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Un candidato argentino mete más de 50.000 personas en un estadio

Sergio Massa, el tercero en discordia hace una exhibición de fuerza para relanzar

Carlos E. Cué
Sergio Massa en Buenos Aires, este viernes.
Sergio Massa en Buenos Aires, este viernes.ENRIQUE MARCARIAN (REUTERS)

Muchos analistas argentinos le daban por muerto, otros especulaban con la posibilidad de que retire su candidatura, pero Sergio Massa, el tercero en discordia para las elecciones presidenciales de octubre, con Daniel Scioli y Mauricio Macri, ha hecho una exhibición de fuerza al meter en un estadio a más de 50.000 seguidores, tal vez 60.000, en un multitudinario mitin para relanzar sus opciones. Con un discurso durísimo, a todo o nada, Massa demuestra que tiene fuerza y dinero para seguir, porque la movilización de autobuses para llenar el estadio de Vélez Sarsfield ha sido enorme y el escenario y la preparación eran una exhibición de recursos.

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“Voy a ser presidente de la Nación, porque me da asco la corrupción. No les tengo miedo”, aseguró eufórico. Massa repartió golpes al kirchnerismo, para el que trabajó durante años, y utilizó a España como referente. “Voy a barrer a los ñoquis de La Cámpora que nos quieren dejar”, aseguró en referencia a los miembros del grupo más fiel a Kirchner que están ocupando todas las estructuras del Estado. “La Argentina que viene es la de los jóvenes que quieren progresar. Miremos a la España de los indignados”, remató. Sin embargo, su discurso, centrado en mano dura contra los delincuentes, está muy alejado del 15-M. Massa reclama acabar con los “jueces sacapresos” y plantea derribar sin miramientos las avionetas sospechosas de introducir droga en Argentina, por ejemplo.

Massa, peronista disidente, que fue jefe de gabinete de Cristina Fernández de Kirchner para convertirse después en su mayor enemigo, algo habitual en el peronismo, era el favorito para la carrera presidencial hace unos meses. El peronismo tiene más del 60% de los votos en Argentina y él aspiraba a repetir lo que logró en 2013, cuando le ganó al kirchnerismo las elecciones para renovar el Congreso y logró así frenar el intento de Fernández de Kirchner de cambiar la Constitución para poder volver a presentarse.

Aliado con todo tipo de peronistas disidentes, en especial alcaldes del conurbano de Buenos Aires, la clave en cualquier elección, Massa iba lanzado. Y cuenta además con personas de gran prestigio en su equipo como Roberto Lavagna, que fue el ministro de economía de los primeros años de Kirchner y al que se le atribuye buena parte del relanzamiento de la economía argentina tras el desastre de 2001.

Pero la alianza de Macri con el histórico Partido Radical y la recuperación de la imagen del kirchnerismo y de la propia presidenta han colocado a Massa como tercero cada vez con más dificultades. Sin embargo, esta semana ha sellado una alianza con el gobernador de la rica provincia de Córdoba, José Manuel De la Sota, y con este multitudinario acto en el estadio de Vélez trata de mantener unidas sus filas –el kirchnerismo aprieta a sus alcaldes para que vuelvan al redil del oficialismo- y demostrar que aún controla la situación. Su fuerte sigue siendo el conurbano de Buenos Aires, donde Macri no logra entrar.

El candidato explotó además su imagen de hombre hecho a sí mismo. Al contrario que Macri o Scioli, Massa no viene de una familia rica, es un hombre que lleva toda la vida en la política. Con los Kirchner, antes de ser jefe de gabinete fue responsable del Anses, la seguridad social argentina, una fuente de dinero y favores políticos inagotables que hace que todos los que la ocupan salten después al primer plano de la política. “Yo quiero que el hijo de un rico y el de un pobre tengan igualdad de oportunidades”, insistió Massa.

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