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CRISIS DE REFUGIADOS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Integración sin plan

Alemania parece carecer de un plan concreto para enfrentar la crisis de los refugiados

Luis Feduchi
Miles de refugiados acudieron a las sesiones informativas para encontrar empleo en el antiguo aeropuerto Tempelhof en Berlín el 26 de febrero.
Miles de refugiados acudieron a las sesiones informativas para encontrar empleo en el antiguo aeropuerto Tempelhof en Berlín el 26 de febrero. Carsten Koall (Getty Images)

No hace falta mencionar el periodo más oscuro de la historia reciente de Alemania para saber que este país tiene una inusual capacidad de organización de sus recursos humanos en situaciones límite. Por eso resulta desconcertante que la resolución del Gobierno alemán de aceptar un millón de refugiados procedentes de Oriente Medio, no haya venido acompañada de un plan de organización claro. La propuesta presentada por el partido democristiano a mediados de febrero trata de establecer algunas normas sobre los salarios mínimos que los refugiados contratados deben cobrar o sus responsabilidades penales en caso de cometer delitos, pero esa hoja de ruta para la integración no ha terminado con las recurrentes imágenes de hacinamiento de refugiados. Esto —algo comprensible en primera instancia— remite inevitablemente a imágenes de concentración y no de integración.

La posguerra en Alemania ofrece ejemplos casi sin parangón de la capacidad de movilización y recuperación

La posguerra en Alemania ofrece ejemplos casi sin parangón de la capacidad de movilización y recuperación: la simple e ingente tarea de desescombrar sus ciudades bombardeadas o la puesta en marcha de su producción agrícola, industrial o energética. El milagro económico alemán ha sido también descrito en clave de gestión de recursos humanos. Sin incidir en ejemplos bélicos (donde la maquinaria humana es o fue un elemento capital) podemos remontarnos a campañas de movilización popular donde Alemania ha llevado a cabo empresas paradigmáticas. Es lo que el historiador David Blackbourn llamó la ‘conquista de la naturaleza’, una forma más taimada de describir las “conquistas de la barbarie” con las que Federico el Grande se refería a la recuperación y conversión de los cenagales del Este en fértil territorio prusiano.

No solo los avances ingenieriles, hidrológicos y agrícolas de principios del XIX en su territorio sino también la incursión de sangre germana irrigando y construyendo los estados del noroeste de los Estados Unidos, hablan de la capacidad germana, para acometer auténticos cambios metabólicos en el paisaje. Y luego está Berlín, paradigma de las transformaciones urbanas, corte convertida en metrópolis, donde el ingenio y la mano de obra foránea, desde los hugonotes franceses a los campesinos de Silesia, han dejado su huella.

Y sin embargo, hoy Alemania parece carecer de un plan concreto para enfrentar la crisis de los refugiados. Resulta reconfortante que la población no activa se ofrezca en gran número voluntariamente a facilitar cuidados y formación a los refugiados, y parece que un gran sector de la población aún respalda la política del Gobierno. Pero todos desconocen cómo se va a desarrollar la integración. Los relatos del ghetto y los actos de violencia que están estallando resultan todavía más desconcertantes si, volviendo a la solvencia histórica demostrada por este país, se piensa en la reconstrucción acometida en las últimas décadas, en la integración de la Alemania del Este en las estructuras del oeste, mediante políticas territoriales muy específicas.

Las imágenes de refugiados en pabellones deportivos de pequeñas ciudades no pueden generar sino conflictos
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Parece increíble que en un país federal, con un campo y unas ciudades atomizadas en distritos o kiez descentralizados, donde no faltan servicios de educación, salud y justicia, la dispersión no sea el camino emprendido o al menos anunciado por la canciller alemana. Y sin embargo ese fue el camino apuntado hace ya medio año por el jesuita Bergoglio: una familia por parroquia. Si hacemos los números, es probable que frente a la concentración de refugiados, la dispersión en grupos reducidos de cuatro a seis personas (llámense familias) entre distritos, aldeas, manzanas de 300 a 500 habitantes (parroquias) sea un camino con menos fricciones. Las imágenes del centro de acogida e Berlin Tempelhof y las concentraciones en pabellones deportivos de pequeñas ciudades y áreas rurales no pueden generar sino conflictos dentro y fuera de esos ámbitos. Las dispersión, o dicho de otras manera, la atención en dosis razonables del problema humano con que se enfrenta cada familia de refugiados se hace cada día más necesaria.

Luis Feduchi es decano de Arquitectura de la Universidad Camilo José Cela.

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