_
_
_
_

Un empujón moral para los afganos y un mensaje a Pakistán

La ralentización de la retirada de las tropas de EEUU de Afganistán da fuerzas a la población

Ángeles Espinosa
Varios talibanes con el fuselaje de un avión estadounidense que afirman haber derribado en Paktia, el 15 de octubre.
Varios talibanes con el fuselaje de un avión estadounidense que afirman haber derribado en Paktia, el 15 de octubre.AHMADULLAH AHMADI (EFE)

El avance de los talibanes, evidenciado al hacerse con la ciudad de Kunduz hace dos semanas, ha obligado a Estados Unidos a retrasar la salida de sus tropas de Afganistán. Pero ¿es suficiente para evitar que el regreso al poder de los islamistas radicales? Y sobre todo, ¿responde al deseo de los afganos? “Supone un empujón moral y un mensaje no sólo a los talibanes, sino también a nuestros vecinos, en especial a Pakistán”, resume el periodista afgano Bilal Sarwary, que ha cubierto la intervención estadounidense en su país desde 2001.

“La gente se va a sentir más respaldada, sobre todo los negocios; todo el mundo es consciente de que estamos en guerra, pero el sabernos apoyados da esperanza”, asegura Sarwary desde Kabul.

No es sólo una cuestión de percepciones. Este observador cualificado de la realidad afgana se muestra convencido de que la presencia de las fuerzas estadounidenses va a suponer una diferencia; aunque se trate de apenas 5.000 soldados, frente a los casi 150.000 que la OTAN llegó a tener desplegados.

“Van a estar estacionados en cuatro bases, Kabul, Bagram, Jalalabad y Kandahar, que son clave para el apoyo a las tropas afganas”, señala. En su opinión, éstas “no lo hacen tan mal, pero les falta un Ejército del Aire y servicios de información”.

Sarwary estima que también es importante el mensaje que envía a sus vecinos, en especial a Pakistán. “Significa que no estamos solos”, apunta.

La mayoría de los afganos considera que los talibanes no habrían llegado a donde están sin el apoyo y la protección de los servicios secretos paquistaníes (ISI, por Inter Services Intelligence). The New York Times contó hace unos días que el nuevo líder talibán, Akhtar Mansur, vive en Quetta, una ciudad del suroeste de Pakistán cercana a la frontera afgana. De acuerdo con ese diario, sería su alianza con el ISI lo que le habría permitido acallar a la disensión interna y dirigir la reciente expansión del grupo.

Por supuesto, los talibanes han criticado la extensión de la presencia estadounidense que tildan de “ocupación”. “El conflicto no se resuelve por la vía militar”, aseguran en un comunicado sin considerar sus propias acciones armadas y atentados contra civiles.

El grupo, que desde su expulsión del poder en 2001 siempre ha combatido a las fuerzas extranjeras y al Gobierno que apoyan, ha reforzado su habitual ofensiva de verano desde que el pasado julio se revelara que su líder, el clérigo Omar, llevaba muerto dos años y le había sucedido Mansur. Este ha tratado de consolidar su poder con ataques osados en diversos puntos del país, cerrando la vía a las negociaciones de paz que habían acordado con el presidente afgano, Ashraf Ghani.

Su éxito fulgurante en Kunduz, la única capital provincial que hasta ahora ha caído bajo su férula, no ha sido eclipsado por su incapacidad de controlar la ciudad de forma permanente ante el acoso de las fuerzas gubernamentales. Aunque decidieron retirarse el pasado martes, el golpe de efecto supuso una sacudida para EE UU y sus aliados en la misión Apoyo Decidido (que dirige la OTAN). Muchos analistas han criticado el fin de esa misión porque significaría entregar el país a los talibanes.

Tal es el temor de muchos afganos a quienes los últimos avances de los insurgentes les han traído a la memoria su rápida conquista del país a mediados de la década de los noventa del siglo pasado. Según la ONU, que desde principios de mes ha evacuado cuatro de sus 13 oficinas provinciales en el país, el nivel de amenaza en la mitad de sus cuatro centenares de comarcas es alto o extremo. Otras fuentes estiman que los talibanes controlan 27 de esas comarcas, mientras que 36 están en disputa. “Al menos otras 150 son vulnerables a sus ataques”, aseguraba recientemente a este diario Thomas Ruttig, codirector del Afghanistan Analysts Network (AAN).

“Los afganos siempre hemos sabido que habría drones, fuerzas especiales y miembros de la CIA en nuestro país”, concluye Sarwary. No obstante, también advierte de que si los soldados norteamericanos cometen errores, como los bombardeos que causaron víctimas civiles en el pasado, “la esperanza y el apoyo se desvanecerán”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_