Obama y los líderes centroamericanos se conjuran para frenar la llegada de niños
El Salvador, Honduras y Guatemala piden recursos y una posición política clara El Congreso de EE UU sigue sin aprobar los fondos pedidos por la Casa Blanca
El presidente de EE UU, Barack Obama, dijo este viernes ante sus homólogos de El Salvador, Guatemala y Honduras que todos los implicados en la crisis creada por la llegada de decenas de miles de menores centroamericanos no acompañados a la frontera de Estados Unidos, incluido México, deben “hacer más” para detener este flujo migratorio. Pero más allá de prometer “planes agresivos” e iniciativas “creativas”, no propuesto propuestas nuevas sobre la mesa en la que se sentaron los cuatro mandatarios durante hora y media.
"Hemos compartido información sobre los esfuerzos continuos que ha hecho Estados Unidos” para contener la situación de emergencia humanitaria -y legal- creada por la llegada en los últimos meses de casi 60.000 menores no acompañados, afirmó Obama al término de la reunión en la Casa Blanca, acompañado de los presidentes Otto Pérez Molina de Guatemala, Juan Orlando Hernández de Honduras y Salvador Sánchez Cerén de El Salvador.
“Todos reconocemos que tenemos que hacer más”, dijo el presidente estadounidense, quien agradeció a sus colegas centroamericanos sus respectivos esfuerzos específicos para desalentar la emigración de menores y detener a los traficantes” en respuesta a la crisis. El presidente habló del compromiso de buscar "planes de acción agresivos" para detener el flujo de niños migrantes "bajo el principio de responsabilidad compartida”.
El mandatario aseguró que su Gobierno está haciendo todo lo posible para atender con “compasión” a los menores no acompañados que ya han llegado. Pero subrayó una vez más que en todos los casos en que se considere que los pequeños, tras ser sometidos a un “debido proceso” con todas las garantías “legales y humanitarias” necesarias, no tienen derecho a quedarse en EEUU, “serán repatriados a sus países de origen”.
“Somos una nación de inmigrantes, pero también somos una nación de leyes”, enfatizó Obama.
La presidencia de EE UU había adelantado su intención de reiterar en el encuentro la importancia de que redoblen esfuerzos para detener el flujo de menores no acompañados que le han creado al mandatario demócrata una emergencia humanitaria y una crisis política para la que aún no ha conseguido hallar una salida. Pero los presidentes centroamericanos también habían llegado a la cita con su propio pliego de demandas ante lo que consideran que empieza a ser una gran lista de reclamaciones a sus Gobiernos sin una reciprocidad contundente, lamentan, por parte de EE UU.
Su tesis es que Washington les exige que actúen contra el tráfico humano, pero les retiene el dinero prometido por la Iniciativa de Seguridad Regional de Centroamérica (CARSI) para apoyar programas que mejoren la seguridad y las oportunidades socioeconómicas necesarios para que menos jóvenes se vean obligados a emigrar. Además, consideran que EE UU mantiene un discurso migratorio “ambiguo”, en palabras del presidente hondureño, que ha dado pie a los falsos rumores extendidos por los coyotes para alentar la migración ilegal. Y todo ello cuando el origen de buena parte de sus problemas es el narcotráfico, un negocio ilícito que tiene en EE UU, recordaron, su principal cliente.
Tras la reunión, los presidentes bajaron un tanto el tono combativo que habían mantenido durante la jornada previa, en la que visitaron también el Congreso, y aseguraron salir “satisfechos” de un encuentro “cordial” e “importante para seguir coordinando esfuerzos”, dijo Pérez Molina, quien valoró el énfasis de Obama en considerar la situación “desde una visión humanitaria y de respeto a la ley”.
Con todo, su par hondureño insistió en que los esfuerzos de Centroamérica deben ser reconocidos y recompensados en Washington.
“Honduras ha venido haciendo un esfuerzo importante en esta lucha para encarar el crimen. Falta mucho que hacer, pero necesitamos el acompañamiento de EE UU, de México”, subrayó.
