El recrudecimiento de la violencia aleja el diálogo en Libia
Pospuesta 'sine die' la ronda de conversaciones que debía haberse iniciado el lunes
No hay manera de poner fin a la violencia enquistada en Libia desde la guerra civil que provocó la caída del régimen de Muamar el Gadafi en 2011. Las sesiones de diálogo entre las partes en conflicto se van aplazando mientras el país se hunde en un caos legal y político, troceado por decenas de milicias. La última ronda de conversaciones auspiciada por Naciones Unidas debía haberse iniciado el pasado lunes, pero se ha pospuesto sine die ante la falta de voluntad política por parte de las diversas facciones, que intensificaron sus ataques los días previos a la cita.
La ONU apuesta por encontrar una salida negociada al violento pulso que enfrenta a dos grandes alianzas de movimientos políticos y milicias, cada una con un Gobierno y un Parlamento propios. En Tobruk, al este del país, tiene su sede el Parlamento y el Gobierno surgidos de las elecciones del pasado verano. En Trípoli, la capital, se encuentra el legislativo en funciones antes de los comicios, con una fuerte influencia de los grupos islamistas.
Sin embargo, el diplomático español Bernardino León, máximo representante de la ONU en Libia, sostiene que el conflicto es más complejo que una simple lucha entre islamistas y laicos, pues tiene un fuerte componente tribal. Ahora bien, León ha reconocido que en el bando de Trípoli se integran figuras pertenecientes al islamismo radical. “Las fronteras entre ese grupo y los representantes del Estado Islámico (EI) no están bien definidas”, agregó en declaraciones a la Cadena Ser.
Durante los últimos meses, varias informaciones han apuntado al establecimiento de una base de operaciones del EI en la ciudad oriental de Derna. Según León, la presencia de los yihadistas en Libia no es sustancial, pero sí “cualitativamente importante”. Una de las principales preocupaciones de Occidente es la entrada por el despoblado sur del país de armamento destinado a fortalecer a los combatientes del EI. Para abortar esa posibilidad, el presidente francés, François Hollande, declaró el lunes que su país está preparado para lanzar bombardeos contra los militantes que entren en Libia por su frontera meridional.
No obstante, el portavoz del parlamento de Tobruk, Aqila Issa, descartó cualquier tipo acción militar de Occidente en territorio libio: “Rechazamos una intervención militar extranjera en Libia. Si necesitamos cualquier intervención militar, la pediremos a nuestros hermanos árabes”. Sus declaraciones tuvieron lugar a la salida de una reunión de la Liga Árabe, que apoya al Gobierno de Tobruk en su choque de legitimidades frente al de Trípoli. Esta era la posición de la mayoría de la comunidad internacional, pero una sentencia del Tribunal Supremo dictaminó que la convocatoria de las elecciones del pasado verano fue anticonstitucional y ordenó la disolución del nuevo Parlamento, añadiendo aún mayor confusión a un panorama caótico.
Durante las últimas semanas, se han recrudecido los combates entre milicias opuestas, así como también los ataques contra infraestructuras como aeropuertos y terminales de exportación de petróleo. El lunes, fuerzas leales al Gobierno de Tobruk bombardearon un petrolero de propiedad griega en el puerto de Derna, provocando la muerte de dos de sus tripulantes. De acuerdo con un portavoz militar, el coronel Ahmed Mesmari, la embarcación se desvió de su trayectoria esperada y se dispuso a atracar en el puerto de Derna antes de recibir el permiso correspondiente. Ante la sospecha de que podría transportar militantes extremistas, se procedió a su bombardeo.
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