Las empresas españolas temen perder terreno por la frialdad diplomática
Los inversores de España tienen miedo del desembarco de compañías de EE UU
Las empresas españolas temen perder el terreno ganado en las últimas décadas en Cuba tras el deshielo con Washington. Aunque el Gobierno impulsa las relaciones económicas, la frialdad preside las relaciones políticas entre Madrid y La Habana en comparación con otros socios de la UE. El francés François Hollande se convirtió en mayo en el primer jefe de Estado europeo en pisar la isla y el ministro alemán de Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, se reunió la semana pasada con Raúl Castro, quien no recibió al español García-Margallo cuando estuvo en Cuba.
“Por Cuba está yendo ahora todo el mundo, pero España lleva allí desde hace muchos años”, declaró a Expansión el ministro de Industria y Turismo, José Manuel Soria, a su regreso de La Habana, a principios de mes. Soria viajó a Cuba al frente de una delegación de 75 empresarios, solo tres meses después de que lo hiciera el secretario de Estado de Comercio, Jaime-García Legaz, con 40.
Las más de 200 empresas españolas asentadas en la isla no ocultan su temor a verse barridas por el desembarco de compañías estadounidenses que previsiblemente seguirá a la normalización de relaciones entre La Habana y Washington, tras haber aguantado durante décadas los obstáculos impuestos por el régimen castrista a las empresas extranjeras y la amenaza de represalias derivada de leyes como la Helms-Burton.
España es el primer socio de Cuba en la UE, con más de 800 millones de euros de comercio bilateral en 2014 y una inversión acumulada de 245,5 millones en 2012, pero la posibilidad de crecimiento es enorme. Según Soria, Cuba necesita 2.500 millones de dólares anuales de inversión extranjera. El pastel es suculento en el sector turístico, donde se quieren crear 30.000 nuevas plazas y empresas españolas ya gestionan el 90% de la oferta hotelera.
Esta posición hegemónica puede verse en peligro por unas relaciones políticas muy frías, debido a la desconfianza mutua y a la resistencia de un sector del PP.
El ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, fue en noviembre pasado el primer miembro del Gobierno de Rajoy que visitó la isla, después de que lo hubieran hecho sus homólogos holandés o francés. Margallo no fue recibido entonces por el presidente cubano, Raúl Castro, quien en cambio sí recibió la semana pasada al jefe de la diplomacia alemana, Frank-Walter Steinmeier.
Desde que se anunció la reanudación de relaciones con EE UU, en diciembre pasado, los europeos han hecho cola para ir a La Habana. Además del alemán, han pasado, entre otros, el ministro italiano de Exteriores, Paolo Gentiloni, y la Alta Representante para la Política Exterior de la UE, Federica Mogherini, ambos recibidos por Castro. Aunque el visitante más ilustre ha sido el francés François Hollande, primer jefe de Estado europeo en pisar Cuba.
Sin fecha para Rajoy
En cambio, no hay todavía fecha para un viaje de Rajoy y, ante los reparos del Gobierno, el rey Juan Carlos ha tenido que enfriar su deseo de acudir en visita privada, invitado por empresarios hoteleros. Quien sí irá, en septiembre, es el presidente del Congreso, Jesús Posada, tercera autoridad del Estado, con los miembros de la Mesa del Congreso; a excepción de Teófilo de Luis, del PP, quien tachó el viaje de “inoportuno”.
En el terreno económico, el ministro Luis de Guindos —que suspendió su viaje a La Habana en julio por la crisis griega— recibió el viernes al vicepresidente cubano Ricardo Cabrisas. Ambos acordaron renegociar la deuda a corto plazo de Cuba con España. Es una cantidad pequeña (menos de 300 millones), si se compara con la deuda total (más de 2.400), pero permitirá desatascar el flujo de inversiones. De momento, se han abierto dos líneas de crédito por valor de 25 y 40 millones para inversiones en la isla. Pero difícilmente la relación económica prosperará sin un impulso político.
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