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Tribuna
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México: justicia selectiva

La ley no protege ni garantiza los derechos de todo mexicano

“En América Latina no nos gusta hablar de libertad porque ser libre compromete” dijo una vez Mario Vargas Llosa. Negarnos a asumir compromisos es una decisión que abre la puerta para que otros decidan por nosotros y no precisamente de la mejor manera.

México sigue de luto. Al cumplirse cuatro meses del crimen de Ayotzinapa, la Procuraduría General de la República decidió poner fin a la investigación con una conclusión mediática que, sin evidencia contundente, pudo haber sido producto de arreglos, irregularidades, hipótesis sin fundamento e incluso torturas como ha sucedido en múltiples ocasiones.

Cuando la versión oficial se anticipa a las pruebas de los expertos, la verdad queda totalmente sepultada. El Dr. José Narro, Rector de la UNAM pidió al presidente Peña Nieto un mayor esfuerzo para esclarecer este crimen. La respuesta inmediata fue que, efectivamente, tiene que haber justicia y castigo para los responsables pero al mismo tiempo subrayó que no podemos quedarnos atrapados en este momento a pesar de la pena, el dolor y la tragedia.

Ayotzinapa no fue la causa sino el efecto y el reflejo de lo hundidos que estamos

El problema es que llevamos muchos años atrapados en la misma trampa. Ayotzinapa no fue la causa sino el efecto y el reflejo de lo hundidos que estamos. El dolor que produjo este crimen sirvió para recordar lo lejos que estamos de la verdad, la libertad, la justicia y la paz. Algunos insisten que este caso es uno más de muchos. No comparto esa opinión. Ayotzinapa es y será relevante porque mostró al mundo lo que no queremos ver y mucho menos aceptar: el tamaño, las condiciones y complejidad de la trampa en la que llevamos muchos años atrapados.

México es un país de muchas leyes y poco estado de derecho. El problema no sólo es que la ley no se aplica sino la forma como la entendemos gobernantes y gobernados. Decía Benito Juárez: “A mis amigos, justicia y gracia, a mis enemigos, la ley a secas.” Esta afirmación sigue vigente; en México, la justicia es selectiva. La ley no protege ni garantiza el respeto a los derechos inalienables e inherentes de todo mexicano, empezando por el derecho a la vida y la libertad. La ley refleja el poder de quienes gobiernan. Difícilmente habrá paz en un país donde se escoge a quienes premiar y castigar con base en criterios personales.

Aunque parezca irracional, descarada y contradictoria, esta es la realidad de nuestro querido México. El grito de libertad, el reclamo de justicia y el anhelo de vivir en paz están en la misma trampa porque no hemos tenido el valor de reconocer, abrazar y defender la verdad para encontrar la salida. ¿Qué tan lejos estamos de aquello que criticamos y que tanto nos duele? En realidad no mucho. Lo que hoy nos aflige profundamente es reflejo de lo que hemos decidido, tolerado y permitido.

Mario Vargas Llosa tiene razón, preferimos dejar de lado la libertad para no tener que asumir compromisos. Cuando algo sale mal buscamos a quien reclamar, señalar y culpar. El problema siempre está enfrente, es de otros, que ellos lo resuelvan. Si caímos en esta trampa es porque alguien nos empujó, somos víctimas. Aún estamos esperando que alguien nos saque, que alguien nos salve. Ahí está el problema.

¿México merece algo mejor?, nos preguntamos muchos. Para merecer hay que esforzarse, trabajar, cuestionar, reconocer y replantear. El problema es que, antes de hacer todo esto, optamos por ver la realidad en blanco y negro; clasificamos a los líderes como buenos y malos. Solemos perder la memoria de un momento a otro y cambiar de opinión con gran facilidad. A quienes deberían representarnos dignamente los vemos brincar de un cargo a otro en busca de más poder; muchas veces sin dar resultados ni rendir cuentas. De pronto nos indignamos, señalamos y poco después olvidamos.

Ayotzinapa es moneda de dos caras. Además de despertar conciencias y unir, ahora divide. En torno a este crimen se están abriendo dos caminos opuestos. Esa polarización es reflejo de cómo somos y pensamos, el problema es que ninguno plantea la salida de la trampa. El riesgo no sólo es permanecer atrapados, peor aún sería posponer indefinidamente la salida. Resulta muy lamentable que algunos aprovechen el dolor ajeno para politizar y cargar ideológicamente un reclamo de justicia que siempre es legítimo por el simple hecho de defender y exigir respeto a la vida.

¿México merece algo mejor? Depende de todos los mexicanos. Si queremos salir de la trampa de una vez para siempre tenemos que perder el miedo a todo; recuperar el valor de reconocer, abrazar y defender la verdad. Inevitablemente habrá que esforzarnos, trabajar, cuestionar, reconocer y replantear. La esperanza está viva. El futuro no está definido.

Armando Regil Velasco es Presidente Fundador del Instituto de Pensamiento Estratégico Ágora A.C. (IPEA). Twitter: @armando_regil

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