_
_
_
_
Terremoto en Nepal
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Escombros de cine en Bhaktapur

El director de cine italiano, que acudió a Nepal en varias ocasiones, espera que "la respuesta del mundo ante la tragedia sea potente"

Una mujer, frente a las ruinas de su casa a las afueras de Katmandú, este lunes.
Una mujer, frente a las ruinas de su casa a las afueras de Katmandú, este lunes.n. shrestha (efe)

Entre las imágenes de los escombros retransmitidas por la televisión intenté, en vano, reconocer los lugares de mi memoria; entrever la gran estupa que se erige no muy lejos de Bhaktapur. Y tuve ganas de llorar. Katmandú, Patan y Bhaktapur son los lugares simbólicos de la cultura de Nepal, país al que estoy profundamente vinculado. Y es grande el dolor que siento por las miles de víctimas.

Descubrí esos lugares en 1973, cuando por primera vez puse rumbo a Oriente con mi mujer, Clare. La idea fue suya: ella era una viajera, yo no. Fue un viaje en el que nos conocimos y nos reconocimos. Un viaje de iniciación que derrumbó todos mis estereotipos sobre esos países. Un descubrimiento total. Fuimos a Tailandia, luego a Bali, y después a Benarés, y a Katmandú, donde vivimos durante un mes. Recuerdo el estupor y el asombro ante los edificios de Patan, donde luego filmaría Pequeño Buda. Aquello era el triunfo del horror vacui, del miedo al vacío: todo estaba decorado, cada centímetro. Arquitecturas y esculturas admirables donde el arte budista se funde con el hinduista, y encontramos a Buda junto a Visnú, Kali y Ganesh.

Más información
Miles de personas tratan de sobrevivir al caos en las calles de Katmandú
Los alpinistas dependen del rescate de helicópteros privados
Los videos del terremoto en Nepal
Katmandú, antes y después del terremoto en Nepal

Me acuerdo de la primera vez que llegué a ese valle aislado, casi inaccesible. Nos quedamos sin aliento ante la belleza de Bhaktapur y Patan, a la que llamábamos Patan City. Emocionados ante esos tejados sobre los que crecía la hierba, algo extraordinariamente poético que me recordaba a un pueblecito de los Apeninos de Parma. El encuentro humano fue emocionante. Ese pueblo tenía una enorme cultura de la acogida. Esa gente parecía sacada de los sueños de Pier Paolo Pasolini, cuando hablaba de la inocencia arcaica en los países más pobres y espirituales. Frente a un río a las afueras de Katmandú presencié por primera vez una cremación. Había algo limpio, puro, en aquella carne que se convertía en fuego y humo.

En 1973, Katmandú, Bhaktapur y Patan eran destinos hippies, meta de un turismo pobre y respetuoso con aquellos lugares. Cuando regresé 20 años después para estudiar la zona y, más tarde, grabar Pequeño Buda, a principios de 1990, había un aeropuerto capaz de recibir los enormes vuelos chárter llenos de ese turismo que lo arruina todo. Nosotros también llegamos como una especie de ejército de ocupación: montones de camiones y grupos electrógenos que sin duda contribuirían a aumentar la contaminación. La pequeña posada donde nos hospedamos en 1973, que se llamaba Yak & Yeti, se había convertido 20 años después en un lujoso hotel de cinco plantas que sirvió de cuartel general durante el rodaje. Tiemblo con solo pensar que haya podido derrumbarse. Allí hacíamos las proyecciones con los materiales que nos enviaba la Technicolor desde Roma; eran tiempos de un cine que ya no existe.

En Bhaktapur grabamos todas las escenas ambientadas en el palacio de Siddharta antes de convertirse en Buda. A aquella estructura añadimos una parte que hicimos nosotros y que los nepalíes quisieron conservar. Ahora, los escombros de una ciudad tan antigua se han mezclado con los escombros del cine que nosotros llevamos allí. Cerca de Bhaktapur hay una enorme y preciosa estupa, con los ojos de Buda, donde el niño americano pregunta qué significa la palabra “impermanencia”.

Los budistas tibetanos crean maravillosos mandalas de arena repletos de color, que luego serán destruidos por una ráfaga de viento. Eso es la impermanencia. ¿Somos capaces de imaginar la tragedia que supondría para nosotros la pérdida en unos segundos de alguna de nuestras extraordinarias ciudades toscanas? Es difícil.

Ante la tragedia de Nepal ya se ha producido una respuesta del mundo. Espero que sea potente, que haya una gran solidaridad hacia esos pueblos remotos. Son lugares y personas muy lejanos, montañeses testigos de algo que hay que salvar a toda costa.

© La Repubblica. Texto recopilado por Arianna Finos.

Traducción de News Clips.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_