Socialistas españoles y laboristas británicos votan contra el conservador
El PS francés también se desmarca de la línea oficial y opta por la abstención
El Partido Socialista Europeo se dividió ayer en la votación secreta que invistió a Jean-Claude Juncker como presidente de la Comisión Europea. La delegación del PSOE —formada por 14 europarlamentarios— y los 20 laboristas británicos se opusieron a la elección del ex primer ministro luxemburgués, candidato del PP europeo, mientras que los 12 eurodiputados socialistas franceses optaron por abstenerse. Los socialdemócratas suecos y daneses también optaron por abstenerse o votar en contra, según las fuentes consultadas. Incluso algún socialdemócrata italiano, del ala izquierda del Partido Democrático, se decantó finalmente por evitar el apoyo a Juncker.
El nuevo presidente electo de la Comisión logró 422 votos de los 729 emitidos: los de su grupo, más la gran mayoría del grupo socialista, de gran parte de los liberales y de algunos eurodiputados Verdes. El pacto alcanzado permitió formar una mayoría sólida frente a los euroescépticos, pero no impidió que algunas delegaciones se desmarcaran, al menos oficialmente, de la línea oficial de los socialistas europeos, por coherencia con las posiciones que defienden en sus respectivos países.
El PSOE, por ejemplo, no respaldó a Juncker porque en esa oposición centró su campaña europea y porque recibió esa orden expresa del secretario general in péctore, Pedro Sánchez, elegido por los militantes el pasado domingo. Sánchez menciona al primer ministro italiano, Matteo Renzi, como uno de sus referentes. Pero los eurodiputados del Partido Democrático de Renzi apoyaron mayoritariamente a Juncker.
Ese no fue el caso de los socialistas españoles. Ramón Jáuregui, número dos en la lista electoral europea, subrayó el “interesante, y a ratos estimulante” discurso de Juncker, “comprometido con una idea social y de renovación de la política económica”, y aun así justificó el voto en contra de la delegación por las “circunstancias singulares” de la campaña europea en España y por “la disciplina de partido, tras el mandato de la nueva dirección”. En privado, varios eurodiputados socialistas manifestaron abiertamente sus dudas sobre esa estrategia. En público, cerraron filas.
En contra votaron también los eurodiputados de Izquierda Unitaria, en la que se integran las formaciones españolas IU y Podemos, y los Conservadores y Reformistas Europeos (el grupo de los conservadores británicos).
El no de los populistas fue tan rotundo como esperado. Los eurófobos británicos del UKIP y los franceses del Frente Nacional dejaron patente su rechazo a Juncker. “Que la votación de un cargo público sea secreta es un insulto al electorado”, clamó el líder de la formación británica, Nigel Farage. “No nos hagan creer que la gente ha elegido a Juncker y a Schulz como presidentes de la Comisión y el Parlamento. Tanto uno como otro son desconocidos para los ciudadanos. No representan nada”, sentenció Le Pen.
Farage intervino en el pleno en representación del grupo Europa de la Libertad y la Democracia. Le Pen, que no logró formar grupo propio, lo hizo desde la tribuna de no inscritos. Ambos agitaron el debate, pero fueron abucheados varias veces. “El nombre de Juncker no aparecía en ninguna papeleta [en las pasadas elecciones europeas], es un escándalo”, afirmó el británico. Sin embargo, fue uno de los primeros eurodiputados en acercarse a felicitarle efusivamente una vez conocido el resultado.
Con Le Pen el encontronazo fue más tenso. “Le van a dar un enorme poder ilegítimo” en una institución “que no hace más que corromper, cada vez más”, dijo la francesa. “Felicidades: de primer ministro de un paraíso fiscal [en referencia a Luxemburgo] a la Comisión”, añadió irónica. Los populistas acumulan en torno al 20% de los asientos en la Eurocámara. Y la legislatura que empieza se adivina plagada de ese tipo de encontronazos verbales.
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