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Tribuna
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Lula tiene la llave del segundo mandato

El expresidente brasileño sigue siendo hoy el apoyo electoral con el que que todo candidato a las elecciones sueña

Juan Arias

Hace solo dos meses, los analistas políticos del Partido de los Trabajadores (PT) estaban seguros de que los malos resultados de la economía no serían un obstáculo para una nueva victoria de Dilma Rousseff. Tal era la fuerza otorgada al apoyo del carismático expresidente Luiz Inácio Lula da Silva. Existía la convicción de que, en plena campaña, la presencia del antiguo sindicalista, que sigue siendo el motor del PT y su líder más escuchado, sería definitiva para convencer —desde al electorado de más baja renta hasta a empresarios y banqueros—, de que un segundo mandato de Rousseff iba a ser mejor que el primero.

Todo ello acabó siendo puesto en tela de juicio tras la llegada de Marina Silva, propiciada por la tragedia que acabó con la vida del líder socialista Eduardo Campos.

Las últimas noticias negativas sobre el estado de salud de la economía brasileña están convenciendo a los últimos optimistas del PT de que la esperanza de una victoria de Rousseff en la segunda vuelta electoral dependerá exclusivamente de la capacidad de Lula, de su fuerza real para conseguir para ella los votos suficientes para evitar una derrota histórica del PT.

Se trata de una esperanza y de una incógnita. Lula sigue siendo hoy el apoyo electoral con el que que todo candidato a las elecciones sueña. La incógnita es si, dado el terremoto que se ha abatido sobre las elecciones, Lula sigue aún con la fuerza capaz de conseguir una victoria para la candidata a la que presentó siempre como la mejor preparada para gobernar el país.

La dificultad esta vez para el expresidente, incluso con su gran carisma, consiste en deconstruir la imagen de Marina Silva, a la que muchos brasileños ven como una reencarnación femenina de la figura de Lula, de su biografía, y poseedora de buena parte de sus ideas. Se trata de una dificultad añadida que le impediría atacar a Marina Silva, dicen los analistas políticos, ya que la escogió en su primer Gobierno como ministra de Medio Ambiente un reconocimiento entonces de su valor y de su capacidad de gestionar un ministerio que en aquel momento estaba en la mira de la atención internacional dada la importancia ecológica del gigante brasileño. Se trata de un país que alberga una de las mayores riquezas naturales del planeta, empezando por gran parte del agua potable de la Tierra, un bien precioso capaz de promover las nuevas guerras del futuro.

¿Cómo podría hoy Lula acusar a Silva de ser una mala gestora? Tampoco puede atacarla por ser la defensora de las élites, algo que sí le sería fácil si el adversario fuera el conservador Aécio Neves. Para Lula desconstruir a Aécio, si fuera necesario, podría parecerle agua de rosas. Hacerlo con Marina, que militó en su partido, que fue su ministra y su amiga personal durante 30 años y que resulta imposible acusarla de derechas, la receta resultaría más difícil.

Le resulta también difícil atacarla por el lado de la ética o de los principios morales, como persona y como política. Y también por falta de proyección internacional, gracias a su labor como defensora del medio ambiente.

¿Podría Lula atacar a Silva por su falta de experiencia? El propio Lula llegó al poder sin necesidad de contar con ese atributo. Llegó, entonces, en alas del deseo de cambio de la sociedad, exactamente uno de los componentes que constituye hoy el capital de Marina Silva. quien encarna el deseo de cambio, abierto o subconsciente de la mayoría de los brasileños, al mismo tiempo que para ello, por méritos o no de ella, han convertido a Marina en ese mito que se hace necesario y difícil de derrotar en los momentos en que en una sociedad se despierta el prurito de abrirse caminos nuevos, que hoy solo se la puede atacar atacándolo a él. Silva ha sorprendido además con su deseo de poder contar con el apoyo de Lula en caso de una victoria en las urnas.

Si todo eso es cierto, el desafío de Lula para convencer a la mayoría del electorado de que el mito y la bandera del cambio exigido por la sociedad siguen en las manos de Dilma Rousseff, se hace hoy más difícil. Si lo consiguiera, sin necesidad de lanzarse él de nuevo al ruedo, habría demostrado que, en este país, nadie es aún capaz de superar a la fuerza de su mito y de su capacidad de sagacidad política.

Si la pugna entre Dilma y Marina empieza a ser vista como el enfrentamiento bíblico entre el gigante Goliat y el pequeño David, una pugna abierta entre el gigante Lula y su exdiscípula Marina, sería un duelo no menos sangriento.

Silva es una especie de hija política de Lula. Un enfrentamiento abierto durante la campaña en curso, revestiría tintes más que políticos típicamente edípicos que deberían entonces ser analizados más por los psicoanalistas que por los expertos en filosofía política.

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