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Los kurdos forjan un frente antiyihadista

Combatientes de tres países se alían frente al Estado Islámico en el norte de Irak

Ángeles Espinosa
Varias mujeres se dirigen a recoger agua en un campo de refugiados cerca del puesto fronterizo de Zajo, al norte de Irak hoy,.
Varias mujeres se dirigen a recoger agua en un campo de refugiados cerca del puesto fronterizo de Zajo, al norte de Irak hoy,.STR (EFE)

Ni la aviación estadounidense, ni las fuerzas de defensa del Kurdistán iraquí. Quien salvó a Yásem y su familia, y a otros miles de yazidíes atrapados por la ofensiva del Estado Islámico en la montaña de Sinjar a principios de agosto, fue una milicia kurda de Siria, el partido de Unión Democrática (PYD). Más al sur, la ayuda del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK, que opera en Turquía) resultó decisiva para liberar Majmur. Por primera vez, combatientes kurdos de Irak, Turquía y Siria han unido sus fuerzas para luchar contra un enemigo común.

“Los peshmergas se fueron”, afirma Yásem en referencia a las tropas de la región autónoma iraquí. Este hombre, cuyo hermano murió tratando de defender su pueblo de los yihadistas, cuenta que, al no poder resistir, huyeron a las montañas de Sinjar donde se encontraron atrapados durante días sin apenas comida ni agua. “Fue el PYD quien nos abrió el camino, trajo alimentos y puso camiones para evacuarnos”, subraya. Es un relato que repiten la mayoría de los desplazados llegados a Zajo en las dos últimas semanas.

Los kurdos de las Unidades de Defensa Popular (YPG) han logrado controlar una zona del noreste de Siria colindante con Irak y Turquía manteniendo a raya a los yihadistas. Ahora sus hombres han cruzado la frontera iraquí y asegurado una carretera de montaña para permitir la salida de los atrapados en Sinjar. Pero a diferencia de la acción humanitaria de esta milicia, la intervención del PKK ha resultado más problemática.

Para empezar, la guerrilla del PKK, que durante tres décadas ha combatido contra el Estado turco, está en la lista de organizaciones terroristas de EE UU y la UE. No hay constancia de que los asesores estadounidenses y los guerrilleros hayan tenido contacto alguno. Aún así, su intervención no pudo pasar inadvertida para los norteamericanos. Varios testigos afirman haber visto a esos milicianos en Erbil en la primera semana de agosto, cuando el avance del EI sorprendió al Gobierno regional kurdo iraquí.

Por otro lado, su participación ha resultado sin duda incómoda a más de un veterano peshmerga. La aparente facilidad con que los yihadistas forzaron la retirada de esta fuerza kurda iraquí ha roto el mito de su invencibilidad. Además, el PKK ha rivalizado históricamente con el Partido Democrático de Kurdistán (PDK, la principal fuerza política en la región autónoma) por el liderazgo de los entre 30 y 35 millones de kurdos repartidos entre Turquía, Irak, Irán y Siria.

“En Majmur, tienen un campamento desde hace tiempo y, cuando el EI atacó, participaron en la defensa y recuperación de la zona”, explicó el ministro de Defensa kurdo iraquí, Mustafá Said Qadir, al ser preguntó por la ayuda que presta el PKK.

La existencia de ese recinto era un secreto a voces. Pero después de la reconquista de Majmur, el presidente de la región autónoma y líder del PDK, Masud Barzani, hizo una visita al campamento. Era la primera vez que Barzani se reunía en público con miembros del PKK. La prensa local, que hasta entonces evitaba el asunto, se hizo eco del apoyo de esos milicianos, así como de varios grupos del “Kurdistán oriental”, en referencia a la zona kurda de Irán.

Diez mil refugiados kurdos que huían de la persecución turca fueron instalados por Sadam Husein en las afueras de Majmur en 1998. Cualquiera que se fijara al pasar el cementerio, podía ver la bandera del PKK y los carteles con la imagen de su líder, Abdulá Öcalan, encarcelado de por vida en una isla del mar de Mármara desde 1999. Cuando los kurdos iraquíes recuperaron aquella comarca en 2003, respetaron el asentamiento que para entonces ya contaba con su propia escuela, mezquita y ambulatorio. No está claro cuántos de los adultos estaban armados y qué grado de libertad de movimiento tenían.

“Su ayuda fue clave. Los del PKK son muy buenos contra los yihadistas porque tienen experiencia de combate en las montañas”, admite Mohamed Maruf, un joven peshmerga que participó en la liberación de esa ciudad, donde se libraron algunos de los combates más violentos hasta la recuperación de la presa de Mosul.

A pesar del interés que ha despertado su entrada en escena, los miembros del PKK mantienen la reserva en su refugio iraquí. A las puertas del campamento, dos viejos milicianos, vestidos a los distintivos bombachos kurdos y sendas chapas con la imagen de Öcalan, se niegan a levantar la barrera.

“Aquí no hay nadie con quien pueda hablar, así que mejor se va por donde ha venido”, responden con brusquedad. Saben que su presencia en este paraje es un ejercicio de equilibrio político. No sólo la visión tradicional de Barzani choca con el marxismo ideológico del PKK, sino que sus intereses se hacen más incompatibles cada día que pasa. Para el presidente kurdo, Turquía se ha convertido en un gran aliado y uno de los principales inversores en la región autónoma.

Mientras que el PKK, aunque ha renunciado a su aspiración de un Estado independiente en el sureste turco, sigue viendo al Gobierno de Ankara con desconfianza. El año pasado, las dos partes anunciaron un alto el fuego, pero aún queda pendiente el desarme.

Ahora sus responsables intentan que EE UU y la UE recompensen su contribución a frenar al Estado Islámico borrando su nombre de la lista de organizaciones terroristas, según confirma un diplomático iraquí. El PKK nunca ha atentado contra objetivos norteamericanos. Su inclusión en la lista de grupos terroristas se hizo a petición de Turquía (que es miembro de la OTAN).

De momento, las autoridades turcas, tal vez escaldadas por su inicial implicación en la crisis siria, prefieren guardar silencio.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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