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Una Somalia en el Mediterráneo

El caótico caldo de cultivo del país tras la caída de Gadafi favorece el auge del yihadismo

Javier Casqueiro
Video aéreo distribuido por el Ministerio de Defensa egicio en el que se ven las posiciones del EI, en Libia.
Video aéreo distribuido por el Ministerio de Defensa egicio en el que se ven las posiciones del EI, en Libia. AP

“Libia se ha convertido en la Somalia del Mediterráneo”. La frase es de Jonathan Powell, el enviado especial en la zona del primer ministro británico, David Cameron, y experto en el proceso de paz de Irlanda del Norte. Desde la misión especial de la ONU para Libia, que encabeza el diplomático español Bernardino León, la definición del momento no es menos dramática: “Estamos ya en la línea del límite y el siguiente paso es el abismo”. Los ataques de la fuerza aérea egipcia se han cebado en la zona cercana a Derna, la ciudad tomada hace meses por varias milicias islamistas próximas al Estado Islámico (EI), como Ansar el Sharía y los Mártires de Abu Salim.

Los expertos advierten de que la presencia de las fuerzas islamistas aliadas del EI en Libia no es aún muy relevante desde el punto cuantitativo. Sí es cualitativamente muy amenazante, porque esa área está muy próxima a la frontera y por tanto es muy permeable a los yihadistas que retornan de Siria e Irak. Derna no tenía, en su día, una tradición de islamismo radical. Era una ciudad con actividad cultural, muy influida por las migraciones.

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Pero en Derna se asentó ya en la primavera pasada Ansar el Sharía, aunque con un líder local de procedencia yemení o saudí, y ahora disputa el poder a otras milicias islamistas que han logrado imponer sus consejos locales justicieros. Al principio, la población local se dejó llevar y ahora vive atemorizada por las nuevas costumbres impuestas, aunque también hay líderes jóvenes que se han adherido al Estado Islámico, concluyen fuentes extranjeras conocedoras de la situación.

El caótico caldo de cultivo en el que vive el país desde hace casi tres años, tras la caída del dictador Muamar Gadafi, ha propiciado un mercado de contrabando en el que se puede adquirir casi de todo. Se estima que en Libia, además, puede haber unos 20 millones de armas descontroladas, casi cinco por habitantes.

La aviación egipcia ha concentrado sus ataques aéreos en las afueras de Derna, donde radica la base de Ansar el Sharía, sobre todo en los montes de Bomsafr, entre la ciudad y Ain Mar, donde también tiene su cuartel general Abu Salim. Han tomado varios edificios que les sirven de refugio y que han sido bombardeados. Otros ataques han golpeado la zona de Bab al Shiha, donde podría esconderse ahora el líder local del EI, Bashar Al Rissi, al que se creía muerto desde hace dos meses en un asalto anterior y que ahora habría caído herido. Hay quien apunta que los aviones han llegado hasta Ras Al Hilal, a unos 90 kilómetros. Se apunta, aunque de una manera muy poco fiable, a entre 40 y 50 muertos.

La ONU intenta acelerar el diálogo entre los grupos locales rivales

La salvaje actuación del Estado Islámico local y la contundente respuesta egipcia llega justo en otro momento crítico para el inestable proceso de paz que comanda la misión especial de la ONU (UNSMIL). El jueves pasado, Bernardino León logró reunir en un mismo edificio por primera vez en territorio libio, en concreto en la ciudad de Ghadames, al sur, a todos los actores en esta complicada negociación. No se vieron cara a cara sino a través de la mediación del diplomático español. Pero parecía ser un gran avance.

Estaban allí políticos y representantes del Parlamento y el Gobierno reconocido internacionalmente, ubicado en Tobruk, a 1.400 kilómetros de la capital, y también del otro Gobierno y Congreso, el que se reúne en Trípoli y tiene más respaldos de los grupos islamistas. También llegaron a Ghadames líderes tribales y de otros colectivos. En la mesa se pusieron los dos puntos principales de las conversaciones: un alto el fuego inmediato y la necesidad de un Ejecutivo de unidad.

Pero el violento fin de semana ha cambiado todos los planes. Los responsables de la UNSMIL quieren acelerar las negociaciones entre las partes en conflicto.

La inestabilidad llega a tal punto que el presidente Al Thini, del Gobierno reconocido internacionalmente, mantiene desde hace varias semanas con un enfrentamiento encarnizado con el general golpista Jalifa Hifter, el militar en el que se había apoyado estos meses ante la falta de unas Fuerzas Armadas operativas y hasta de policía del Estado para combatir a las distintas milicias islamistas, sobre todo en la zona de Bengasi.

Hace dos días se han reunido, con el arbitraje del presidente de ese Parlamento, para convenir un pacto mutuo de no agresión. Al menos de momento.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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