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Tribuna
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Ese otro país, el de las libertades

Los colombianos se despiertan de repente viviendo en un país donde se garantizan nuevos y valiosos derechos

Diana Calderón

Casi que sin habernos dado cuenta mientras el país se debate en torno al proceso de paz con las FARC, la amenaza del cambio climático que muestra la difícil realidad de las térmicas y los costos para garantizar la disponibilidad energética, mientras los corruptos se reproducen y sus prácticas son cada vez más sofisticadas y descaradas y en el mundo ISIS nos traslada al medioevo y nos somete a la más oscuras de las amenazas terroristas, los colombianos se despiertan de repente viviendo en un país donde se garantizan nuevos y valiosos derechos.

Colombia puede hoy hablar de tú a tú con Uruguay y California sobre el uso de la marihuana medicinal y con la Corte Suprema de Estados Unidos sobre el matrimonio igualitario y la adopción de menores por parejas del mismo sexo. A pesar de que el congreso colombiano y con excepción de algunos senadores, se ha negado sistemáticamente a legislar sobre temas considerados tabú como la legalización de las drogas, el aborto, la eutanasia, el matrimonio igualitario, la Corte Constitucional y el Gobierno han llenado el vacío.

Desde 2007, esa Corte reconoció las uniones maritales de hecho y en 2011 amplió su alcance a la noción de familia; y a partir del pasado 4 de noviembre de 2015, las familias homoparentales puedan adoptar pues los estudios y la literatura mundial indican que no existen evidencias de que la orientación sexual de los padres tenga efectos negativos sobre la crianza de los menores. En buena hora para más de cinco mil niños que esperan ser acogidos por una familia que los ame. La reacción de la Iglesia y del procurador general ha sido la esperada e incluso algunos congresistas proponen el uso de mecanismos de participación ciudadana para echar por tierra la conquista alcanzada.

En febrero de 2012, al fallar una tutela, también la Corte Constitucional dejó claro que la salud física de una mujer no solamente es causal para invocar la interrupción voluntaria del embarazo, sino también en los casos que en que pueda afectarse su salud mental. Y no era para menos se trataba de una menor de 12 años que quedó embarazada por su novio de 16. Así que la sentencia C-355 de 2006, que ya despenalizaba el aborto en tres casos específicos: riesgo para la vida de la madre, violación y malformaciones del feto, también tuvo un gran avance hace 3 años y fue ratificada hace menos de un mes.

No se puede dejar de mencionar el decreto presidencial con el que este año se permite el cambio de sexo en los papeles de identificación sin necesidad de presentar examen médico alguno. En aras de una sociedad que garantice el desarrollo de la identidad personal, el ministro de Justicia Yesid Reyes dijo que solo basta con corregir el sexo ante un notario con una declaración juramentada.

En cuanto a la marihuana, el gobierno tiene listo un decreto que legaliza y regula el consumo y producción de la hierba con fines medicinales. Pasamos de una política gubernamental que usó por años la televisión para decirle a los colombianos que la marihuana es “la mata que mata” a una que promueve la marihuana como “la mata que calma o sana”. El ministro de Salud de Colombia Alejandro Gaviria explica claramente que se trata con esto de “reglamentar la tenencia y cultivo de semillas y plantas de cannabis, así como regular los procesos de producción, fabricación, exportación, distribución, comercio, uso y tenencia de éstos y sus derivados, destinados a fines estrictamente médicos y científicos”. Y que incluso serán otorgados permisos para cultivar la planta.

La medida era esperable sobre todo después de la decisión previa de suspender el uso de la aspersión con glifosato para acabar con los narcocultivos que según las últimas estadísticas nos vuelven a ubicar como uno de los primeros países productor de coca. Pero una cosa es la lucha contra el narcotráfico y otra envenenar a quienes reciben las fumigaciones. Y otra impedir el uso de ciertas drogas para investigación científica y uso medicinal.

No les falta razón, sin embargo, a quiénes expresan dudas sobre los efectos que pueda tener la medida en el microtráfico de sustancias adictivas por parte de bandas criminales en las principales ciudades del país, prácticamente convertidas en ollas de extorsión y vicio, pero es aquí cuando el Estado debe demostrar que ha tomado las decisiones con base en la responsabilidad frente a los ciudadanos que debe proteger y que las autoridades garantizarán que el delito se castiga. Hasta el Centro Democrático, la derecha uribista, defiende el uso medicinal de la marihuana luego de visitar los centros de rehabilitación en Denver, Colorado.

Todos estos avances nos ponen por eso un reto aún mayor. Ser libres es más difícil, conlleva como es obvio mayores responsabilidades. Ya no es tiempo para preguntarnos si estamos listos para dar los pasos hacia las libertades. Es tiempo de establecer qué debemos cambiar para que esas libertades sean un factor de cohesión social y desarrollo. No es posible ser libres si hay matoneo en los colegios.

El Estado debe volcarse para que los planteles, en la catedra educativa, garanticen que las próximas generaciones defiendan una sexualidad plena y responsable, creen vínculos de amistad que no estén inspirados en que es “cool” ser diferente o fumar marihuana o abortar. Esos son derechos, nuestras libertades no son modas pasajeras.

Diana Calderon es directora de Informativos y de Hora 20 Colombia. @dianacalderonf

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