Obama contempla ajustes ante la falta de avances en Siria
La crisis de los refugiados parece un asunto europeo, ajeno a las discusiones partidistas
De Irán a Cuba, el presidente Barack Obama encadena éxitos en su política internacional. Siria es un caso aparte. La guerra civil en este país amenaza con convertirse en un borrón de su presidencia. Entre el régimen de Bachar el Asad y los yihadistas, el presidente demócrata no encuentra una solución adecuada para frenar la sangría. La Administración Obama estudia ajustes en la estrategia militar y la posibilidad de acoger más refugiados.
La crisis de los refugiados, vista desde EE UU, parece un asunto europeo, ajeno a las discusiones partidistas y a las prioridades de la Administración de Obama. El debate, en la campaña hacia la Casa Blanca, no es si recibir a más o menos refugiados, sino si cerrar a cal y canto la frontera con México para impedir que entren inmigrantes. Y, cuando estos días se menciona Oriente Próximo en Washington, no es Siria el país que se menciona, sino Irán. Es decir, el principal protector, junto a Rusia, del régimen de Bachar el Asad, teórico enemigo de EE UU y aliado de facto en la lucha contra los yihadistas del Estado Islámico.
Uno de los momentos más complicados de la presidencia de Obama fue septiembre de 2013. El presidente llevaba tiempo pidiendo la marcha de El Asad y amenazando con una intervención si este usaba armas químicas. El Asad, según los servicios de espionaje estadounidenses, cruzó la línea roja aquel verano con un ataque en las afueras de Damasco. Todo estaba preparado para los bombardeos estadounidenses. A última hora Obama los suspendió.
Aquella decisión, según algunos defensores del presidente, evitó meter a EE UU en una guerra sin buenos ni malos. Derrocar entonces a El Asad habría allanado el camino a los yihadistas. Al contrario, replican los detractores: los titubeos del presidente dejaron desamparados a los rebeldes moderados y permitieron el ascenso del Estado Islámico.
“El presidente Obama habría podido hacer mucho hace tres años, pero la situación empeora y las opciones para hacer algo útil no dejan de disminuir”, dice a EL PAÍS Paul Wolfowitz, número dos del Pentágono durante la guerra de Irak e influyente neoconservador. “Cuando abandone el cargo, Siria será un país completamente destruido y quien lo herede lo tendrá muy difícil”, añade. “Los malos están en ambos lados porque no hay otro lugar donde ir”, continúa. “Si eres sirio no hay nadie luchando. Los americanos no ayudan a los que luchan. La elección es entre El Asad y los otros asesinos, así que les hemos dejado sin posibilidad de elección”.
Entrenamiento de rebeldes
La posición de Wolfowitz no es exclusiva de la derecha. Aunque más suave, la candidata demócrata a la Casa Blanca Hillary Clinton recordó hace unos días, en una entrevista televisiva, cómo en su etapa de secretaria de Estado abogó por una política más dura contra El Asad.
Las opciones, como dice Wolfowitz, son limitadas. Además de los bombardeos, EE UU tiene un plan para entrenar y equipar a rebeldes moderados, pero solo 54 milicianos han superado las pruebas. El Pentágono estudia ampliar la ayuda. El Departamento de Estado también sopesa acoger a más sirios que huyen de la guerra. Un intento en el Congreso de recibir a 65.000 topó con el no de destacados republicanos. Decían que abriría la puerta a la infiltración de terroristas. La guerra ha dejado cuatro millones de refugiados. Estados Unidos acoge a 1.500 personas.
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