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Rusia quiere su hueco en el mercado de armas de América Latina

Moscú busca clientes en la región, con Venezuela como su primer comprador

El presidente de Rusia, Vladimir Putin, es recibido con guardia militar este lunes en Brasilia (Brasil).
El presidente de Rusia, Vladimir Putin, es recibido con guardia militar este lunes en Brasilia (Brasil).EFE

Rusia busca mercados. El Kremlin necesita vender los armamentos que produce su pujante industria bélica, pero mientras la cuota de exportaciones aumenta constantemente —en un 28% en la última década, según los datos del Instituto de Investigación sobre la Paz de Estocolmo (SIPRI, en sus siglas en inglés)— sus clientes históricamente más fieles han venido a menos. El colapso de la Unión Soviética ha implicado el progresivo alejamiento de los países de Europa del este de la órbita rusa, y las crisis en Oriente Próximo han cerrado las puertas de ese mercado. Así que Moscú ha posado su mirada sobre el principal candidato a remplazar los compradores perdidos: América Latina, con Caracas a la cabeza.

El presupuesto militar en América Latina ha experimentado un crecimiento del 61% entre 2004 y 2013. Por eso “Rusia lo ha elegido como su objetivo comercial”, explica el investigador del SIPRI Siemon T. Wezeman. Esta decisión se debe a la desaparición de muchos clientes claves para Moscú. “Europa del Este ha ido dejando de comprar armas desde la disolución de la Unión Soviética. Irak y Libia se están abriendo a los proveedores occidentales, las adquisiciones iraníes están paralizadas por el embargo, y en Siria la guerra civil y la falta de fondos entorpecen el mercado. América Latina es uno de los pocos lugares con una perspectiva de crecimiento, ahí los rusos se han hecho mucho más agresivos en los últimos 10 años”.

Caracas es, con diferencia, el principal cliente de Moscú en la región. Según los datos del SIPRI, entre 2009 y 2013 los productos rusos constituyeron el 62,5% de sus adquisiciones, seguidos por los españoles (13,5%) y los chinos (12,4%). En los cinco años anteriores, la cuota rusa ascendía hasta el 93,8%. El régimen de Nicolás Maduro adquirió sobre todo vehículos blindados y aviones, tanto para remplazar armamentos obsoletos como para ampliar las fuerzas armadas. “Rusia abrió también una fábrica de rifles destinados a mejorar el equipamiento de la Guardia Nacional ante las protestas que a menudo invaden las calles del país, y ha aumentado los sistemas antiaéreos a la espera de un improbable ataque de EE UU. Parece haberse hecho también con cuatro submarinos, aunque no hay noticias ciertas que confirmen esta última adquisición”, añade Wezeman.

El caso de la United Aircraft Corporation (UAC) es emblemático. Fundada en 2006 por el presidente ruso Vladímir Putin —que estos días está de gira en América Latina—, esta empresa ha disparado su volumen de exportaciones a la región: en 2009 ascendía a casi 15 millones de euros y el año pasado fueron 412 millones, casi 28 veces más, según los datos de la revista especializada IHS Jane’s. Este aumento “se debe principalmente a la venta de seis aviones de combate SU-30 a Venezuela, en el marco de un pedido total de 24 aeronaves [remplazarán el mismo número de F-16 estadounidenses]. Se terminarán de entregar en los próximos tres años, por un coste total de alrededor de 1.470 millones de euros”, detalla Ben Moores, analista de la publicación.

Venezuela, sin embargo, no es el único cliente de Moscú. Cinco de las 10 empresas internacionales que más exportan a América Latina son rusas, y sus compradores van más allá de Caracas. El segundo cliente de mayor envergadura de la UAC, por ejemplo, es México, que ha adquirido aviones SU-27 por un total de 735 millones de euros. El principal motor del gasto militar de este país —que junto con Colombia cuenta con EE UU como uno de sus proveedores más importantes— es la lucha contra el narco, así como en los países de América Central.

En América del Sur, Brasil y Chile son los Estados que más han invertido en armamentos en la última decada. Rusia aún no figura entre sus principales proveedores, pero sus armas, “más baratas y en algunos casos con una calidad comparable a los productos occidentales, se están haciendo con una porción creciente del mercado”, especificó el pasado abril Carina Solmirano, entonces analista del SIPRI. “Pese a la disminución de su presupuesto militar debida a la ralentización económica, Brasil sigue siendo la única verdadera potencia militar de Latinoamérica. Puso en marcha en 2008 un programa que resultó en la adquisición de 36 aviones de combates suecos este año, además de helicópteros y otros armamentos muy sofisticados. Chile también ha modernizado su Ejército en los últimos años: hoy en día tiene un armamento acorde con los estándares de la OTAN”.

Lo que para los expertos resulta más difícil de entender, sin embargo, es el porqué de estas inversiones. En Chile se justifica al menos en parte con la existencia de una ley —a punto de ser modificada— que reserva al abastecimiento del Ejército el 10% de las ganancias derivadas de la subida del precio del cobre que el país exporta. “Pero Brasil ha comprado de Rusia misiles de corto radio para defenderse de improbables ataques durante el mundial de futbol y los Juegos Olímpicos de 2016. Y también el submarino a propulsión nuclear que ha adquirido de Francia para proteger sus plataformas petrolíferas offshore es un medio menos adecuado para llevar a cabo esta tarea respecto a buques patrulleros muchos más baratos”, arguye Wezeman, del SIPRI. Los motivos de este empujón parecen otros: “Los Gobiernos de estos países buscan el prestigio que deriva de un Ejército poderoso y quieren complacer a los militares, que todavía conservan un elevado poder en el continente”, sentencia.

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