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ENTREVISTA | Víctor Medvedchuk

El ‘mensajero’ de Putin quiere otro enfoque en el conflicto de Ucrania

Medvedchuk propone un Gobierno en el este y trasladar a Moscú a los insurgentes recalcitrantes

Pilar Bonet
Víctor Medvedchuk, en la entrevista en Kiev.
Víctor Medvedchuk, en la entrevista en Kiev. P. B.

El conflicto en el este de Ucrania entre las autoridades en Kiev y los rebeldes apoyados por Rusia exige nuevos enfoques al margen de las renqueantes negociaciones de Minsk bajo la égida de la OSCE. Esta es el mensaje transmitido en una entrevista con EL PAÍS por el político Víctor Medvedchuk, considerado el “mensajero” directo entre los presidentes Vladímir Putin y Petró Poroshenko.

Antiguo jefe de la administración presidencial de Ucrania cuando Leonid Kuchma era el jefe del Estado, Medvedchuk es miembro de la delegación de su país en las negociaciones de Minsk, donde se encarga de la liberación de presos. Para el equipo ucranio, el valor de Medvedchuk reside en su proximidad a Putin y, por ello, su capacidad para hacerse oír por los interlocutores rusos y secesionistas. “La gente que llegó al poder con la revolución de la dignidad [el Euromaidán o Maidán, de noviembre de 2013 a febrero de 2014] no responde a los intereses de toda la población de Ucrania, donde sigue habiendo muchos partidarios de la amistad con Rusia, aunque su número haya disminuido”, dice.

Ante la creciente insatisfacción social Medvedchuk opina que “no se trata de cambiar a los dirigentes, sino de corregir el equivocado rumbo actual” de Ucrania, que “no está preparada para la asociación y el tratado de libre comercio con la UE”. “La economía ucrania está en un callejón sin salida. En los próximos meses decenas de miles de empresas comenzarán a cerrar en cadena, subirán los precios, la gente perderá su trabajo y no encontrará otro”, vaticina.

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“Si los acuerdos de Minsk no pueden cumplirse, entonces hay que regirse por el espíritu de Minsk, y creo que existen variantes para encontrar una coexistencia pacífica amortiguadora, con un Gobierno provisional [en las autodenominadas repúblicas populares que en el este del país no reconocen la autoridad de Kiev] aceptable para todos, que permitiera el desbloqueo de las relaciones económicas y el inicio de un desarrollo, mientras, paralelamente, se prolongan los plazos de los acuerdos de Minsk”, afirma. A los líderes insurgentes que no se adaptaran a este “espíritu” se les podría “ascender y trasladar a Moscú”, sugiere.

Partidario de un modelo federal para Ucrania, Medvedchuk defiende la asociación con Rusia, incluso ahora pese a la impopularidad de este punto de vista tras la sangre vertida en el este y la anexión de Crimea. Nació Medvedchuk en Siberia, hijo de un nacionalista ucranio deportado en la URSS, estudió derecho en Kiev, hizo carrera como socialdemócrata y fue autor de la constitución de 2004. También lideró la Opción Ucrania, un movimiento contra de la asociación con la UE.

EE UU incluyó a Medvedchuk en su lista de sanciones, entre otras cosas, afirma, por su relación con Putin. En la villa de Crimea, donde todavía veranea, Medvedchuk recibía al presidente de Rusia “en los tiempos en que Crimea era ucrania”. Ahora, ambos se reúnen en otros lugares, recientemente, en familia, en Sochi, en la costa del mar Negro rusa, según deja entender. “Putin es el político más influyente del mundo”, dice.

Medvedchuk cree que “nadie podía pensar” que Rusia iba a tomar Crimea, ni siquiera en febrero de 2014, y opina que los habitantes de aquella península “prefirieron la seguridad personal a la unidad del Estado”, debido a su percepción de peligro nacionalista procedente del Maidán. Le digo que el peligro fue exagerado por Rusia y Medvedchuk señala que para él fue un peligro real, ya que su dacha de Crimea fue “rodeada por piquetes unos cuantos días” en febrero de 2014 cuando el Maidán llegó a su cenit y el presidente Víctor Yanukóvich (el “principal culpable de lo sucedido”) huyó del país. La oficina de Medvedchuk en Kiev ha sido atacada tres veces.

De haberse cumplido los acuerdos firmados por Yanukóvich y la oposición el 21 de febrero de 2014, Crimea seguiría controlada por Kiev, dice. Pero “si Ucrania se desarrolla, Crimea volverá”, pronostica.

Medvedchuk ha organizado el intercambio de 392 presos desde diciembre de 2014 hasta mediados de noviembre de 2015, pero “el intercambio ahora se ha estancado”. Ucrania tiene una lista de 138 apresados por las autodenominadas repúblicas secesionistas del este (la República Popular de Donetsk y la de Lugansk) de los cuales al menos ocho se sabe que están en Rusia. Además, Kiev busca a 760 desaparecidos, que “en su mayoría seguramente están muertos”. La cantidad de apresados por los insurgentes es mucho menor que la de los apresados por Kiev. Para relanzar el proceso, se necesita una ley de amnistía, análoga a la que Ucrania ofreció en febrero de 2014 a los implicados en los enfrentamientos en el Maidán, opina. Una ley de amnistía aprobada por la Rada en septiembre pasado no ha sido firmada por razones políticas, dice, y asegura que los únicos militares rusos en activo arrestados en Ucrania son “dos representantes del GRU”, el servicio de espionaje militar ruso.

Medvedchuk dice sentirse ucranio: “Si no lo sintiera así, no me dedicaría a traer presos desde Lugansk y Donetsk”. De las personas que libera dice: “Son mis oponentes políticos de los batallones que fueron a luchar por puntos de vista que yo no comparto”. Como prueba de que la reintegración de un territorio díscolo es posible, Medvedchuk cita ejemplos de Rusia, territorios como Chechenia, y también Tatarstán y Bashkortostán, regiones estas dos últimas que, al desintegrarse la URSS, “prácticamente eran Estados que habían firmado acuerdos en pie de igualdad con Rusia”.

“Yo quisiera que Rusia y Ucrania tengan relaciones amistosas. En el pasado fuimos el mismo país. No quiero un hermano mayor y otro menor, sino dos vecinos que vivan en paz. Tenemos una frontera de 3.600 kilómetros”, subraya. Medvedchuk no quiere refugiarse en Rusia como han hecho otros ex altos cargos ucranios. “Me gusta Kiev, aquí están enterrados mis padres, aquí vive mi familia. Pude marcharme y ocupar un alto cargo en Moscú en 2005, pero no me fui”.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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