Renan Calheiros, el hombre clave de la crisis brasileña
El presidente del Senado es crucial en el Gobierno de Dilma Rousseff
Brasil ha tenido cuatro presidentes desde su vuelta a la democracia en 1985. A pesar de las diferencias entre Fernando Collor, Fernando Henrique Cardoso, Lula da Silva y Dilma Rousseff, todos sus Gobiernos tuvieron un personaje en común. El actual presidente del Senado, del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) y nuevo garante de la estabilidad del Gobierno de Rousseff, Renan Calheiros (Murici, 1955), lleva en el Palacio presidencial de Planalto desde 1990 y, pese a haberse topado con varios percances por el camino, siempre ha encontrado la manera de reinventarse para permanecer en el mismo sitio.
Líder del partido del Gobierno de Collor, entonces Partido de la Reconstrucción Nacional, (1990-1992); miembro de la Cámara de Diputados; ministro de Justicia de Cardoso (1995-2002); y presidente del Senado durante los Gobiernos de Lula da Silva (2003-2010) y Rousseff (2011-); Calheiros se ha convertido, tras meses de turbulencia política, en el punto de estabilidad de la presidenta al presentar el plan Agenda Brasil, con 29 propuestas para enfrentar la crisis. Acosado durante este tiempo por estar entre los investigados en la operación Lava Jato en el Supremo Tribunal Federal (STF), el presidente del Senado lanzó durante meses señales contradictorias sobre su lealtad al Gobierno, pero ahora, con este gesto de reconciliación, no solo garantiza una tregua con Planalto, sino que puede haber asegurado también su permanencia en la cúpula decisoria de Brasilia.
Elegido diputado estatal por Alagoas en 1979, Calheiros no ha pasado más de dos años fuera de un puesto público desde entonces
Después de presentarse como contrapunto al polémico presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, el Senado, comandado por Calheiros, logró arrebatarle a su colega del Parlamento el privilegio de juzgar las cuentas del Gobierno de 2014, protegiendo uno de los flancos por los que se podía colar una petición de destitución de la presidenta. Tras obtener esa victoria en el STF, el presidente del Senado se reunió el pasado lunes durante 15 minutos con el responsable de su petición de investigación en el STF, el fiscal general de la República, Rodrigo Janot. Según Janot, el encuentro fue “institucional” y tenía como objetivo hablar sobre su permanencia en el cargo —ya formalizada por Rousseff—. La reunión aumentó las sospechas sobre por qué Calheiros había decidido unirse al Gobierno tras meses de tensión y conflictos. Los críticos de Rousseff, piensan que el senador cerró un acuerdo con Planalto, urdido por el ministro de Hacienda, Joaquim Levy, para librarse de las acusaciones de corrupción por el caso Lava Jato. Otro hecho que elevó aún más la desconfianza de sus opositores, es la recomendación de Rousseff del pasado lunes para el Tribunal Superior de Justicia (STJ) del juez Marcelo Navarro, aliado de Calheiros y segundo en una lista triple elaborada por jueces del STJ. El senador negó que haber influido en la decisión.
29 propuestas para salir de la recesión
Para marcar su territorio, Renan Calheiros acordó con la presidenta Dilma Rousseff una serie de medidas anticrisis, bautizadas como Agenda Brasil. Se trata de 29 propuestas que giran en torno a tres ejes: la mejora del clima de negocios e inversiones, el equilibrio fiscal y la protección social.
El documento contiene, además, propuestas polémicas, como el cobro a los más ricos por usar el sistema público de salud o la revisión de las regulaciones de los territorios indígenas, un tema delicado en el país.
Buena parte del plan, que ha recibido críticas por ser muy amplio y variado, consiste en proyectos de ley que ya se tramitan en el Congreso, como una enmienda a la Constitución para acelerar las licencias medio ambientales de obras de infraestructura. Otros puntos son solo sugerencias, como la idea de blindar contratos entre empresas privadas y públicas “contra sorpresas y cambios repentinos”.
Redactada con la participación del ministro de Hacienda, el polémico y liberal Joaquim Levy, está previsto que la agenda empiece a votarse hoy. El primer punto que discutirán los senadores será la repatriación de dinero en el exterior que los contribuyentes no hayan declarado.
