Doctrina peronista
Bergoglio es un referente de peso en Argentina. Recibe tantas visitas de políticos, empresarios y sindicalistas de su país de origen que dicen que influye desde la distancia
No hace falta ir a las villas miseria de los alrededores de Buenos Aires, donde la imagen del papa Francisco está por todas partes. La sombra de Bergoglio ocupa todos los espacios en Argentina. Sobre todo en la política. El Papa era un referente ya antes de ser elegido, cuando se convirtió como arzobispo de Buenos Aires en un ariete contra los Kirchner. Y ahora, desde Roma, a pesar de que oficialmente insiste en que no se ocupa de cuestiones internas, está pendiente y recibe a tantos políticos, sindicalistas y empresarios de su país que algunos creen que una parte de las decisiones clave se toman allí, en las citas en el Vaticano. Y eso sin visitar aún Argentina, algo que sucederá en 2016, cuando ya no esté Kirchner de presidenta.
En todas las conversaciones en Buenos Aires con políticos y empresarios hay un momento en que aparece Bergoglio y entre susurros se analizan sus movimientos para ver a quién benefician o perjudican. Otros incluso lo dicen en público. “Los kirchneristas quisieron poner a Máximo Kirchner como vicepresidente, pero seguro que el Papa no los dejó”, aseguró el viernes Lilita Carrió, una de las más conocidas líderes de la oposición. Carrió supone así que en una cita hace dos semanas en Roma entre la presidenta y el Papa se orientaron decisiones clave de política argentina.
Los que más le conocen, que lo han tratado años como personaje central de la vida del poder argentino —era capaz de llevarse a un empresario destacado a recorrer con él en autobús las villas miseria para que se empapara de realidad— aseguran que Bergoglio es un “peronista puro”, muy influido por las ideas del general que sin embargo mantuvo un fortísimo enfrentamiento con la Iglesia de la época.
Los que lo han tratado mucho destacan de él sobre todo su biografía. Para entender al Papa hay que ver dónde nació y creció. Siempre fue un chico del barrio de Flores, uno de los más populares de la capital, donde se concentran ahora todos los problemas de la megalópolis. Desde la villa 1-11-14, la más dura de todas, que está enfrente del estadio de su equipo, el San Lorenzo de Almagro, hasta los talleres textiles clandestinos donde se explota a bolivianos. En uno de ellos murieron el mes pasado dos niños atrapados en un incendio a pocas manzanas de donde nació y vivió el Papa. Y él, siempre atento a su Argentina, mandó rápidamente una carta para lamentar la muerte.
También mandó otra para mostrar su preocupación por la “mexicanización” de Argentina después de leer un durísimo informe sobre la villa 1-11-14. Ahora le han llegado los problemas a su familia: un sobrino suyo fue encañonado en la cabeza el miércoles a la salida de su casa para robarle. Siempre pendiente de su patria, el Papa llegó a llamar por teléfono a un conocido periodista, Alfredo Leuco, que le había criticado por recibir en el Vaticano a Cristina Fernández de Kirchner en plena campaña electoral. Bergoglio trató de convencerle para que dejara de criticarlo. Los más cercanos explican que el Papa siempre combatió a los Kirchner, pero ahora cree que le conviene que Argentina, su casa, esté tranquila. “Cuídenme a Cristina”, les suele decir a los que lo visitan.
Como buen peronista, el Papa es pragmático y muy político, dicen sus conocidos, y siempre mantuvo una estrecha relación con empresarios clave de su país, a los que pedía financiación para sus proyectos sociales. Pero como hijo de la clase trabajadora que reivindica sus orígenes, Bergoglio siempre dio la sensación a los que le rodeaban de sentirse más cómodo en la cárcel de Villa Devoto lavando los pies a los internos que en las reuniones con los ricos. Algunos incluso aseguran que Francisco, que es un hombre conservador en muchos aspectos y en Argentina dio una gran batalla contra el matrimonio homosexual, en temas económicos se rige por una especie de orgullo de clase que le impide mantener cercanía con cualquiera que tenga una fortuna familiar de varias generaciones. Aunque siempre trate de llevarse bien con todo el mundo. En esto también, como en tantas cosas, el Papa, tal vez el más argentino de los argentinos, se comporta como el peronista que siempre fue.
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