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Carly Fiorina, la tenacidad del sueño americano

La exejecutiva de Silicon Valley da un golpe de autoridad en la campaña republicana con una buena presencia en televisión y un discurso que pasa a todos sus rivales por la derecha

Pablo Ximénez de Sandoval
Carly Fiorina.
Carly Fiorina.FERNANDO VICENTE

Suena música épica. Sobre la foto en blanco y negro de una niña pequeña con un osito, una voz de tráiler de película dice: “Había una vez una humilde niñita de Texas que se convirtió en la mujer más poderosa en de una de las empresas más grandes del mundo. Y entonces, quiso ser presidenta de Estados Unidos”. La niña de la foto es Carly Fiorina y así es como se presenta a sí misma en un documental de campaña de 50 minutos de duración titulado Citizen Carly. En él cuenta la historia de su vida bajo la premisa argumental “de secretaria a CEO”, el sueño americano en carne y hueso.

Carly Fiorina (Austin, 61 años), se lanzó el pasado mes de mayo a la carrera por la nominación republicana como candidata a la Presidencia de Estados Unidos. Es la única mujer en una competición de 15 candidatos y una de las pocas que lo han intentado a lo largo de los años. En el primer debate republicano, en agosto, no pasó el corte para estar en el grupo de prime time y tuvo que participar en el debate semiclandestino de los peor clasificados en las encuestas. En el segundo debate, fue un fenómeno. En dos meses ha pasado de un 1% de apoyo a un 10%. En estos momentos, tres amateurs de la política lideran las encuestas: el millonario Donald Trump, el neurocirujano Ben Carson y la exejecutiva.

Fiorina es hija de una artista y un profesor de Derecho que llegó a juez federal. El trabajo de su padre la llevó a vivir de pequeña en Nueva York, Connecticut, California, Londres y Ghana, en el África occidental, donde llegó de adolescente y es una experiencia que destaca especialmente en su campaña. Recaló en la universidad de Stanford (California), cuando era el hervidero en el que se coció el principio de lo que hoy es Silicon Valley en San José. Allí estudió Historia medieval. Trabajó como secretaria en una inmobiliaria de nueve empleados, dice en el mencionado vídeo. En 1980, hizo un MBA en la Universidad de Maryland y entró a trabajar en el gigante de las comunicaciones AT&T como vendedora.

A partir de ahí, comienza una de las carreras más brillantes de una mujer en el mundo de los negocios en EE UU, si no la más. Una trayectoria que es su principal y único currículum para pedir el voto. Del relato que se haga de ella, dependen todas sus posibilidades en la campaña. En pocos pasos: a los 35 años, llegó a ser la primera directiva de AT&T; a los 40 dirigía la firma en Estados Unidos; en 1998 lideró la partición de Lucent Technologies de la operadora y se convirtió en su presidenta; en 1999, es fichada como presidenta ejecutiva (CEO) de Hewlett-Packard (150.000 empleados) y se convirtió en la mujer más poderosa de Silicon Valley. Durante los seis años siguientes, encabezó la clasificación de la revista Fortune de las mujeres más poderosas del mundo de los negocios en EE UU.

La piedra de toque de la campaña de Fiorina es su gestión en HP. Sobre ella descansa el peso de su currículum. Si no se cuenta como ella quiere, el edificio de su imagen se puede venir abajo. En una compañía que se estaba quedando atrás en innovación, Fiorina lanzó una fusión con el fabricante de ordenadores Compaq. La operación de 19.000 millones de dólares se encontró con duras resistencias de los fundadores de la empresa, que la calificaron públicamente de “desastrosa”. La brutal batalla en el Consejo por la fusión dejó tocada la autoridad de Fiorina. En febrero de 2005, fue despedida por sorpresa. La empresa duplicó su tamaño al tiempo que se deshizo de 30.0000 trabajadores. Si intenta competir con Trump como “creadora de empleo” lo tiene difícil. Aún hoy HP sigue con problemas que algunos siguen achacando a la agresiva expansión liderada por Fiorina.

Ella, por su parte, asegura que aquella fue una lucha entre su liderazgo innovador y la gestión rancia de los fundadores del gigante tecnológico. Sobre los problemas económicos de HP, explica que ella entró en la empresa en la cresta del auge tecnológico y se fue cuando empezaba la crisis. Siempre que puede, saca a colación a Steve Jobs. Dice que eran amigos y que fue el primero en llamarla cuando la despidieron. “He pasado por eso dos veces”, asegura que le dijo. En su vídeo, incluye un corte de Jobs diciendo: “Esa es la diferencia entre la gente que hace cosas y las que las sueña”.

Nada más empezar a sacar la cabeza en la carrera republicana, Fiorina recibió su primer comentario machista. Donald Trump dijo en una entrevista a Rolling Stone: “Mira esa cara. ¿Quién puede votar por eso?”. Da una idea de lo que habrá tenido que escuchar durante tres décadas en el mundo de los negocios. En el debate que la ha dado a conocer al mundo, Fiorina le contestó con una calma condescendiente que dejó a Trump en ridículo. Incluso, por primera vez en esa campaña, Trump retiró su comentario.

Fiorina ni siquiera tenía que estar ahí. Su campaña le torció el brazo a CNN para que admitiera a 11 candidatos en el escenario porque consideraba injusto el criterio de selección. Ante los titubeos y medias tintas de los candidatos, Fiorina se ganó al público conservador con discursos duros y precisos, y los pasó por la derecha a todos en temas como el aborto o la política exterior. “Yo reconstruiría la Sexta Flota inmediatamente. Empezaría a reconstruir el programa de misiles en Polonia. Realizaría agresivas maniobras militares en el Báltico y probablemente mandaría más tropas a Alemania. Vladímir Putin pillaría el mensaje”. Al día siguiente, The New York Times publicó un editorial en el que decía: “Nosotros sí que pillamos el mensaje. Y da miedo”.

Fiorina ganó a casi todos los demás candidatos en oratoria y rapidez. En la sala de análisis del debate, el experto David Axelrod confesaba a EL PAÍS que Fiorina había sido la sensación. Axelrod es un gurú de la política norteamericana y fue uno de los autores de la sorpresiva campaña de Barack Obama en 2008.

Antes de que EE UU y el mundo vieran a Fiorina en un debate, la había visto California. Tras introducirse en los círculos republicanos como asesora de la Casa Blanca, intentó en 2010 hacerse con el escaño de senadora por California de Barbara Boxer, en el puesto desde 1992. Fracasó estrepitosamente. Boxer aplastó su currículum con el mensaje de que volaba en aviones privados y compraba yates mientras despedía a decenas de miles de trabajadores. La prueba del currículum de Fiorina en HP ya se vivió en California, y no triunfó la narrativa que ella quería. El mes pasado, Boxer aún dijo de ella que era una persona “malvada”. “La gente de California no quiso que hiciera al país lo que hizo con HP”, añadió Boxer. “Es el rostro de la desigualdad y el rostro de la avaricia corporativa, hace que Mitt Romney parezca demócrata”. Boxer ha ganado 11 elecciones. “He competido con demócratas, republicanos, hombres, mujeres y gente de todas las edades. Ella es, de largo, el contrincante más malvado que he tenido”.

La cara que despreció Donald Trump es la nueva cara de moda de la campaña electoral de 2016. Los votantes decidirán si es el rostro de una “niñita de Texas” que logró el sueño americano, como ella se presenta, o el rostro del fracaso y la avaricia corporativa. Por el momento, las encuestas dicen que es el rostro de la ambición, con todas las connotaciones positivas que esa palabra tiene en el imaginario norteamericano.

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Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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