Las Américas, a la búsqueda de un destino
La realidad es que todos los países de esta cumbre, empezando por España, tienen el mismo problema: no saben dónde están
Casualidad o no, en días recientes, las Américas, esas que no hablan inglés, sino español y portugués, tuvieron la oportunidad de exhibir con claridad, tanto en Quito (Unasur) como en Veracruz (XXIV Cumbre Iberoamericana), qué tienen y qué les falta. Resulta difícil para todos aceptar que el mundo que conocimos ya no existe, pero para los políticos es aún más triste y deprimente. Sin embargo, la realidad no miente: el modelo ha fracasado.
Únicos elementos en común de ambas reuniones: los intereses, las riquezas, el español y todo lo que se puede hacer. Puntos que les separan: hay una América (la del Sur), conectada con ese subcontinente llamado Brasil que apuesta por un sueño y por lograr la construcción de una personalidad e identidad sudamericanas, y otra América, la que se reunió en Veracruz, hecha de retazos, de cosas que ya no sirven y que muestra la pérdida de la identidad, la titularidad y, sobre todo, del ejemplo español.
Esta última cumbre iberoamericana fue la primera para un rey joven, Felipe VI, pero fue una más para todo el cúmulo de intereses españoles que tratan de encontrar un camino por el Este y el Oeste para seguir siendo una potencia regional. Fue deprimente ver al presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, que, más allá de la lengua y de repetir generalidades sobre el espíritu iberoamericano, no pudo, no quiso y nunca sabrá conectar con uno de los pocos elementos que le quedan a España para recuperarse de una crisis tan profunda: los mercados americanos. Su discurso (afortunado o no) estuvo lleno de palabras huecas sin siquiera una gentileza dialéctica, muestra del desconocimiento del papel que las Américas juegan en la recuperación de la maltrecha economía española.
En estos tiempos es necesario hacer balances y sacar resúmenes. Por esa razón, resulta inexplicable que los consejeros del Rey español permitieran que se fuera de América sin algo tangible, salvo su discreción y dedicación. Pese a llegar 48 horas antes que el resto, la sensación que dejó es que no aprovechó la reunión para ir cimentando relaciones personales ni pasos institucionales para fortalecer un prestigio propio, desvelando la ausencia de una política, a pesar de necesitar la relación con la América que habla español.
Mariano Rajoy no pudo, no quiso y nunca sabrá conectar con uno de los pocos elementos que le quedan a España para recuperarse de la crisis: los mercados americanos
También resulta incomprensible como, en un momento tan difícil para México y siendo el anfitrión, el presidente Peña Nieto usara la cumbre para reafirmar sus fuertes lazos con Televisa. La grave crisis política en la que está sumido el país que tiene desconcertado a su Gobierno sirvió para que la América que acudió, que ya no es de derechas o de izquierdas, sino la que no había suscrito los acuerdos ni la declaración de Quito, lo arropara.
La realidad es que todos los países de esta cumbre, empezando por España, tienen el mismo problema: no saben dónde están y, lo que es peor, les cuesta demasiado identificar el destino y camino a seguir. Pero como la realidad y los hechos son tozudos, uno no puede sustraerse a un hecho: el cúmulo de intereses de la América que no estuvo en Veracruz pasa, sin duda, por las economías emergentes y, más pronto que tarde, China podrá monopolizar el desarrollo energético y tecnológico de un territorio tan vasto y tan rico como Brasil, al que acompañan países tan diversos como Venezuela, Argentina, Bolivia y Cuba, con esa extraña neutralidad activa, con un pie en Oriente y otro en Occidente.
América Latina sigue siendo un mercado muy importante como es la Unión Europea para los españoles o China y Rusia para los estadounidenses. Lo que se echa de menos es que la lengua, el conocimiento, la definición de ser iberoamericano no sean suficientes para confesar, reconocer y encontrar un camino común a la búsqueda de una nueva identidad.
España está en Europa, sin embargo, es la madre y el padre de cerca de 500 millones de personas que hablan su idioma. Ahora busca lograr un rebote de su economía a través de sus antiguas colonias donde radican muchas de sus empresas. Por eso, es esperable y exigible que tenga una política más inteligente, clara y realista sobre lo que significa Iberoamérica.
No se trata de si la reunión de Quito o de Veracruz son mejores o peores, pero sí de constatar la diferencia entre el mundo de los intereses emergentes (el chino y el ruso) frente al de los intereses descendentes (españoles, europeos y estadounidenses). Unos saben a dónde van. Los otros están envueltos en palabras huecas que nadie cree y que al final ni siquiera sirven para dejar contentos a los participantes en una reunión que cuesta mucho, pero sirve poco.
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