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El coro de los padres más solos

La política de un solo hijo en China ha dejado cerca de un millón de "shidu", padres que han perdido a su único niño

Macarena Vidal Liy

Cantar en coro es un pasatiempo muy popular entre los jubilados chinos. Pero la afición a la música no es lo que ha unido a estos hombres y mujeres de mediana edad que cada semana se reúnen para interpretar melodías en un austero módulo prefabricado en Fuchengmen, un barrio pekinés; lo que tienen en común es la necesidad de consuelo. Todos son “shidu”: padres que han perdido a sus hijos únicos. Un colectivo que la política china de un solo hijo contribuyó a multiplicar durante sus 36 años en vigor.

Wang Pentao tiene 53 años y voz de barítono. Su hija Yanxin murió a los 17 años de una enfermedad degenerativa en 2009 y desde entonces él encuentra que le sobra el tiempo. Hoy ha titubeado un poco al cantar el “Himno de los Héroes”, una tonada muy popular de la época revolucionaria. Apenas participa en el coro desde hace un mes. Antes se entretenía jugando a la Bolsa, pero las debacles de los últimos meses pusieron fin a ese entretenimiento.

“Ya no tengo hija que cuidar o con la que pasar los ratos libres, ni perspectiva de nietos de los que ocuparme. Las familias como la nuestra somos víctimas de la política del hijo único. Perdimos el hijo que teníamos y, con él, perdimos la esperanza”, cuenta este ingeniero, que cree que, de no haber estado prohibido desde 1979, “seguramente hubiéramos tenido un segundo niño”.

Liu Meili, trabajadora social, perdió a su hijo de 12 años hace siete por un problema cardíaco congénito. Su participación en el coro desde hace dos años le permite “recuperar la alegría”, admite. “Somos todos de una edad parecida y hemos pasado por lo mismo. Nos hemos hecho amigos”.

Hay cerca de un millón de “shidu” entre los 1.367 millones de habitantes de China, y cada año se añaden otros 76.000 más, según los datos del Ministerio de Sanidad. En un país donde la mentalidad confuciana obliga a tener descendencia que pueda honrar a los antepasados, muchos de estos padres caen en una depresión profunda.

“En la tradición china, perder un hijo es una maldición”, explica la psicoterapeuta Liu Fengqiu, de la organización no gubernamental Maple Center. “Cuando les ocurre, muchas familias tienden a aislarse; algunas incluso se mudan de casa y no se atreven a contar lo que les ha ocurrido”. Para estos padres es importante entrar en contacto con otros en su misma situación: “pueden contar su historia sin tabúes. Lloran juntos, se ríen juntos, dejan escapar juntos sus emociones”.

Cuando los problemas de estas familias empezaron a cobrar relevancia social, hace tres años, la Federación de Mujeres, una organización dependiente del Partido Comunista, propuso crear el coro de Fuchengmen. Hoy día el grupo tiene cerca de 500 miembros, aunque no todos participan con regularidad, explica su profesora, Ning Feng, una cantante profesional.

“Naturalmente, el nivel es muy desigual. Algunos siempre han querido cantar, a otros nunca se les había pasado por la cabeza. Pero eso es lo de menos”, afirma Ning. “Cuando se acostumbran a venir empiezan a esperar con ganas el momento de cantar y reunirse con sus amigos. Su pena es incurable, pero sé que aquí, ahora, cantando juntos, han aparcado por un rato su dolor”.

Para este ensayo, Ning ha tenido cuidado especial. Es el último antes de las vacaciones del Año Nuevo lunar, la fiesta en la que las familias chinas se desplazan desde donde estén para reunirse. Es un momento en el que los “shidu” sienten aún más su tristeza. Sucesivamente, la profesora va proponiendo himnos revolucionarios, melodías folclóricas rusas o duetos de ópera pekinesa. “Música de su época, que conozcan. Busco temas románticos, alegres. Jamás nada melancólico”.

Pero el problema de estos padres no es únicamente emocional. Es también económico. El sistema de seguridad social chino es muy precario y el sustento de los jubilados depende en muchos casos de sus hijos. Aquellos que los han perdido encaran una vejez de pobreza.

En los últimos tres años, las familias afectadas han comenzado a pedir compensaciones. En diciembre, un grupo de 500 “shidu” se concentró frente a la Comisión de Planificación Familiar para reclamar un aumento de las ayudas.

La ley china estipula que las autoridades locales deben entregar un subsidio a los padres mayores sin hijos, aunque esa cantidad varía enormemente dependiendo de la localidad. En ciudades grandes, como Pekín, puede alcanzar los 500 yuanes (unos 80 euros) mensuales por persona, aunque en las zonas rurales la cantidad puede ser apenas 170 yuanes (24 euros).

“No creemos que sea algo justo. Esperamos que se enmiende la ley, para que se desarrolle un sistema nacional de compensaciones”, declaró entonces uno de aquellos manifestantes, Shan Xuejin, a la revista Caixin.

 

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Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.

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