Retorno voluntario a la guerra
Exmilitares estadounidenses y antiguos combatientes se unen a milicias que luchan contra el Estado Islámico en Irak y Siria
Sentir que el esfuerzo y las vidas perdidas fueron inútiles es una llamada interior muy intensa. El auge del grupo yihadista Estado Islámico (EI) hace revivir traumas a los soldados estadounidenses desplegados en los últimos años en Afganistán e Irak. Y propicia decisiones drásticas: dejar una vida como militar retirado en EE UU para irse de voluntario a luchar contra el EI en Irak o Siria.
Decenas de estadounidenses, muchos de ellos exmilitares, se han unido en los últimos meses a milicias que combaten a los extremistas suníes, que controlan amplias partes de Irak y Siria y aspiran a establecer un califato. “En general, simplemente quieren derrotar al EI”, dice Matthew VanDyke, un estadounidense de 35 años que participó en la creación de una milicia de unos 300 cristianos asirios en el norte de Irak.
La añoranza de un entorno militar y el anhelo de justicia vuelve atractiva la lucha contra el EI
Cuatro soldados estadounidenses retirados los entrenaron entre diciembre y febrero en una base de peshmergas kurdos en los alrededores de Mosul, el mayor feudo del EI en Irak. Ya están de vuelta en Estados Unidos. No recibían sueldo y la mayoría son veinteañeros. Participaron en las intervenciones en Irak, entre 2003 y 2011, o Afganistán, que se mantiene desde 2001.
Ante la difícil adaptación a su vida civil en EE UU, la añoranza de un entorno militar y el anhelo de justicia, la lucha contra el EI se vuelve atractiva para los exmilitares. Algunos dan el paso y viajan hasta Irak o Siria. Su historia simboliza los estragos de la generación que combatió en las llamadas guerras contra el terrorismo y está marcada por el estrés postraumático. La que luchó en dos guerras largas, caras y sin victoria, de las que EE UU no logra escapar.
Los voluntarios pretenden compensar la ausencia de tropas de combate estadounidenses sobre el terreno. “Estamos donde los Gobiernos fracasan en actuar. Lo podemos hacer muy rápido, no necesitamos un voto del Congreso”, esgrime VanDyke en una entrevista en Washington.
En 2011, VanDyke luchó con los rebeldes libios y estuvo seis meses encarcelado por las fuerzas de Muamar el Gadafi. Antes vivió en Irak y luego en Siria.
Luchar con según qué grupo puede acarrear un delito de apoyo material al terrorismo
EE UU lidera una coalición internacional de bombardeos contra el EI en Irak y Siria, que se iniciaron en agosto y septiembre, respectivamente. En Irak, hay desplegados 3.000 militares que entrenan y asesoran a las fuerzas nacionales y kurdas. Pero, a diferencia de la intervención que finalizó hace cuatro años cuando se creía haber estabilizado Irak, excluye tropas para luchar sobre el terreno. La Casa Blanca pidió en febrero autorización al Congreso para que puedan luchar en tierra en casos excepcionales, pero la solicitud está estancada.
VanDyke fundó en octubre Hijos de la Libertad Internacional, una organización que busca gestionar el entrenamiento de cristianos asirios en Irak para que puedan volver a sus localidades conquistadas por el EI. VanDyke se encargó de captar —y luego colaboró con ellos en Irak— a los veteranos que entrenaron a la milicia conocida como Unidad de Protección de la Planicie de Nínive (NPU), mientras las autoridades locales reclutaron a los combatientes cristianos y coordinaron la logística. EL PAÍS ha confirmado con tres fuentes, y por medio de fotografías y vídeos, la existencia de dicha milicia.
La NPU se nutre de donantes cristianos. Uno de ellos es la Organización Mesopotamia Americana, con sede en California y cuyo objetivo es la creación de una provincia para la minoría asiria en Irak, que vive perseguida. Ha entregado “decenas de miles de dólares” a la NPU para su entrenamiento (sin incluir armas), según explica por teléfono su portavoz, Jeff Gardner.
