“No queremos estar enfrentados con el mundo”
El diplomático cree que el pacto nuclear traería "tranquilidad" entre Irán y Occidente
El acuerdo nuclear con Irán es mucho más que un pacto sobre su programa atómico para salvar la situación económica. Anuncia un giro en su política exterior desde el aislamiento y la resistencia hacia la cooperación y el compromiso constructivo. De ahí su potencial para remodelar la geopolítica de Oriente Próximo que temen algunos de sus vecinos. En la elegante sede el Instituto de Estudios Políticos e Internacionales (IPIS), un centro dependiente del Ministerio de Exteriores, su director, Mostafa Zahrani (Isfahán, 1954), asegura que no hay motivo para ello y defiende la sinceridad del paso que ha dado su país.
“Irán es visto como una amenaza, es un error estratégico. Si se logra el acuerdo, esperamos que desaparezca esa idea equivocada”, manifiesta el veterano diplomático. “La elección [presidencial] de hace dos años muestra que no queremos estar enfrentados al mundo”, añade en referencia a los comicios que dieron el Gobierno al centrista Hasan RohanÍ.
Sus simpatías hacia la nueva Administración no son un secreto. Ya tuvo este cargo al final del mandato de Jatamí, en 2004. Cuando se le menciona que Mohammad Zarif, el ministro de Exteriores, dice que sentarse a hablar con las seis potencias ha sido “una decisión estratégica”, recuerda que ya se tomó en época del presidente reformista. “La etapa de Ahmadineyad ha sido una pausa en esa continuidad”, señala antes de reconocer que “se trata de un cambio fundamental [con el que] empezará una nueva fase de tranquilidad tanto para Irán como para Occidente”.
Zahrani, que mantiene la estética asociada con el régimen revolucionario (sin corbata y con barba de tres días), no recurre a la fetua del líder supremo para explicar por qué no buscan la bomba atómica, sino a la geoestrategia. “Si nos dotamos de capacidad nuclear, perderemos la superioridad convencional sobre nuestros vecinos (que también accederán a la bomba) y, en el caso de Israel, que tiene semejante arsenal, nadie puede garantizar de que logremos la capacidad para poder responder con un segundo ataque”, razona.
Afirma que los vecinos de Irán no tienen miedo del programa nuclear, sino de que mejoren las relaciones de Irán con Occidente. “Israel, y en cierta medida Arabia Saudí, temen perder la amenaza estratégica que compartían con Estados Unidos, pero a medio o largo plazo espero que podamos superar ese recelo con medidas de confianza”, declara. De momento, las diferencias están alentando el fuego del yihadismo, en cuya lucha Zarif ha sugerido que podría haber cooperación tras el pacto.
“La percepción en Irán es que Occidente no es realmente sincero al respecto, que no actúa de forma consistente. No vemos que sean serios en lo que se refiere a la integridad territorial de los países de la región”, explica, sin descartar que con unas mejores relaciones habría base para la cooperación en la lucha contra el grupo Estado Islámico.
Rechaza, sin embargo, que se trate de un problema sectario en origen. Para Zahrani, Al Qaeda y los grupos que han seguido su senda “no son antichiíes por naturaleza”. “Su ideología es la antimodernidad y equiparan modernidad a occidentalización por eso atacaron Nueva York y Washington”, expone. En su opinión, con la primavera árabe “algunos regímenes que habían pasado la fecha de caducidad, sintieron el peligro y consideraron que la mejor forma de diluir esas aspiraciones de libertad y democracia era a través del sectarismo”.
Está claro que se refiere a Arabia Saudí. A los iraníes siempre les ha sorprendido la tolerancia de Occidente con el Reino del Desierto, mientras a la República Islámica se le afean constantemente su falta de respeto a los derechos humanos o lo taimado de su democracia. “Durante tres décadas se ha pensado, en especial en EE UU, que el enemigo de mi enemigo es mi amigo, cerrado los ojos a la extensión del wahabismo”, apunta en referencia a la rigorista interpretación saudí del islam de la que beben los extremistas violentos.
Aún así, se muestra convencido de que “hay espacio para superar el problema y unir a suníes y chiíes, incluso en Irak”. “Sólo es una pequeñísima minoría la que sigue esa escuela de pensamiento”, subraya.
En contraste con esa visión oscurantista, Irán quiere abrirse al mundo. “Los iraníes estamos orgullosos de nuestra cultura y creemos que podemos contribuir de forma positiva al proceso de globalización, en el que esta región ha quedado atrás”, resume Zahrani.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.