Las raíces y rostros de #NiUnaMenos
El movimiento surgido en Argentina para protestar contra la violencia machista reclama un cambio cultural
Detrás de la marcha que logró unir a más de 200.000 personas en Buenos Aires y a otras miles en el resto de Argentina, Uruguay y Chile están las historias de las mujeres que han muerto por la violencia machista, pero también las de las desaparecidas. El caso de Florencia Pennacchi es uno de los motores de #NiUnaMenos. Fue el pasado marzo en una actividad que sirvió para recordar los diez años de su desaparición cuando por primera vez se pronunció esa frase. Así lo cuenta María Pía López, socióloga y una de las organizadoras de la manifestación.
Lo que se vivió esta semana es el segundo capítulo de lo que comenzó meses atrás cuando escritores, poetas y periodistas decidieron unirse para mostrar la preocupación por la frecuencia con que se estaban empezando a escuchar casos de feminicidio y para recordar a Penacchi, la joven de 25 años que desapareció en Buenos Aires en 2005. “Nos reunimos para hacer una voz colectiva que señalara la angustia por las mujeres asesinadas, hicimos una maratón de lectura bajo la consigna Ni una menos y compartimos con familiares de víctimas. Estuvimos con la mamá de Lola Chomnalez, la jovencita de 15 años asesinada en diciembre”, cuenta. Y no se imaginaron que tres meses después miles de personas se unieran a sus voces para rechazar la violencia machista.
“Después del encuentro de marzo hubo más casos. Por eso, hace tres semanas entre periodistas y líderes de organizaciones de mujeres se decidió volver a convocar”, dice, y reconoce que fue gracias al activismo de algunas periodistas en Twitter que la idea creció y que por primera vez en muchos años se realizó una movilización con tanta participación en Argentina, sin que la política no estuviera de por medio. “Fue histórico por la pluradidad de quienes estuvieron presentes. Víctimas, padres, hijos, políticos, periodistas, todos volcados allí con un solo sentimiento”. Los gritos que se alzaron no pedían endurecer penas. Las voces que se unieron lo hicieron para generar una reflexión contra el machismo en lo cultural y en la justicia. “No se trata de pedir mayores castigos, porque la ley ya establece condenas con el agravante de feminicidio, pero igual así los crímenes van en aumento”.
“Necesitamos ir a las raíces, a la educación”, asegura López. Y pone como ejemplo los obstáculos que encuentran las mujeres cuando intentan denunciar o el maltrato que reciben por parte de algunos funcionarios, que terminan revictimizándolas. Sobre todo porque hasta hace algunos años en Argentina este tipo de casos eran registrados como crímenes pasionales y solo hasta ahora se empieza a hablar del feminicidio, según explica la socióloga. Por eso, no hay cifras oficiales que den cuenta de cuántas mujeres mueren por el hecho de serlo. Los datos que existen son lo que ha agrupado la ONG Casa del Encuentro, que señala que en siete años fueron asesinadas 1.808 mujeres.
La marcha logró ponerle rostro a muchas de esas cifras. Pemitió que cada historia se hiciera grande y que los argentinos demostraran que quieren un cambio, que no tiene nada que ver con la política ni con la religión, sino que solo busca preservar la vida. Lo que viene ahora es incierto, pero las organizadoras dicen que tienen una responsabilidad con el movimiento que crearon y que por eso deberán seguir trabajando para que no haya “una mujer menos en el mundo”, concluye López.
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