Rousseff: “No se puede convivir con la corrupción ni la impunidad”
La presidenta de Brasil termina su primera visita de Estado a México
El recién nacido eje Brasil-México vivió este miércoles una jornada de miel y rosas. La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, en su tercer y último día de visita de Estado a México, aprovechó para lanzar citas históricas, proclamas de hermanamiento y arreboladas visiones de futuro conjunto. En su discurso pasó de puntillas sobre la frenética actualidad de ambos países, y sólo en una ocasión emitió un mensaje interpretable como una respuesta a los escándalos que sacuden Brasil: “La sociedad no puede convivir con la corrupción y la impunidad”.
La visita de Rousseff, la primera de Estado a México desde que llegó al poder en 2011, terminó para ambas diplomacias con una sensación de objetivo cumplido. Más allá de la extensa malla de acuerdos bilaterales cerrados, el propósito básico del viaje ha quedado expresado con nitidez: los dos principales países de América Latina, con un 62% de su PIB, han demostrado su capacidad de entenderse y trazar planes de futuro. Algunos son concretos, como duplicar en diez años el flujo comercial (ahora situado en 9.200 millones de dólares), y otros estratégicos y un poco vaporosos, como fortalecer la identidad cultural y hacer frente a los retos comunes que Rousseff enumeró: “Combatir la desigualdad, ampliar la educación de calidad, mejorar la red de salud pública, fundamentar la economía en la innovación y, sobre todo, crear una sociedad que respete los derechos humanos, la democracia y los principios éticos”.
Los dos principales países de América Latina, con un 62% de su PIB, han demostrado su capacidad de entenderse y trazar planes
La presidenta brasileña, consciente de la transcendencia del nuevo eje, pobló su intervención ante el Congreso de grandes palabras. Personajes históricos como Emiliano Zapata, Pancho Villa o Lázaro Cárdenas ocuparon un lugar estelar en su repaso. México fue calificada como tierra de refugio y su historia como “vanguardia de la transformación latinoamericana”. No hubo mención ninguna a los problemas de violencia actuales. Tampoco se esperaba. El marco de concordia inaugurado con el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, la llevó por otros derroteros.
Frente a la recesión económica que sufre Brasil, Rousseff apeló al apoyo de los aliados. “La cooperación es necesaria en tiempos de crisis. Nuestras economías son las más dinámicas de América Latina y han de ser complementarias, no competidoras. El presidente de México y yo hemos acordado intensificarlas, ese es nuestro objetivo”, señaló.
El viaje terminó con una visita al Museo Nacional de Antropología, un espacio que recoge como pocos el crisol cultural mexicano. No fue una elección casual. Rousseff, consciente de ello, apeló en sus intervenciones al valor del mestizaje para ambos pueblos y lo elevó a símbolo de la identidad latinoamericana. Desplegada esta última bandera, se despidió de México.
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