Londres expulsa a 325 cadetes libios tras una ola de violaciones
La capital paraliza el programa de adiestramiento de soldados del Ejército de Libia después varias agresiones sexuales en Cambridge
El programa de entrenamiento de soldados del Ejército libio en Cambridge (Reino Unido) ha terminado antes de tiempo en medio de graves escándalos que incluyen acusaciones de violaciones y agresiones sexuales. El Ministerio de Defensa británico ha decidido mandar a Libia de vuelta a lo que queda del primer contingente de 325 militares magrebíes —cerca de 90 ya habían regresado antes, algunos por sanciones disciplinarias— que recibían desde junio entrenamiento en la base de Bassingbourn.
Fue una iniciativa a la que se comprometió en 2013 el primer ministro, David Cameron, junto a otros líderes del G8, tras la caída del dictador Muamar el Gadafi en 2011, para instruir a las tropas libias y formar un Ejército que pudiera combatir a los grupos de milicias que tienen tomadas varias ciudades en un país que se encuentra sumido en una situación próxima a la guerra civil.
El programa, que preveía la instrucción durante 15 meses de hasta 2.000 soldados libios en la base militar situada a 14 kilómetros de Cambridge, se encuentra ahora suspendido y en proceso de revisión total. El Ministerio de Defensa planea reanudar la cooperación y el entrenamiento militar, pero fuera del territorio británico.
Los incidentes con las tropas libias comenzaron desde el primer momento, según se ha conocido ahora. Pero en los últimos nueve días, la policía de Cambridge ha investigado hasta 10 agresiones sexuales. La gota que colmó el vaso fue la detención, el pasado lunes, de dos soldados libios, Ibrahim Abogutida y Moktar Alí Saad Mahmud, de 22 y 33 años, acusados de haber violado a un hombre de 20 años el pasado 26 de octubre en el parque Christ’s Pieces de Cambridge. El juez les tomó ayer declaración con la ayuda de un intérprete.
Otros tres soldados libios del mismo contingente han sido citados también ante el juez por otros delitos de agresiones sexuales registrados la semana pasada con el mismo procedimiento. Actuaban en bloque, como una banda: cazaban a sus víctimas, las acosaban y les robaban sus bicicletas para poder regresar a la base, que se halla en las afueras. Dos de ellos han admitido los cargos y se encuentran bajo arresto.
Los problemas con el batallón libio se han sucedido en Cambridge desde su llegada en junio. Indisciplina, mal comportamiento o nulo interés por las enseñanzas militares han sido las notas características. El Ministerio de Defensa asegura ahora que se siguió un criterio cuidadoso para la selección de los participantes en los cursillos y se les sometió a exámenes y chequeos tanto médicos como de seguridad. El actual Ejecutivo libio, elegido a finales de septiembre por el Parlamento surgido de las urnas convocadas el pasado 25 de junio, aportaba un total de 140 libras (unos 180 euros) por alumno y semana para su estancia en Reino Unido.
Cuando se registraron los primeros problemas, los mandos de la base tomaron la decisión de limitar al máximo las salidas de los soldados libios a la ciudad, y se les obligó a que estuvieran escoltados por fuerzas británicas. Hasta 20 reclutas magrebíes, según el diario The Guardian, han pedido asilo en Reino Unido, aunque ni el Ministerio de Interior ni el de Defensa lo confirman.
La situación se ha vuelto tan preocupante que hasta el diputado conservador por Cambridge Andrew Lansley, quien reconoce haber apoyado el programa en un principio, ha tenido ahora que lamentar que “no ha funcionado como se esperaba”. Lansley agregó: “Está claro que no se ha respetado la prohibición de realizar salidas de la base sin autorización, y las consecuencias han sido inaceptables. El programa no ha respondido a sus objetivos, y el Ministerio de Defensa no ha cumplido sus promesas. No veo otra alternativa que poner fin al acuerdo y repatriar a los reclutas”.
El Ministerio de Defensa ha informado de que, aunque este primer periodo de entrenamiento debía haber durado hasta finales de noviembre, ha decidido, tras acordarlo con el Gobierno libio, “que es mejor para todas las partes implicadas adelantar el fin del programa”.
El Gobierno de David Cameron fue uno de los que más impulsó la operación de la OTAN que acabó con el derrocamiento de Gadafi en otoño de 2011. Llegó a asegurar que los libios disfrutarían así al fin de una democracia plena. Reino Unido, la Unión Europea y otros socios del G8 prometieron que adiestrarían en total a 7.000 soldados de ese país. El panorama sobre el terreno apenas ha mejorado en Libia. El primer ministro británico sigue el asunto de cerca a través de su enviado especial a Trípoli, Jonathan Powell.
Los reclutas que vuelven a Libia no regresan precisamente a un país estable. Ni política, ni económica, ni militarmente. En la capital, Trípoli, hay un Gobierno no reconocido internacionalmente que está demandando una nueva convocatoria electoral y que cuestiona abiertamente el papel jugado por el enviado especial de la ONU a la zona, Bernardino León.
En Bengasi, la segunda ciudad del país, la batalla abierta desde mediados de octubre entre un general golpista apoyado por el Ejército y las milicias islamistas ha causado ya 250 muertos. Varios barrios han sido desalojados y el puerto está cerrado.
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