Bachelet atraviesa el peor momento de popularidad en su presidencia

Las últimas encuestas políticas en Chile no han traído buenas noticias para el Gobierno de la presidenta Michelle Bachelet. Como resultado de una tendencia acentuada en los últimos años, sobre todo tras las protestas estudiantiles de 2011, el 57% de los ciudadanos asegura que no se identifica con ningún partido, mientras que la aceptación de la Nueva Mayoría de centroizquierda y la Alianza derechista es bajísima: un 22% y 10%, respectivamente. La principal novedad de los recientes estudios, sin embargo, no es el esperable descrédito de la clase política chilena, sino la caída de la popularidad del Gobierno y de la propia Bachelet, que parecía una figura inmune al malestar de la población con las autoridades y las instituciones. La presidenta vive sus horas más bajas.

Según la encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP), la adhesión a la gestión de Bachelet ha bajado desde julio de un 50% a un 38%, mientras que el porcentaje de ciudadanos que afirma rechazar dicha gestión ha subido de un 29% a un 43% en este semestre. Es decir, que en estos momentos son más quienes desaprueban al Ejecutivo que quienes lo apoyan.

Bachelet nunca había caído a registros tan bajos de popularidad, ni siquiera en los peores momentos de su primera Administración (2006-2010), cuando encaró problemas con los estudiantes y con el transporte público. Hoy Bachelet ha dejado de ser la dirigente más valorada de Chile: el respaldo hacia ella ha pasado de un 63% a un 50%, y el voto en su contra de un 12% a un 23%. Los encuestados han dejado de asociar con la presidenta atributos como la confianza y la cercanía, claves para entender su fenómeno político.

Una pregunta ha marcado la agenda política chilena de los últimos días: ¿Qué pasa con Bachelet y su Gobierno solo nueve meses después de llegar al poder? El Ejecutivo considera que las cifras se explican en parte por los problemas de los últimos meses en servicios públicos como el metro y por los efectos de la desaceleración económica, que ha provocado que el crecimiento en 2014 se reduzca a la mitad para llegar a cerca de un 2%. La oposición atribuye la caída de popularidad a las carencias del conjunto de planes estructurales del Gobierno. La reforma tributaria aprobada en septiembre apenas concita un 36% de respaldo, de acuerdo con un reciente sondeo de Adimark, y un 70% piensa que afecta directamente a la clase media, como ha insistido la derecha y el empresariado. El mismo porcentaje de apoyo del 36%, con un 56% de rechazo, tienen los cambios relativos a la educación. La promesa de la presidenta de lograr un sistema gratuito y de calidad generó altos niveles de expectativas, pero la complejidad de la discusión de la reforma en el Congreso ha retrasado la agenda legislativa. El titular de Educación, Nicolás Eyzaguirre, es el ministro peor evaluado del gabinete de Bachelet.

A comienzos de agosto, la presidenta señaló que estaba dispuesta a arriesgar su propio capital político para llevar adelante el paquete de reformas contemplado en su programa de Gobierno, con el que ganó la segunda vuelta de las elecciones con un 62%. Hace algunas semanas, ante el empresariado, Bachelet indicó que prefería “asumir y conducir las inevitables divergencias que crean las reformas antes que aceptar resignada que se frustre esta oportunidad de desarrollo”.

Con un liderazgo rasguñado pero que sigue siendo uno de los más sólidos de la centroizquierda, Bachelet parece dispuesta a asumir las consecuencias de los cambios, aunque también a enmendar el rumbo. Puede que mueva las piezas de su equipo político y económico, el engranaje clave del Gobierno, e incluso que dé un volantazo en educación. Su popularidad, mientras, sigue cayendo.