Obama cambiará su plan terrorista tras el ataque de San Bernardino
El presidente de Estados Unidos reabre el debate entre privacidad y seguridad, el control de ciertas comunicaciones y la venta de software encriptado
Se acabó la presidencia de Barack Obama. Al menos como se había conocido hasta ahora. Se acabó porque el presidente tendrá que dedicar hasta su último aliento a que de aquí a poco más de un año, cuando otro mandatario ocupe ya la Casa Blanca, Estados Unidos no sufra un par de ataques más como el de San Bernardino. Se acabó el Obama dedicado a dejar un legado, ya sea el de la reforma sanitaria, la inmigración o por supuesto el control de armas. El presidente lleva cinco días dedicado a replantearse la estrategia antiterrorista, aquella que ahora asume que el terrorismo duerme tranquilo en casa.
La Casa Blanca anunciaba el sábado que el presidente comparecería a las ocho de la tarde del domingo, en horario de máxima audiencia, para informar a los estadounidenses sobre los pasos que la Administración está tomando para mantener al país seguro. Desde el pasado jueves, cuando Obama dejó abierta la posibilidad de que se estuviese ante un acto de terrorismo, a este domingo, solo han pasado tres días y sin embargo el hombre que aparecerá sentado tras su mesa del Despacho Oval es ya otro estadista.
Si el pasado jueves Obama estaba sumido en el pesimismo que impregnan las brutales cifras que estadísticamente se traducen en una matanza a tiros al día, es una posibilidad más que probable que el mandatario ya supiera que la pista que seguía el FBI era la del terrorismo islámico. El de San Bernardino no parecía un tiroteo masivo más. Algo no cuadraba. Por lo que Obama dejó abiertas todas las puertas y declaró que “podría tener que ver con terrorismo”. “Pero no sabemos”, matizó.
Ya se sabe. En la noche del domingo, el presidente declararía, según extractos del discurso avanzado por la agencia Reuters, que Estados Unidos continuará usando “todos y cada uno de los poderes con que cuenta para destruir al Estado Islámico”. Con esa declaración quedaba claro que, de momento, se reabrirá el debate de la seguridad versus la privacidad, el control de ciertas comunicaciones y la venta de software encriptado al que se opone el Gobierno.
Lo que se avecina es desconocido. No se trata de una amenaza externa. Es la posibilidad de que existan más seguidores del ISIS, armados hasta los dientes, dispuestos a irrumpir en la santidad de una fiesta de trabajo de navidad y dejar más de una decena de cadáveres. “Estamos en una fase completamente nueva de la amenaza del terrorismo global y en lo que se debe hacer para defender la seguridad de la patria”, declaró el secretario de Seguridad Nacional, Jeh Johnson.
Estados Unidos continuará usando “todos y cada uno de los poderes con que cuenta para destruir al Estado Islámico”
En un país en el que se puede adquirir un arma, casi cualquier tipo de arma, con bastante facilidad, las autoridades van a tener que confiar en la máxima tan a menudo repetida estos días: “Si ve algo, diga algo”. Y aún así, se quedarán cortos, porque nadie, ni familiares ni vecinos, pudieron ver a los supuestos yihadistas californianos que vivían en la casa de al lado. De momento, tanto fuerzas federales como locales tienen puestos en marcha programas que animan a familias y amigos a que señalen a quienes se están radicalizando o creen que están siendo reclutados para el yihadismo.
San Bernardino marca un antes y un después en la presidencia de Obama. El hombre que puso fin a las guerras de Irak y Afganistán -al menos en número de tropas americanas implicadas en ellas- tenía en su haber que EEUU no había sufrido un ataque yihadista de importancia en su territorio desde el 11-S. Según New America, una organización de investigación de Washington, desde el 11-S ha habido 45 muertos dentro de las fronteras de EEUU debido al terrorismo islamista. New America cita 48 personas como las asesinadas por actos de terror motivados por supremacistas blancos o la extrema derecha.
El escenario que ahora se intuye es nuevo y muy volátil. Obama debía conjurar en la noche del domingo el temor de sus ciudadanos de estar durmiendo con el enemigo. Según adelantaba ayer la Casa Blanca, “el presidente ofrecerá una actualización sobre la investigación en curso sobre el ataque trágico en San Bernardino” y además “discutirá de manera amplia la amenaza de terrorismo, incluyendo la naturaleza de la amenaza, cómo ha evolucionado y cómo derrotarlo”.
Tendrá que hacer mucho más. Tendrá que garantizar que todo lo anterior se realizará sin claudicar en los valores, sin crear Guantánamos o estigmatizando a una parte de la población, como ya ha ofrecido quien mejor va situado en las encuestas de cara a la nominación republicana para 2016, Donald Trump. El presidente al que San Bernardino cambió el rumbo asegurará, según la Casa Blanca, “su compromiso inquebrantable con la justicia, la igualdad y la libertad” para prevalecer sobre “los grupos terroristas que utilizan la violencia para avanzar una ideología destructiva”. Sea.
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