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Rusia y Alemania quieren obligar a Kiev y los separatistas a pactar

Ambos países coinciden en que el fin de la guerra en Ucrania requiere acomodar los intereses de las partes en un Estado común

Pilar Bonet
Sergei Lavrov, ministro de Exteriores ruso, habla con Frank-Walter Steinmeier, su homólogo alemán.
Sergei Lavrov, ministro de Exteriores ruso, habla con Frank-Walter Steinmeier, su homólogo alemán.AFP

El fin de la guerra en el Este de Ucrania requiere un amplio acuerdo entre Kiev y los insurgentes, que acomode los intereses de ambas partes en el Estado común, según coincidieron lo ministros de Exteriores de Rusia y Alemania, Serguéi Lavrov y Franz-Walter Steinmeier, tras reunirse el martes en Moscú. Los ministros apoyaron los documentos firmados en Minsk el pasado septiembre bajo los auspicios de la OSCE, por haber sido suscritos conjuntamente por representantes del gobierno central de Kiev y los independentistas en el único diálogo directo que se ha producido entre ellos. Steinmeier advirtió que resultaba "muy fácil llegar a la conclusión de que los acuerdos de Minsk no se cumplen", pero advirtió contra esa "ligereza". "No veo una salida militar de este conflicto y por eso necesitamos los esfuerzos de todos, incluida Rusia, para conseguir resolver la situación que amenaza la soberanía y la integridad territorial de Ucrania", dijo el jefe de la diplomacia alemana.

El posicionamiento de los ministros se produjo sobre un telón de fondo crecientemente deteriorado en el Este de Ucrania, donde se sigue violando el alto el fuego acordado en Minsk y donde los insurgentes resisten gracias a la ayuda de Rusia. Steinmeier y Lavrov dieron un impulso a la diplomacia justo cuando el presidente de Ucrania, Petró Poroshenko, y su primer ministro, Arseni Yatseniuk, volvían a orientarse hacia la guerra y también cuando proponían otros foros de negociación distintos a la capital de Bielorrusia. Antes de llegar a Moscú Steinmeier pasó por Kiev, donde se entrevistó con los máximos dirigentes ucranianos. En su cita con Poroshenko sonó la idea de organizar un foro trilateral entre Polonia, Francia y Alemania, según la agencia ucraniana Unian. Yatseniuk, por su parte, propuso conversar en un país neutral (Bielorrusia es aliada de Rusia).

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Los planteamientos de Poroshenko y de Yatseniuk eran diferentes, pero el elemento común de ambos era el rechazo de los independentistas como interlocutores directos y la preferencia de Kiev por los marcos interestatales para hablar sobre los secesionistas y sobre la ayuda que Rusia les presta. Sobre el terreno en Donetsk, han despertado gran zozobra las decisiones de Kiev de no pagar las pensiones y prestaciones a los habitantes de la "zona de la operación antiterrorista" (tal es el nombre que Kiev da a la operación militar en el Este) y de cerrar las empresas dependientes de la administración, haciendo caso omiso de los ruegos de los políticos del Este que todavía son leales a Kiev. Las filiales bancarias de Donetsk no sirven a sus clientes locales y se nota la miseria, dijo una habitante local contactada telefónicamente.

Rusia y Alemania, cada una por sus razones, fuerzan a las partes a negociar. Steinmeier mostró cierta urgencia por poder recuperar a Moscú plenamente para abordar otras "amenazas en el mundo" como la situación en Oriente Próximo, en Siria y las conversaciones con Irán.

Rusia sigue en su línea de forzar una federalización de Ucrania. El ministro ruso recordó que Ucrania se comprometió a una reforma constitucional basada en un "amplio diálogo nacional" el 17 de abril en Ginebra cuando representantes de Kiev, EEUU, EU y Rusia se reunieron por primera vez para tratar de encauzar el conflicto que progresaba aceleradamente en las autoproclamadas Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk (RPD y RPL). Lavrov acusó a los dirigentes ucranianos de tratar de enmendar su carta magna de forma burocrática en un comité de la Rada y sin involucrar a las regiones del Este del país. El viaje de Steinmeier a Kiev y a Moscú es resultado de las largas conversaciones que la canciller Ángela Merkel mantuvo con el presidente Vladímir Putin y también con Jean-Claude Juncker en la cumbre del G-20 en Australia. En una entrevista posterior, Steinmeier se mostró receptivo ante "nuevos enfoques para reducir la tensión en las relaciones de la UE con Rusia" y afirmó que representantes de la UE y de la Unión Euroasiática (Rusia y sus aliados económicos) podían reunirse para mantener "un primer contacto", una reunión de ambas organizaciones en pie de igualdad que podría contribuir a mejorar la relación. Si este diálogo se produce, Putin habría conseguido por fin poner en marcha el diseño que esbozó en la cumbre con la UE en junio de 2012. Rusia, que acababa de ingresar entonces en la OMC, no quiso profundizar en solitario su relación comercial con la UE e indicó que prefería emprender este camino en compañía de sus socios de la Unión Aduanera, el Espacio Económico Común y la Unión Económica Euroasiática también. En aquella ocasión Putin dijo que estas organizaciones que vinculan a Rusia con sus aliados postsoviéticos eran "totalmente compatibles" con los objetivos de reforzar las relaciones entre Rusia y la UE. El diálogo entre organizaciones de Estados europeos y euroasiáticos daría a Putin la posibilidad de perfilarse (y ser aceptado por Bruselas) como el líder de nuevas formas de organización en el espacio postsoviético. Paralelamente, Rusia ha intentado que el Tratado del Acuerdo de Seguridad Colectiva (ODKV en sus siglas en ruso) se relacionara con la OTAN. Lavrov se expresó el martes de nuevo sobre el papel que la ODKV puede desempeñar en la seguridad de Asia Central a la vista de la salida de las tropas de la coalición antiterrorista en Afganistán. Steinmeier dijo confiar en que pronto se firmará el documento por el cual las partes enfrentadas en el Este de Ucrania se retirarán de sus posiciones actuales junto con su equipo pesado y la artillería para dejar un espacio desmilitarizado de 30 kilómetros y que a partir de ahí será posible acelerar el intercambio de prisioneros.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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