Elegido diputado estatal por Alagoas en 1979, Calheiros no ha pasado más de dos años fuera de un puesto público desde entonces —cuando estuvo sin un cargo electivo, entre 1991 y 1994, ocupó la vicepresidencia de Petrobras Química, filial de la estatal—. En 2007, el político del PMDB se vio forzado a renunciar a la presidencia del Senado tras la denuncia de que un lobbista de la constructora Mendes Júnior pagaba la pensión alimenticia de su hijo. En aquel momento, pese a que sus colegas del Senado le absolvieron por haber roto el decoro parlamentario, Calheiros no soportó la presión popular y, aunque mantuvo su escaño en la Cámara alta, dejó la dirección del Senado.
Ese parecía el fin político de Calheiros. Sin embargo, seis años después, en 2013, el senador lograría volver al mismo cargo al que había renunciado por sospecha de corrupción, para sorpresa del país. A pesar de las protestas ciudadanas, volvió a presidir el Senado y garantizó la tranquilidad parlamentaria que necesitaba Rousseff, que ya enfrentaba resistencias en la Cámara de Diputados. En ese comienzo tumultuoso del segundo mandato presidencial, Calheiros logró todavía más: se volvió imprescindible para Planalto.
Su protagonismo en el Gobierno atrajo también la atención de las calles . Según la encuesta que realizó Datafolha en las protestas del pasado domingo en São Paulo, el 79% de los 135.000 manifestantes que criticaron al Gobierno —en números del propio instituto— calificaron el trabajo del presidente del Senado como malo o pésimo; y apenas el 2% lo aprobó. Según la misma encuesta, Eduardo Cunha —señalado por un delator como beneficiario de cinco millones de dólares también en el caso Lava Jato, pero que se mantiene como símbolo de oposición al Gobierno— es considerado malo o pésimo por solo el 43%.
El acuerdo de Calheiros con el Gobierno de Rousseff también causa malestar dentro del propio Congreso, así como en el mismo PMDB. Cuatro parlamentarios consultados por EL PAÍS el pasado lunes afirmaron que al partido no le gustó ser excluido de la preparación de la Agenda Brasil. Afirman además que si la idea era alzar al unificado PMDB como salvador de la patria, el intento falló. “El PMDB no es uno solo. Siempre fue varios. Pero eso solo refuerza el sentimiento de la Cámara de Diputados de que nos quieren tratar como a un rango inferior”, dijo uno de ellos.
“La escisión entre el PMDB de la Cámara y el PMDB del Senado solo aumentará de aquí en adelante. No tenemos representación en el Gobierno de Rousseff. Ellos sí. Si el objetivo era unir a la base, creo que no salió bien el intento de Calheiros”, afirmó otro de los parlamentarios. Ninguno de los diputados que hablaron con este periódico quiso ser identificado por temor a posibles represalias del partido, que hoy mantiene un pie en el Gobierno y otro en la oposición. “En estos momentos, cuanto menos aparezcamos, mejor. No es cobardía, sino estrategia”, explicó uno de los diputados. Y de las cosas de estrategia, como muestra la historia reciente, Renan Calheiros sí que entiende.
El tercer primer ministro en la sombra
La fragilidad del poder de Dilma Rousseff ha permitido que la prensa elija, cada dos meses, una especie de primer ministro informal, una provocación para un país presidencialista. Ahora, después de haber cerrado un acuerdo de estabilidad con la presidenta, que incluye una agenda anticrisis, el senador Renan Calheiros es el centro de las atenciones.
El primero en asumir ese protagonismo en este segundo Gobierno de Rousseff fue el ministro de Economía, Joaquim Levy, que llegó al cargo para restablecer la credibilidad perdida después de los ocho años de su antecesor, Guido Mantega, que apoyaba una política de más gasto público para garantizar empleos. Eduardo Cunha fue el segundo primer ministro paralelo, al asumir la presidencia de la Cámara de los Diputados en febrero, e iniciar una serie de votaciones polémicas, muchas contrarias a los intereses de Rousseff. Derrotado por exagerar la dosis del veneno antiGobierno, Cunha perdió su puesto.
Ahora le toca a Calheiros sustentar a una Rousseff a la que ya se compara con el expresidente José Sarney, que tuvo poco poder después ser aupado como presidente cuando el titular del cargo, Tancredo Neves, falleció en 1985 a consencuencia de una infección.
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