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Llegan a Holanda los primeros 40 cadáveres del vuelo MH17

La ONU solicita que se proteja la zona del desastre para evitar la desaparición de pruebas

Miles de personas han presenciado la comitva fúnebre / Foto: AFP | Vídeo: AFPFoto: reuters_live
Isabel Ferrer

Holanda no declaraba una jornada de luto nacional desde la muerte de la reina Guillermina en 1962. Sumido en un trauma colectivo, el país honró este miércoles a sus 193 compatriotas muertos —junto con 105 pasajeros de otras nueve nacionalidades— en el vuelo MH17 de Malaysia Airlines. Los primeros 40 cuerpos salieron de Járkov, en Ucrania —país que sobrevolaba el avión cuando fue derribado—, por la mañana y llegaron al aeropuerto holandés de Eindhoven por la tarde a bordo de dos vuelos militares: un Hércules holandés y un C17 australiano que se unió a la operación porque Australia ha perdido a 27 nacionales en la tragedia.

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Minutos antes de que aterrizaran, campanas de todo el país (entre ellas las de la torre del Dom en la catedral de Utrecht, la más alta del país) repicaron en su honor. En la pista aguardaban los familiares de las víctimas, protegidos de las cámaras en una zona especial. Los reyes Guillermo y Máxima, el Gobierno, el príncipe Laurent de Bélgica (cuatro víctimas eran de su país), y Julie Bishop, ministra australiana de Exteriores, estuvieron entre quienes guardaron un minuto de silencio.

Las banderas a media asta ondeaban en edificios públicos y barriadas enteras. En el aeropuerto de Ámsterdam-Schiphol, empleados y turistas rodearon la montaña de flores depositadas en recuerdo de los viajeros muertos. Los parques de atracciones pararon sus máquinas; algunos cines hicieron otro tanto con los proyectores; los trenes se detuvieron, y la televisión nacional suprimió por un día todos los anuncios de su programación. Los molinos, símbolo nacional por excelencia, colocaron las aspas en posición de duelo: la inferior, que debería quedar perpendicular al edificio, quedó ligeramente inclinada hacia la derecha.

En el aeropuerto de Eindhoven, el recibimiento de los féretros fue medido al milímetro. Nueve soldados depositaron los féretros en coches fúnebres a pie de pista. Desde allí, el convoy enfiló a Hilversum, en el centro del país. El cuartel del Ejército donde los forenses identificarán a los cadáveres queda fuera del casco urbano, y los expertos podrán trabajar ajenos a los curiosos en una tarea que puede prolongarse meses. Se prevé ardua: mañana llegarán al país 74 cadáveres más.

Lo emotivo de la ceremonia no ha disipado las dudas sobre la suerte de los cuerpos aún por recoger en suelo ucranio. La agencia rusa Itar-Tass cifraba este miércoles en 16 los que quedan bajo el fuselaje. La zona del impacto abarca 35 kilómetros cuadrados, que siguen desprotegidos. En vista de que pueden desaparecer huellas esenciales para la investigación internacional, solicitada por los 10 países que han perdido nacionales, Mark Rutte, primer ministro holandés, ha propuesto enviar una fuerza policial bajo bandera de la ONU. Tony Abbot, primer ministro australiano, le apoya. Otro tanto hace Ucrania. Juntos intentan incluir la idea del contingente en una petición que piensan remitir a la ONU. Australia es el único de los tres países representado en el Consejo de Seguridad.

La tragedia del avión ha mostrado también el funcionamiento de la política holandesa en momentos de crisis. La aparente tibieza del Gobierno a la hora de pedir explicaciones a Moscú —sospechoso de aportar los misiles que derribaron el avión— ha sido criticada dentro y fuera del país. Ahora que todos los cuerpos, no sólo los de sus compatriotas, empiezan a llegar, predominan las alabanzas por el emotivo y bien articulado discurso ante la ONU del ministro de Exteriores, Frans Timmermans, pidiendo su devolución. La Haya está herida, pero es pragmática y endurece su postura una vez logrado el objetivo primordial. Siempre, en el marco de la UE o la ONU.

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