Vivir con cáncer en México
En un país donde la mayoría de la población es pobre y sufre, las mujeres sufren aún más
Desde niña creo en la fuerza de la palabra. Justo en mi cumpleaños no sólo soy testigo del drama que viven las mujeres de un país donde el cáncer representa la tercera causa de muerte. Hace apenas unos días también recibí la noticia de ser una más de esas víctimas.
En ese instante sentí que el mundo a mi alrededor se paralizaba. Yo, que había cubierto zonas de guerra por el narco y diversas clases de conflictos. Ahora me toca ser una más de esas mujeres y escribir por aquellas mexicanas que no tienen voz ni acceso a hospitales especializados para la detección y tratamiento del cáncer de ovario. Es difícil intentar ser la voz de tantas mujeres, de las montañas y de las costas, como la amuzga de Tlacochistlahuaca, Guerrero, la tzeltal de los Altos de Chiapas, la huichola de San Luis Potosí o la raramuri de Chihuahua.
Aquí las mujeres somos más de la mitad de todo México, un territorio con 110 millones de habitantes y estamos expuestas a enfermedades crónicas, a no recibir un tratamiento adecuado en un contexto económico en el que destaca la falta de presupuesto e infraestructura en los servicios sanitarios.
Vivir con cáncer en México es una doble tragedia. En lo que va de este 2015 se registraron 4.500 nuevos casos de cáncer de ovario. Ya de por sí la enfermedad misma representa un golpe físico y emocional. A esto se suma el ir y venir de un médico a otro, de un hospital a otro y el calvario para el paciente que debe personalmente realizar una serie de trámites burocráticos que se prolongan hasta dos o tres semanas.
Mi caso es como el de muchas mujeres. En un primer momento acudí al servicio de urgencias de un instituto de renombre la noche del 15 de septiembre, cuando un joven médico, que no rebasaba los 25 años, por petición mía me realizó estudios de rayos X de estómago e intestino. El diagnóstico fue colitis.
Pero un mes después mi vientre tenía un crecimiento 3 veces mayor y no, no era colitis. Era un tumor de ovario que solo un ultrasonido pélvico pudo precisar con médicos del Hospital Xoco. Rápidamente me derivaron a otros dos nosocomios, uno de ellos el más importante, el Instituto Nacional de Cancerología.
¿Cómo es que el primer doctor no vio el tumor tan grande, se equivocó y perdí un mes de tiempo tomando el medicamento incorrecto? Un mes de tiempo precioso y vital para toda persona que vive con cáncer sin saberlo. Ello es común en México.
Pregunto por qué, si somos una nación de 110 millones de ciudadanos, únicamente existe un Instituto Nacional de Cancerología al que llegan diariamente al menos 3 mil personas de toda la República. En ese sentido, urge construir un Hospital de Cancerología en el norte del país y otro más en el sur porque viajar a la Ciudad de México implica un gran sacrificio económico para los pacientes y sus familias.
El cáncer de ovario es silencioso y no lo detecta el Papanicolaou. Ese simple hecho debería ser suficiente para que las campañas de salud de los gobiernos incluyan, de manera gratuita, ultrasonido pélvico, perfil hormonal y antígeno C125 para detectar cáncer de ovario en todas las clínicas del país que pertenecen al sector público.
Es un tema polémico y causa divisiones de opinión en la comunidad médica porque algunos especialistas consideran que deben realizarse esas pruebas hasta que ellos lo determinen. Pero ante profesionales que no son capaces de distinguir un tumor de una colitis, se hace evidente la necesidad de practicar las pruebas que sean necesarias.
Las campañas contra el cáncer de mama han sido las más visibles en México, porque se ha puesto énfasis en su combate y sería bueno también usar en las solapas y en las blusas el moño verde contra el cáncer de ovario.
En un país donde la vasta mayoría de la población es pobre y sufre, las mujeres sufren aún más.
Mariana Escobedo es periodista de Instinto Animal de Canal 22, directora de El Portal TV. @La_MarianaE
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