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Juncker crea un núcleo duro de gobierno en la Comisión Europea

El presidente se inclina por dar a España una vicepresidencia de segunda línea

Claudi Pérez
Jean-Claude Juncker, el pasado 30 de agosto en Bruselas.
Jean-Claude Juncker, el pasado 30 de agosto en Bruselas. OLIVIER HOSLET (EFE)

“Estoy a favor de debates secretos, oscuros”. Durante la última campaña electoral, la prensa británica y el Gobierno de David Cameron cargaron con fiereza contra el candidato del Partido Popular a la Comisión Europea, el luxemburgués Jean-Claude Juncker, por frases como esa. Convertido ya en presidente in péctore, Juncker es fiel a sí mismo: ha conseguido blindarse de las filtraciones, algo poco habitual en el ecosistema de Bruselas, jugando al despiste y a varias bandas para evitar polémicas con las capitales que no consiguen lo que perseguían. Juncker anunciará hoy el reparto de cargos, que al cierre de esta edición seguía siendo una incógnita. Sí hay una novedad importante: el presidente creará un núcleo duro, con cuatro vicepresidentes a quienes dará poder para controlar el brazo ejecutivo de la Unión, según fuentes europeas.

Ese esquema es una especie de minirrevolución en la principal institución de Bruselas, aunque habrá que ver cómo encaja en la arquitectura burocrática de la UE, generalmente poco permeable a los cambios.

Ese cuarteto de zares o supercomisarios no está aún completamente cerrado, pero las fuentes consultadas señalan a los conservadores Jyrki Katainen (Finlandia) y Valdis Dombrovskis (Letonia), que coordinarán las áreas económica y financiera; la socialdemócrata italiana Federica Mogherini —nueva jefa de la diplomacia europea— y el liberal holandés Frans Timmermans, encargado de eliminar barreras burocráticas. A ellos se unirán tres vicepresidentes más, con menos galones y a cargo de áreas específicas: la liberal eslovena Alenka Bratusek y el estonio Andrus Ansip se dan por seguros; la polaca Elzbieta Bienkowska se disputa con el español Miguel Arias Cañete la séptima vicepresidencia, según afirma una fuente europea involucrada en la confección de ese organigrama. Otra opción sería dar las cuatro vicepresidencias fundamentales a los ex primeros ministros de ese listado: Katainen, Dombrovskis, Ansip y Bratusek.

De ese núcleo de elegidos se deducen al menos dos conclusiones. Uno: España no sale especialmente bien parada, como ya es casi habitual. Y dos: el área económica domina todo ese entramado institucional, en una legislatura que se adivina clave cuando Europa se adentra ya el octavo año de la Gran Recesión. El socialdemócrata francés Pierre Moscovici es el gran favorito para ocupar la cartera de Asuntos Económicos y Monetarios. Pero Juncker busca el equilibrio entre las políticas de oferta —austeridad y reformas— y la necesidad de estímulos, y Moscovici verá muy limitado su margen de maniobra, bajo la vigilancia de Katainen y Dombrovskis, dos figuras del gusto de la canciller alemana, Angela Merkel.

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Tanto Katainen como Dombrovskis aprobaron recortes draconianos cuando gobernaban en sus respectivos países, y ambos, poco amigos de los estímulos e incluso de flexibilizar el pacto de estabilidad, son firmes partidarios de continuar con la senda de las reformas y la consolidación fiscal pese al serio riesgo de que la recuperación descarrile. El BCE avisó hace unos días de que el continente necesita impulsos fiscales y monetarios, y no solo reformas.

Y el propio Juncker ha asegurado que uno de los males de Europa es que últimamente estaba “para castigar, no para ayudar”. Pero esos mensajes no terminan de calar. “La secuencia es fundamental: ya dimos dos años más a Francia para cumplir las metas de déficit y París no ha hecho reformas. Primero hay que hacer los deberes y después ya veremos qué margen es posible”, dice una fuente europea.

A España le corresponde una vicepresidencia, según las fuentes consultadas, pero Juncker se inclina por dar una cartera de segunda línea a Miguel Arias Cañete. Poco botín para la cuarta economía del euro, que ha perdido mucho peso en las instituciones en los últimos años, a no ser que finalmente consiga la presidencia del Eurogrupo. Ese puesto está en el aire: el actual presidente, el holandés Jeroen Dijsselbloem, no muestra ningún interés por abandonar el cargo antes de verano de 2015. Y el reparto de sillas en Bruselas puede perjudicar las aspiraciones de Guindos: las dos presidencias más golosas (Comisión y Consejo Europeo) están adjudicadas ya a miembros del PP, Juncker y el polaco Donald Tusk. Y el PP asumirá también la presidencia de la Eurocámara en 2016. Eso ha llevado a los líderes socialdemócratas a pensar en plantear un candidato alternativo. España se ha obsesionado con el Eurogrupo y eso le puede pasar factura en la Comisión.

Juncker presenta hoy su equipo, del que se conocen ya todos los nombres pero aún no las carteras. Habrá siete vicepresidentes. 14 comisarios son conservadores; ocho, socialistas, y hay cinco liberales y un tory británico, Jonathan Hill. Y un total de nueve mujeres. No habrá representantes de Berlín, París y Londres en las vicepresidencias, pero los tres grandes controlarán la maquinaria institucional, con puestos clave entre bambalinas. Europa habla alemán: Juncker y Tusk dominan ese idioma, y en el área económica, a pesar de los cantos de sirena de Draghi a los estímulos, Juncker coloca a dos halcones en el puente de mando, en la línea dura de la ortodoxia filogermánica.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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