Y reiteró un mensaje que ha proclamado durante toda su estancia en la capital norteamericana: “Washington debe entender que una Centroamérica con violencia producto del tráfico de drogas, del crimen organizado, sin oportunidades, sin crecimiento económico, va a ser un enorme costo siempre para EE UU y un enorme peligro. Pero si por el contrario tenemos una Centroamérica próspera, en paz, con crecimiento económico y seguridad, es una gran inversión para EE UU”.
Según los presidentes centroamericanos, sus gobiernos están realizando esfuerzos “muy importantes” para combatir la corrupción y mejorar la transparencia y la recaudación fiscal, temas que han llevado a Washington a retener los fondos hasta ahora, y reclamaron un reconocimiento explícito de estos esfuerzos que se traduzca en una liberación de los fondos prometidos.
El problema tanto para Obama como para sus colegas centroamericanos es la falta de respuestas inmediatas que puede darles la Casa Blanca, más allá de proyectos puntuales como un “plan piloto” todavía en fase de estudio para Honduras para examinar si los menores que quieren emigrar pueden hacerlo con condición de refugiado, y que según subrayó Obama no sería más que una solución muy marginal a una parte del problema.
Al igual que pasó con la reforma migratoria, la sustancial petición de fondos, 3.700 millones de dólares, que ha solicitado el presidente al Congreso para hacer frente a la crisis en la frontera tanto en clave interna como con ayudas extras a los países centroamericanos (300 millones), está estancada en un Capitolio donde los republicanos exigen durísimas condiciones para dar su visto bueno a la partida. Y el tiempo vuela: en agosto el Congreso se va de vacaciones, y a su regreso las inminentes elecciones parlamentarias de noviembre harán más difícil aún el debate de una cuestión políticamente tan encendida.
El presidente Obama tuvo palabras también para la oposición republicana en el Congreso, donde se encuentran bloqueadas las medidas de respuesta: "Espero que (el presidente de la Cámara de Representantes, John) Boehner y los republicanos no se vayan de vacaciones sin hacer algo para resolver este problema”.
“Esperamos que el Congreso de Estados Unidos apoye los recursos”, le respaldó el presidente hondureño.
Los mandatarios centroamericanos también expresaron sus esperanzas de recibir apoyos para proyectos a medio y largo plazo en sus países no sólo del gobierno estadounidense, sino también de organismos como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que visitaron justo antes de iniciar sus reuniones en la Casa Blanca.
Un centenar de personas piden abordar las "raíces" de la crisis
Mientras el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, se reunía con sus homólogos de El Salvador, Guatemala y Honduras; un centenar de personas protestaban en el exterior de la Casa Blanca contra el modo en que Washington está gestionando la crisis de la llegada masiva de niños indocumentados. Agrupados alrededor de un círculo y con pancartas y banderas, los congregados -ciudadanos latinoamericanos y estadounidenses- pidieron a Obama que haga frente a las "raíces" del fenómeno para acabar con la "violencia y desigualdad" en esas naciones, que respete más los derechos humanos de los migrantes y que no separe a las familias de indocumentados que llegan a EE UU.
"Protección y reunificación para la niñez centroamericana", se leía en una pancarta. "Financia la educación y no la militarización", se leía en otra. También se escucharon peticiones para los presidentes de los países de origen de los inmigrantes, como que solucionen una "política económica fallida" y prioricen las estrategias de prevención del consumo de drogas frente a las de persecución.
La protesta se desarrolló en un clima festivo y pacífico, y estuvo rodeada por otras concentraciones de distinta índole. El tramo peatonal de la avenida Pensilvania frente a la Casa Blanca es un epicentro habitual de reivindicaciones en Washington. El único momento de cierta tensión se vivió cuando el presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina, se acercó, para hacer declaraciones a los medios de comunicación, a un extremo de la zona acordonada por la policía. El mandatario no pudo evitar que, mientras atendía a los periodistas en los exteriores de la Casa Blanca, se oyeran de fondo algunos gritos de protesta.
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