Las victorias militares de los separatistas marcan el diálogo ucranio
Kiev acude a las conversaciones de Minsk en pleno retroceso militar
Las victorias militares de los separatistas prorrusos han puesto presión sobre Kiev, que ha acudido a las conversaciones de Minsk —en las que también participan Moscú y los rebeldes del este de Ucrania, bajo mediación de la OSCE— en una posición muy delicada, en pleno retroceso militar y con el anuncio de unas elecciones parlamentarias en octubre.
Los rebeldes afirman haber recuperado varias localidades pequeñas y el aeropuerto de Lugansk, lo que les coloca en una posición favorable para imponer sus propias condiciones. Kiev reconoció la pérdida de la terminal aérea. El diálogo —que tendrá una segunda parte el viernes— arrancó marcado por una espiral de acusaciones recíprocas. El presidente ucranio, Petró Poroshenko, acusó la semana pasada a Rusia de una “agresión directa y abierta”.
Los rebeldes no esperaron el comienzo de las conversaciones para poner sobre la mesa sus exigencias: pocas horas antes, explicaron que lo que querían era una relación de iguales con Kiev, que debía reconocerles un estatus especial, y, a cambio, ellos harían “todo lo posible por mantener la unidad” política y cultural de Ucrania.
El líder ruso, Vladímir Putin, aboga por una mayor autonomía para las regiones rusófonas del este de Ucrania dentro de un Estado federal del tipo de Alemania, Austria o incluso la misma Rusia. Los separatistas, sin embargo, han advertido que el sistema federal se queda corto para sus ambiciones. Quieren más: aparentemente una unión con Kiev que les permitiera, en caso de conflicto, independizarse.
Poroshenko reiteró la semana pasada que su país había optado por un Estado unitario, en el que no cabe el federalismo, contra el que se pronuncian categóricamente los sectores más nacionalistas de los que apoyan al Gobierno de Kiev. Y, hasta el momento, no se aviene a un alto el fuego sin condiciones, como lo pide Moscú, sino que exige la rendición de los rebeldes ofreciéndoles a cambio sólo la posibilidad de abandonar el país sin ser arrestados.
Nadie creía que habría progresos importantes en esta situación de estancamiento, en la que las posturas parecen irreconciliables. Tanto Putin como Andréi Purguín, viceprimer ministro de la autoproclamada República Popular de Donetsk y representante de los separatistas en Minsk, habían expresado su escepticismo horas antes de que comenzaran las negociaciones en la capital bielorrusa. El presidente ruso desde Siberia, donde inauguró la construcción de un gasoducto para bombear combustible destinado a China, acusó a Kiev de no querer “establecer un diálogo serio con el este de su país”, mientras que el dirigente separatista confesó no esperar “progresos sustanciales”, aunque ambos destacaron que el hecho mismo de sentarse a una misma mesa era ya un paso significativo.
El pesimismo de políticos y expertos está determinado también por la agenda electoral ucrania, que impondrá a las diferentes fuerzas en contienda un discurso de dureza para evitar la acusación de estar traicionando los intereses de la patria. Como advirtió Putin, “a medida que suba el tono del debate” aumentará también la tentación de pronunciarse por una solución militar y no pacífica. Lo que quiere decir que probablemente habrá que esperar a que pasen los comicios parlamentarios del 26 de octubre para encontrar un compromiso entre Kiev y los rebeldes. Moscú está convencida de que no hay salida militar al conflicto y dice creer en la posibilidad de construir una Ucrania que tome en consideración los intereses de los diferentes pueblos que la habitan. Putin, al menos, subrayó la semana pasada que Poroshenko “es un socio” con el que se puede negociar.
Con estos antecedentes, no fue una sorpresa que Purguín dijera al término de la reunión del grupo de contacto que la diferencia de posiciones continúa, y que ni siquiera se había debatido la posibilidad de un alto el fuego. Este tema, el de una posible tregua, está previsto que se discuta el viernes.
En el frente de combate, los separatistas se felicitan de haber recuperado el aeropuerto de Lugansk, cuya pérdida Kiev reconoce; por el de Donetsk “se combate encarnizadamente”, y se jactan de su primera “victoria naval” después de destruir dos lanchas patrulleras ucranias. El general retirado Vladímir Rubán, jefe del Centro para Intercambio de Prisioneros, se refirió a la situación como una “catástrofe” y aseguró que en los últimos días 680 soldados habían sido capturados por los rebeldes, el 80% de ellos en los combates de los alrededores de Ilovaisk.
Poroshenko reconoció que “la situación se ha agudizado aún más”, acusó a Rusia de “una agresión directa y abierta” y dijo que en su próximo viaje a Washington planteará la necesidad de reconocer a las rebeldes Donetsk y Lugansk “como organizaciones terroristas”, una posición que no contribuye a mejorar la atmósfera de las negociaciones en Minsk.
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