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Arabia Saudí muestra músculo militar ante el caos en Irak

El reino despliega a 30.000 soldados en la frontera, según medios locales

Soldados iraquíes en Arar, cerca de la frontera con Arabia Saudí.
Soldados iraquíes en Arar, cerca de la frontera con Arabia Saudí.ALAA AL-SHEMAREE (EFE)

Arabia Saudí desplegó este jueves a 30.000 nuevos soldados en su frontera con Irak, según informó la cadena de televisión saudí con sede en Dubái Al Arabiya. El movimiento de tropas, según la cadena, se debe a que las fuerzas iraquíes abandonaron sus posiciones en su lado de la línea que separa ambos Estados. El Ejecutivo iraquí niega este punto. Los milicianos del Estado Islámico (EI), un grupo yihadista suní, han conquistado en las últimas semanas diversos pasos fronterizos iraquíes con las vecinas Siria y Jordania, en muchos casos sin tener que combatir con las fuerzas iraquíes que se evaporaron repentinamente. Los yihadistas conforman una de las facciones en la guerra civil que asola Siria desde hace más de tres años. Allí controlan vastos territorios al este del país, que han unido con las provincias noroccidentales de Irak conquistadas durante el mes de junio. La frontera entre Irak y Arabia Saudí, al norte de la península arábiga, se extiende casi 900 kilómetros. De confirmarse las informaciones saudíes, podría ser vulnerable a los próximos avances yihadistas.

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Al Arabiya publicó un vídeo que muestra a unos 2.500 militares iraquíes en una zona desértica al este de Kerbala. Supuestamente abandonaron sus posiciones en la frontera con Arabia Saudí.

Las informaciones se publicaron horas después de que, el miércoles, el presidente estadounidense Barack Obama y el rey saudí Abdulá mantuvieran una conversación telefónica sobre el conflicto iraquí. Según la agencia británica Reuters, están de acuerdo en la necesidad de formar un Gobierno de unidad en Irak, que incluya a chiíes pero también a las minorías suní y kurda. Este último grupo mantiene el control en el Kurdistán iraquí, al noreste del país.

Sin embargo, los esfuerzos por establecer un nuevo Gobierno en Irak fracasan desde hace tres días. Los grupos suníes ahora aliados con el Estado Islámico exigen la dimisión del primer ministro Nuri al Maliki para reconsiderar su alianza con los yihadistas y devolver su lealtad al Gobierno. Aunque también Estados Unidos ha presionado para que se retire, Al Maliki está determinado a mantenerse en el poder. Sus partidarios ganaron las elecciones legislativas del pasado abril. El Parlamento se reúne desde el primero de julio para formar el próximo Ejecutivo y también para elegir un nuevo presidente.

Desde Washington, el Pentágono insistió este jueves en que la solución a la crisis iraquí “no es exclusivamente militar” y que solo se resolverá eficazmente si el Gobierno del chií Al Maliki impulsa un proceso de inclusión nacional, informa Joan Faus. En un matiz revelador, el jefe del Estado Mayor Conjunto, Martin Dempsey, vaticinó que el Ejército iraquí está capacitado para defender Bagdad pero “probablemente no” para recuperar por sí mismo las partes del país bajo control del EI. En cualquier caso, el general puntualizó que este diagnóstico no significa que Washington vaya a involucrarse en acciones militares.

Las luchas desatadas en Irak el mes pasado desestabilizaron aún más una región donde suníes y chiíes rivalizan por la influencia política y el control de las materias primas. Arabia Saudí es el principal exportador de petróleo del mundo. En Irak, otra potencia petrolera, continúa la lucha entre los suníes del Estado Islámico y el Ejército gubernamental desde los espectaculares triunfos yihadistas en junio.

El régimen de Riad pasa por ser uno de los principales actores regionales. La monarquía de Arabia Saudí es suní, como las milicias insurgentes yihadistas. A menudo, se la acusa de financiar a estos grupos violentos de su misma rama del islam, tanto en Siria como en la vecina Irak. La guerra con la que Estados Unidos derrocó al dictador suní Sadam Husein en Irak, hace once años, dejó paso a Gobiernos chiíes, que es la confesión mayoritaria del país. Los milicianos del Estado Islámico aprovecharon el descontento de muchas tribus suníes del oeste para aliarse con ellas y obtener así el control numerosas localidades. Entre ellas Mosul, la segunda ciudad del país. Arabia Saudí niega estar contribuyendo con dinero al esfuerzo yihadista, que se financia en gran medida mediante secuestros, con los botines que va encontrando en sus conquistas y a través del contrabando de petróleo.

Hasta junio, estas milicias se hacían llamar Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL). A final de mes declararon un “califato islámico” independiente en los territorios que controlan entre Siria e Irak. Dado que algunas tribus norteñas de Arabia Saudí tienen vínculos estrechos con el sur de Irak, el prestigio adquirido por los yihadistas a través de sus victorias militares podría suponer un peligro para la integridad territorial del país.

Además, Riad teme el eventual regreso a casa de los voluntarios suníes que ahora guerrean en Siria y en Irak. Radicalizados y formados por años de lucha en estos conflictos brutales, podrían convertirse en una seria amenaza doméstica. Otro peligro les viene de Yemen, al sur de la península arábiga, desde donde otros grupos yihadistas introducen armas y militantes en Arabia Saudí.

Mientras este país toma sus precauciones contra los yihadistas, el vecino reino de Jordania ve cómo crecen los apoyos internos a los grupos radicales suníes. Jordania es un firme aliado de Estados Unidos y uno de los países más estables de la región. Ha obtenido ayuda militar de Washington para fortalecer sus fronteras con Irak. Pero la ciudad sureña de Maan está siendo escenario de protestas contra el rey jordano, Abdalá, y su política de alianzas internacionales.

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