A finales de febrero, la organización rompió relaciones con VanDyke por discrepancias personales. Actualmente, él trata de impulsar otra milicia de cristianos entrenada por exmilitares estadounidenses. Mientras, la NPU negocia con las autoridades kurdas su despliegue en el frente y prevé ampliar su contingente.
Los voluntarios pretenden compensar la ausencia de tropas estadounidenses sobre el terreno
Los servicios de inteligencia estiman que unos 150 estadounidenses han viajado, o han tratado de hacerlo, a Siria para unirse a grupos yihadistas. Pero no hay cálculos sobre cuántos han tomado la decisión inversa. Un portavoz de una milicia kurda dijo al diario The New York Times que más de 100 estadounidenses combaten al EI en Siria. En Irak, líderes kurdos anunciaron que hay una decena de occidentales, pero luego se desdijeron.
No es un fenómeno nuevo. Brigadistas norteamericanos participaron en la Primera y la Segunda Guerra Mundial antes de que EE UU entrara oficialmente en el conflicto. También lo hicieron en la Guerra Civil española.
Ahora crece la preocupación: “El Gobierno no apoya que ciudadanos estadounidenses viajen a Irak o Siria a luchar contra el EI”, explica un alto cargo del Departamento de Estado. Al margen de los riesgos propios de una guerra, están los legales: luchar con milicias que tienen lazos con grupos que EE UU considera organizaciones terroristas. Según un portavoz del Departamento de Justicia, cada caso es distinto porque depende de la actividad del voluntario y con quién combate.
Luchar con según qué grupo puede acarrear un delito de apoyo material al terrorismo. El único caso reciente que se conoce es el de un exmilitar que en 2013 fue detenido en EE UU acusado de combatir en Siria con el Frente Al Nusra, una rama de Al Qaeda que lucha contra el régimen sirio. Se enfrentaba incluso a la pena de muerte pero a los seis meses fue liberado al alcanzar un acuerdo con la fiscalía y declararse culpable de un delito menor. Según sus abogados, la fiscalía admitió haberse equivocado porque el voluntario se unió a una milicia rebelde no terrorista.
Los que se unen al bando yihadista
En las últimas dos semanas, las autoridades han detenido a dos estadounidenses con experiencia militar acusados de tratar de unirse al Estado Islámico. Uno de ellos es un hombre de 22 años especialista de la Guardia Nacional del Ejército, que fue detenido antes de viajar a Egipto. El otro es un hombre de 47 años que trabajó hasta 1990 como mecánico de las Fuerzas Aéreas. Tras viajar a Turquía, fue expulsado por las autoridades y acabó volviendo a EE UU, donde fue arrestado.
Son los primeros casos que se conocen de militares estadounidenses en activo o retirados que tratan de integrase al grupo yihadista.
Las dudas legales se extienden a los promotores de esta actividad, que puede llegar a considerarse una guerra privada y que solicitan financiación desde sus páginas web, como VanDyke y la Organización Mesopotamia Americana. Todo ciudadano o entidad estadounidense necesita una licencia para proveer servicios de defensa, incluido entrenamiento, en el extranjero, explican en el Departamento de Estado. La aprobación depende de factores como a quién se entrena o si está en juego el interés de seguridad nacional de EE UU.
A la hora de seleccionar a los voluntarios, VanDyke los divide entre los que tienen “buena” o “mala” motivación. De un lado, “hay personas que salieron del Ejército, tienen un trabajo civil pero no están contentas y quieren hacer algo que les permita sentirse importantes de nuevo”. Y del otro, “los enfermos mentales, los buscadores de emociones”, que incluyen desde exmilitares frustrados porque nunca fueron a la guerra hasta civiles desorientados.
Ian Smith, un exmarine de 38 años que estuvo tres veces desplegado en Irak, conoce a varios veteranos que han manifestado en las redes sociales interés por ir a luchar contra el EI. A él ni se le ocurre, por su familia y porque no cree que la estrategia contra los yihadistas deba ser militar. Pero cree entender los motivos de otros. “Muchos murieron tratando de deshacerse de la gente que ahora usa el nombre del EI. Así que principalmente están motivados por el deseo de acabar el trabajo”, escribe en un correo desde California.
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