La violencia xenófoba reaviva la brecha de las dos Alemanias
25 años después de la reunificación, los ataques contra refugiados se concentran en el este
Alemanes encolerizados gritando a la canciller Angela Merkel “traidora” cuando el pasado agosto visitó un centro de refugiados que había sufrido un ataque. Un alcalde que dimitió ante la presión de sus vecinos, que amenazaban con manifestarse frente a su casa por defender a los extranjeros. Estas escenas, y muchas otras parecidas, tienen algo en común: ocurrieron en el este del país. A punto de celebrar los 25 años de la reunificación, Alemania se pregunta estos días por qué la violencia xenófoba es especialmente grave en la antigua RDA.
El problema no es exclusivo de la Alemania oriental. Los ataques a refugiados y a centros de asilo se han disparado en todo el país: de enero a agosto hubo más de 340, seis veces más que en 2013. Ayer mismo, un incendio provocado dejó cinco heridos en un refugio del Estado occidental de Hesse. Pero el fenómeno es aún más preocupante en el este: casi la mitad de las agresiones del año pasado ocurrieron en los cinco Estados que se unieron a la República Federal en 1990, una zona que reúne solo al 17% de la población alemana y al 16% de los refugiados.
Medio año de residencia para la chica que lloró ante Merkel
Reem Sahwil conmovió a Alemania cuando se echó a llorar después de que la canciller Angela Merkel le dijera que probablemente tendría que abandonar el país y olvidarse de su sueño de estudiar, porque no se podía acoger a todo el mundo. Al verle las lágrimas, Merkel trató de consolar a esta palestina de 14 años que se había expresado en un perfecto alemán. Todo el país debatió sobre la dureza y falta de empatía de la jefa de Gobierno. Dos meses más tarde, Reem ha recibido una buena noticia: las autoridades han alargado su permiso de residencia hasta marzo de 2016.
Cada vez que le han preguntado por este episodio, Merkel se ha defendido diciendo que en un Estado de derecho nadie puede tener un trato de favor por verse con la canciller. Pero la oficina del alcalde de Rostock, donde vive Reem, anunció ayer que la joven y su familia podrán quedarse en Alemania medio año más. Aún no se sabe qué pasará más tarde.
Los comentarios de que la antigua RDA —lo que en Alemania llaman “los nuevos Estados”— tiene un serio problema de xenofobia crecen día a día. “No quiero hacer de esto un conflicto entre el este y el oeste”, respondió Merkel el lunes cuando le preguntaron si veía renacer las tensiones tras una reunificación supuestamente idílica.
Anneta Kahane, de la Fundación Amadeu Antonio, considera “infantil” el intento de minimizar el problema. “Por supuesto que en el este también hay gente dispuesta a ayudar. En Heidenau, cuando Merkel era insultada, había ciudadanos que se ofrecían voluntarios a dar clases de alemán a los refugiados. Pero eso no evita que en el este, y especialmente en Estados como Sajonia, abunde el nacionalismo y una escasa experiencia con las minorías”, asegura Kahane, cuya fundación recaba desde hace años datos sobre la violencia ultraderechista.
Las diferencias van más allá. El movimiento xenófobo Pegida llegó a reunir en Dresde, capital de Sajonia, más de 25.000 personas, pero fracasó en su intento de extenderse por el país. Y el partido neonazi NPD ha logrado una implantación mayor en la parte oriental, donde está presente en un Parlamento regional.
El mayor eco de las ideas extremistas se explica solo en parte por factores económicos, como una mayor tasa de paro —9% frente al 5,8% del oeste—. Además, el golpe que sufrió la industria oriental tras la caída del Muro de Berlín dejó un reguero de frustración en muchos ciudadanos.
Pero también influyen otros factores menos evidentes. “La escasa presencia de extranjeros y la cultura heredada de los tiempos del socialismo, con una sociedad mucho más homogénea también explica prejuicios actuales”, asegura Jochen Staadt, de la Universidad Libre de Berlín.
La xenofobia se manifiesta de formas distintas a un lado y otro de la antigua frontera. Los incendios de refugios son más habituales en el oeste, mientras que en el este abundan los ataques personales. “Los agresores en el este disfrutan de un apoyo social más amplio, mientras que en la parte occidental son cometidos por grupos más reducidos y aislados”, continúa Staadt.
Pese a todo, distintos expertos destascan que la sociedad alemana está dando ahora una mejor respuesta que durante la crisis migratoria de los años noventa, que tuvo episodios de violencia especialmente virulentos en Rostock, también en el este. “Emociona ver reacciones como la de los ciudadanos de Múnich, que se han volcado con los refugiados. Y los medios de comunicación dan ahora una imagen mucho más centrada en los inmigrantes que hace 20 años”, concluye Kahane.
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