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Un poeta iraní exiliado por su identidad gay pide asilo en Israel

Payam Feili: “Nada cambia en Irán para los homosexuales pese a las elecciones”

Juan Carlos Sanz
El poeta iraní exiliado Payam Feili, en Tel Aviv.
El poeta iraní exiliado Payam Feili, en Tel Aviv. Dan Balilty (AP)

El poeta y novelista iraní Payam Feili, de 30 años, se exilió de la República Islámica en 2014 tras haber sido acosado y detenido por mostrar abiertamente su identidad homosexual en sus obras. Después de permanecer año y medio en Turquía, logró a finales del año pasado un visado de tres meses para asistir al estreno de la versión teatral de una de sus novelas en Tel Aviv. Tanto el Estado judío como Irán, que rompieron relaciones en 1979 tras la caída del sah de Persia, prohíben a sus ciudadanos viajar a países considerados enemigos. Pero Feili ha obtenido ya una ampliación de su estancia en Israel hasta el próximo octubre mientras se tramita la solicitud de asilo que acaba de presentar.

“Las elecciones que se han celebrado ahora en Irán no van a cambiar nada, todo es puro teatro y el resultado está fijado de antemano por el régimen”, asegura el joven escritor exiliado. “Conservadores, moderados y reformistas son todos iguales, y para un gay las cosas no van a cambiar nada. Mientras todo siga igual no voy a volver allí”, explica Feili, cuya cuenta de correo electrónico fue manipulada en Irán mientras su blog quedaba bloqueado.

De delicadas maneras, las uñas pintadas de color violeta y con un vistoso anillo turquesa, el poeta iraní se alejó por unas horas del ambiente liberal de Tel Aviv, donde reside, para comparecer ante un grupo de periodistas extranjeros en Jerusalén. En la conservadora Ciudad Santa, un judío ultraortodoxo apuñaló a varias personas el pasado verano en la marcha del orgullo gay y causó la muerte de una adolescente.

Cuando el entonces presidente iraní Mahmud Ahmadineyad visitó en 2007 la Universidad de Columbia en Nueva York, afirmó que en su país no había gais. Lo cierto es que la práctica de la homosexualidad es ilegal en Irán y se castiga con penas de cárcel, aunque en la práctica resulta difícil probar las acusaciones según la ley islámica, que exige cuatro testigos. Al amparo de esta discriminación, Feili ha solicitado asilo en Israel, donde existe una activa comunidad gay —especialmente en Tel Aviv— que se manifiesta abiertamente en la sociedad civil y que cuenta con representantes en el Parlamento.

Hagai Kalai, abogado del escritor iraní, confía en que su cliente recibirá pronto la condición de asilado para que pueda establecerse en Israel. “El suyo es un caso muy poco habitual”, reconoce el letrado, “los homosexuales palestinos que quieren escapar del agobio que sufren en la conservadora Cisjordania tardan años en ver reconocidas sus peticiones para exiliarse en Tel Aviv”. En Israel hay 50.000 africanos procedentes de Eritrea, Sudán y otros países que sufren conflictos, pero solo unos pocos han recibido asilo.

“Conozco su situación, pero mi caso no es el mismo, tiene unas circunstancias particulares”, argumenta Feili, quien fue detenido en tres ocasiones entre 2010 y 2014 en Irán. Ha publicado nueve obras en farsi que giran en torno a la homosexualidad. Su última novela corta, Creceré, daré frutos… higos —representada en Tel Aviv en versión escénica—, trata sobre la relación amorosa entre dos soldados durante la sangrienta guerra entre Irán e Irak en la década de los ochenta. Su primera colección de poemas, La plataforma del Sol, fue censurada en algunos de sus versos antes de que se le retirara el permiso de impresión para la tercera edición. Otras de sus obras pudieron ser editadas en Estados Unidos y Alemania. Luego tuvo que emprender el camino del exilio.

Un tatuaje con la estrella de David del tamaño de una moneda de un euro asoma sobre su cuello. “Desde muy joven me fascinó la cultura de Israel. Las películas internacionales sobre el Holocausto me interesaron, y luego leí la Torá [libro sagrado judío] desde un punto espiritual y cultural”, revela Feili, quien, en una evocación del culto Bahai surgido en Irán, asegura no tener predilección por ninguna religión.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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