_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

No es No

El Defensor del Pueblo colombiano es denunciado por acoso sexual

Diana Calderón

Sexting le llaman al intercambio de fotos y videos eróticos entre dos o más personas. Una nueva forma de seducción, coqueteo o como quiera que cada cual lo interprete. La gente es obviamente libre de enviar fotos por móvil de las partes de su cuerpo de las que siente orgulloso. Lo complicado viene cuando las relaciones se quiebran y luego son usadas para el chantaje. Le llaman la pornovenganza. Parece que es más común entre las nuevas generaciones y algunos funcionarios públicos.

Tuve que aprender todos esos términos porque en Colombia esta semana se conoció que el Defensor del Pueblo, encargado de promover, fomentar y defender los derechos humanos, hizo sexting con su ex secretaría privada y ella pornovenganza con él, desesperada por el acoso sexual, según denunció.

La historia es un guion de la más aterradora novela de mal gusto. Ella es una joven abogada, ex reina de belleza. Él es un hombre, como popularmente dicen, hecho a pulso y a gritos a sus subalternos. Le mandaba fotos con pose de playboy a su secretaria privada y cuando la abogada decidió hacer público el acoso a través del periodista Daniel Coronell, el defensor Jorge Armando Otálora dijo que su pecado fue enamorarse y por eso le enviaba fotos de sus partes íntimas desde una hamaca de descanso.

No, el señor Otálora no cometió pecados, cometió faltas al código disciplinario y posibles delitos que deben ser investigados. De ser cierto que sostuvo una relación sentimental con Astrid Cristancho, se trata de un vínculo con una subalterna, donde no es posible sostener una relación de igualdad y por lo tanto cualquier argumento de que se trataba de una relación consentida es falso, y de no ser cierto que eran novios o pareja o lo que sea, entonces, el señor es un acosador y debe ser penalizado.

Por fuera del morbo que despierta la situación y de la revelación que hicieron muchos de que esta nueva forma de “cortejar” está a pedir de boca. Otalora se convirtió en una figura que dejó al descubierto muchas de las razones por las cuales las mujeres no denuncian. Por un lado terminan revictimizadas y como si fuera poco el sistema judicial, mayoritariamente masculino, no hace justicia en esos casos. De casi dos mil denuncias por acoso sexual en la Fiscalía, en el último año solo ha visto la luz una. Como tampoco en los casos de acoso laboral que es sistemático contra la mujer.

También muestra la permisividad de sociedades donde muchas figuras crecen y crecen hasta llegar a puestos o cargos, para usar el poder en contra de la ética y la moral, que son las únicas, en las que debería reposar la legitimidad del comportamiento de un funcionario cualquiera que sea su labor. En estos días también es investigado el director de la Policía colombiana por otra denuncia de acoso sexual debido a las declaraciones de un coronel que dijo haber sido perseguido por no acceder a las pretensiones sexuales de Rodolfo Palomino hace 17 años.

Lo complejo es que la Procuraduría General de la Nación, que debe investigar estos casos, está dirigida por Alejandro Ordoñez. El procurador colombiano es un hombre de convicciones religiosas que utiliza para calificar el comportamiento de la mujer desde esas ópticas, casi todas con un catalejo que las vuelve escasas de moral y a los homosexuales, enfermos y pecadores. Con lo cual, hay dudas sobre las garantías para que estos dos casos puedan ser resueltos de manera independiente de prejuicios.

Posiblemente algunos colombianos están ahora sintiéndose inspirados en los poderosos del mundo que han logrado burlar la justicia y seguir cometiendo abusos como el expresidente del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss Khan o el ex primer ministro italiano, Silvio Berlusconi que tiene un gusto específico por las menores de edad como los sacerdotes pederastas evidenciados por los periodistas del Boston Globe.

Los casos pululan y muestran cada vez la poca respetabilidad por las instituciones que los soportan y les dan ese fuero del que abusan. Congresistas como Mark Souder en Estados Unidos confesó hace poco un affaire con un miembro de su equipo y Chris Lee amaneció un día pensando que tenía un buen torso y poso sin camisa para ser visto por todo el mundo en la plataforma Craiglist. Otro parlamentario británico, Simon Danczuk, aprovechó el interés de una menor de 17 años que quería trabajar en su oficina para enviarle mensajes sexuales.

No es No. En lo íntimo y en lo público. La historia de que una mujer dice “No” para decir “Sí”, solo está en la cabeza de quienes no han entendido que las mujeres decidimos nuestras conductas de manera libre y clara. No es No. Los despachos públicos son sitios sagrados, igual que los recursos del erario. Hombres y mujeres, que también las hay, no pueden seguir justificando en sus necesidades más básicas o ambiciones inconfesables comportamientos que minan la confianza de la gente.

Colombia ocupa el puesto 83 de 163 países en el índice de percepción de corrupción de Transparencia Internacional no solo por los comprobados robos a la Nación sino por estos personajes que creen que lo importante es su imagen y su dignidad y no la del Estado. Ahí sigue atornillado a su silla, escondido en la toga el magistrado Jorge Pretelt mientras el Congreso regresa de vacaciones a suspenderlo por los actos de corrupción de los que lo acusan.

Diana Calderón es directora de Informativos y de Hora 20 de Caracol Radio Colombia. Twitter @dianacalderonf

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_