañana se acuesta, a las siete se levanta. Lee los periódicos en red y se toma un yogur.
Metódico, frugal, hiperactivo, hipocondríaco, culto, católico, divorciado, buceador, sagitario, catedrático, estrella televisiva, simpático, calculador, militante del Partido Social Demócrata (PSD) que irrita al propio PSD, conservador que votan los revolucionarios, garrapa y generoso, todo eso y mucho más es Marcelo Rebelo de Sousa (Lisboa 1948).
El profesor, como gusta que le llamen, fue elegido presidente de Portugal el 24 de enero, y este miércoles toma posesión de la jefatura del Estado. El libro de los récords deberá abrir una página con él: consiguió el 52% de los votos sin dar un solo mitin. La campaña le costó 157.000 euros, cinco veces menos que la del candidato comunista.
No aceptó ni el respaldo de su partido, ni donativos de empresarios. "Si me dan dinero los empresarios, luego tengo que llevarlos en el avión en el viaje a China; y los políticos me recuerdan su apoyo cuando hay alguna ley en trámite parlamentario", declaraba a EL PAÍS durante la campaña. "Quiero ir libre de compromisos".
Rebelo de Sousa viene ejerciendo el poder desde niño. A los 12 años organizó una asociación de antiguos alumnos de su guardería. Cuando llegaron a su casa, cada uno tenía en la mesa una tarjeta con su nombre, un bolígrafo y cuartillas en blanco.
Como comentarista televisivo, fue líder indiscutible de la audiencia, aún así llamaba a los responsables de la cadena si su share caía algún punto
Creció bajo la dictadura de Salazar, primero, y Marcelo Caetano, después. Tras la revolución de Abril, compatibilizaba el periodismo en el Expresso, la educación en la Universidad de Lisboa y la política con su partido. De esa época nace la leyenda de que dictaba a sus secretarias dos artículos a la vez.
Su nuevo jefe en la Casa Civil, Frutuoso de Melo, atestigua por escrito que vio a Rebelo de Sousa escribir un discurso con la mano derecha, sujetar el teléfono con el hombro y la oreja para oír una llamada del primer ministro y, con la mano izquierda, escribir las instrucciones que recibía.
Cuando el 99% de los portugueses duerme, el profesor Marcelo vela. Aprovecha la noche para devolver llamadas, contestar correos y escribir sus discursos. A las cuatro de la mañana se acuesta, a las siete se levanta. Lee los periódicos online y se toma un yogur. No necesita dormir más. Pertenece al 1% de los humanos con la mutación del gen hDEC2M de noctámbulos y madrugadores, sin que afecte a su rendimiento.
La independencia de Rebelo de Sousa no tiene límites, como bien sabe el ex primer ministro Francisco Pinto Balsemão, que recibía furibundos ataques desde su mismo periódico por culpa de Rebelo. Nada personal, por supuesto. Luego para templarlo Balsemão le nombró ministro de Asuntos Parlamentarios, pero Rebelo consiguió la hazaña de ser crítico del Gobierno dentro del Gobierno.
Con tan indisciplinado carácter, es fácil de entender que su carrera política haya estado jalonada de reveses. Intentó ser alcalde de Lisboa en 1989, y para ello se lanzó a la purulenta desembocadura del Tajo, superando su hipocondría (antes había pedido consejo al médico, pues no hay que olvidar su faceta calculadora). Perdió, pero sobrevivió.
Hasta el año 2000 no completó el tercer pilar de su actividad profesional, tras la política y la docencia: el comentario televisivo. Dirigió periódicos y fue comentarista radiofónico, pero le faltaba la televisión. Con un lenguaje cercano y didáctico, atrapó a la audiencia de TVI. Durante 45 minutos no ahorraba críticas a la derecha ni a la izquierda, incluyendo, claro, a su colega de partido y primer ministro, Pedro Passos Coelho. Hasta su renuncia a causa de la campaña electoral, fue líder indiscutible de la audiencia. Aun así —fiel a su estilo inquieto—, llamaba a los responsables de la cadena si su share caía algún punto.
El mandato de Rebelo de Sousa será cualquier cosa, menos indiferente. “Lo hará muy bien”, dice un veterano periodista, “o muy mal; pero término medio no habrá”. Es, más o menos, como le definió el ex viceprimer ministro Paulo Portas: “Marcelo Rebelo de Sousa es un hijo de Dios y del diablo”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.