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El hogar en un barracón nazi

El alcalde de Schwerte indigna a las autoridades regionales y a colectivos sociales con su decisión de albergar a refugiados en un antiguo campo de concentración

Barracón del antiguo campo de concentración de Schwerte donde van a ser alojados los refugiados./ Bernd Thissen (AFP)
Barracón del antiguo campo de concentración de Schwerte donde van a ser alojados los refugiados./ Bernd Thissen (AFP)

El campo de concentración que levantaron los nazis en Schwerte, una pequeña ciudad alemana ubicada en el land de Renania del Norte-Westfalia, tuvo corta vida —abrió sus puertas el 6 abril de 1944 y los últimos presos lo abandonaron el 15 de enero de 1945—. Los reclusos tenían la misión de reparar las locomotoras de la red ferroviaria del III Reich. En su época de mayor actividad, unos 700 trabajadores esclavos, la mayoría de ellos polacos enviados desde el campo de Büchenwald, habitaban los barracones, separados del mundo exterior por una alambrada electrificada. El pequeño campo cayó en el olvido y ahora, 70 años después de ser clausurado por los aliados, ha cobrado una inquietante actualidad a causa de una polémica iniciativa del alcalde de la ciudad, que ha decidido reacondicionar uno de los barracones del antiguo campo para albergar a 21 refugiados, la mayoría procedentes de África.

Cuando la medida fue anunciada la semana pasada por el regidor, el democratacristiano Heinrich Böckelühr, tanto las autoridades de dicho Estado federado como la jefa del Gobierno regional, la socialdemócrata Hannelore Kraft, artistas y organizaciones humanitarias intentaron impedirla con un argumento categórico: un lugar de explotación, represión y violencia no podía utilizarse como albergue para refugiados.

Todo inútil. Hace unos días, el alcalde asombró a sus críticos con otra frase contundente: “No puede ser que todos los edificios sigan siendo tabú 70 años después del fin de la II Guerra Mundial”. Para justificar su decisión, el Ayuntamiento aclaró que la ciudad había hecho un riguroso ajuste de cuentas con el pasado nazi y que en los terrenos del antiguo campo se había construido un digno símbolo de homenaje a las víctimas.

“Es una solución pragmática. La ciudad no está inquieta por las críticas”, replica el Ayuntamiento alemán

“El lunes, llegaron los primeros 10 refugiados”, dijo el portavoz municipal, Carsten Morgenthaler. “La ciudad no está inquieta por las críticas y se trata de una solución pragmática”, añadió, tras recordar que ya en el pasado el barracón, que fue usado como dormitorio por los guardianes de las SS del campo, fue utilizado como albergue provisional para la población que había perdido sus hogares durante la guerra, como bodega y también como un centro cultural.

La decisión presenta también otras facetas. Schwerte se halla casi en bancarrota y el número de refugiados se ha triplicado, un fenómeno que afecta igualmente a muchas otras ciudades alemanas que se han visto obligadas a improvisar para dar cobijo a una marea humana que busca asilo y seguridad en el país. Ausburg, por ejemplo, quiere habilitar un antiguo edificio que sirvió de cárcel a los trabajadores esclavos en la época nazi. Pero la duda persiste. ¿Es apropiado, o legítimo, albergar a refugiados en antiguos campos de concentración?

“Los refugiados tendrán aquí más espacio para vivir y más intimidad”, admitió Hans Bernd Marks, presidente honorífico del grupo de trabajo que vigila la llegada de refugiados a la ciudad. “Además, la tienda de alimentos más próxima se encuentra a solo 10 minutos caminando”, añadió. Es posible, pero el lugar ya está en la mira de la población. El fin de semana pasado, un grupo de jóvenes atacó con piedras el barracón, un gesto que solo hace prever malas noticias para la ciudad.

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