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Cumbre europea

Los laboristas denuncian la “absoluta humillación” de Cameron en la UE

El primer ministro británico defiende ante los Comunes su papel en el último Consejo Europeo

Cameron habla en la cámara de los Comunes.Foto: reuters_live

La idea de Europa, y sobre todo el engarce que haga posible la permanencia de Reino Unido como socio comunitario, ha estado este lunes en el corazón del debate político con un agrio duelo entre el Gobierno y la oposición, que logró poner contra las cuerdas a David Cameron. El líder laborista, Ed Miliband, denunció la “absoluta humillación” encajada por el primer ministro en su intento fallido de vetar la designación de Jean-Caude Juncker al frente de la Comisión Europea, lo que debilita sobremanera su posición negociadora, pero Cameron arguyó que sigue siendo muy capaz de lidiar con el luxemburgués en pro del interés nacional.

Las truecas se trastocaron de algún modo durante el pulso que los dos políticos mantuvieron en la Cámara de los Comunes porque Miliband, cuyo partido no cuestiona la adhesión aunque ahora sí sus términos, puso el acento en que la capacidad de renegociación del estatus británico en el seno de la UE “ha quedado hecha trizas”, avalando la noción de que Reino Unido está un paso más cerca de su salida de la Unión. Cameron, en cambio, acuciado por la poderosa ala antieuropea de los conservadores que reclama dar el portazo sin más, subrayó que todavía existe un gran margen y que el fiasco protagonizado en la cumbre de Bruselas del pasado viernes ha potenciado su determinación de operar un cambio en la Unión. Para seguir siendo un miembro activo. Y en trabajar para lograrlo junto a Juncker, en una vocación negociadora que no le será fácil de vender entre el electorado británico.

En una tribuna publicada este lunes en el diario afín The Daily Telegraph, el jefe del Gobierno británico subrayaba que “todavía podemos acordar (con Juncker) cambios importantes”. Horas después, se presentó ante los Comunes como “la voz” de todos aquellos socios europeos que reclaman una reforma del ensamblaje de la UE, incluidos sus tratados. Que sólo su colega húngaro le apoyara en el Consejo Europeo del que salió la confirmación de Jean-Claude Juncker, ha sido subrayado por todos los medios británicos independientemente de su filiación.

Cameron está más aislado que nunca en Europa, es el mensaje que su rival del Partido Laborista consiguió proyectar cuando le espetó que “en lugar de forjar alianzas en Europa, las ha quemado. Usted es un dirigente derrotado que ya no puede obtener resultados para Reino Unido”. El primer ministro tildó de “oportunista” a Miliband e intentó caracterizar su intervención parlamentaria como algo “digno de Neil Kinnock”, en alusión al antiguo líder laborista que contra todo pronóstico perdió unas elecciones generales frente al conservador John Major.

Las legislativas británicas del próximo año condicionaron el agrio debate de este lunes. Miliband necesita desautorizar al primer ministro para alimentar las expectativas de un cambio de gobierno, incluso a costa de subrayar que las reivindicaciones de Reino Unido apenas cuentan ya en los pasillos de Bruselas. Sus palabras ante el Parlamento habrán caído como un jarro de agua fría entre los miembros de la patronal británica, cuya jefatura advertía el pasado fin de semana sobre los riegos que entrañaría dar la espalda a la UE en cuanto a pérdida de empleo, crecimiento y competitividad de las empresas.

Esa es la baza que pretende jugar Cameron en los próximos y cruciales meses que, de acabar resultando en una nueva victoria electoral de los conservadores, acabarán traduciéndose en el prometido referéndum de 2017 sobre la pertenencia a la Unión Europea. El primer ministro se arriesga a un voto en favor de la salida si hasta entonces no ha logrado convencer a los británicos de que es capaz de negociar una nueva y más laxa relación con la UE. Las últimas encuestas subrayan una posición pareja entre quienes votarían por una salida y los que prefieren permanecer en el redil europeo, aunque con condiciones.

El jefe de gobierno, que a lo largo de la legislatura ha perdido varias votaciones en el Parlamento a manos del sector más recalcitrante de sus diputados, deberá garantizarles la libertad de hacer campaña —aunque sea abiertamente en contra de Europa— en la hipótesis de que se celebre un plebiscito sobre la cuestión. En medios políticos, se estima que al menos la mitad de los 305 parlamentarios conservadores defenderían una huida adelante, al margen de Europa.

Uno de sus principales consejeros políticos, Dominic Cummings, admitía el pasado fin de semana a la prensa que “si una renegociación (de los términos de adhesión de Reino Unido) deja el control de la política de inmigración en manos de la UE, será percibido como una gran derrota”. Y “a tenor de las falsas expectativas que hemos generado al respecto, favorecerá el voto por la salida” de la Unión. Nadie cree en Downing Street que una recuperación de competencias por parte británica pueda incluir el capítulo de inmigración, contra cuyas directrices ha venido cargando el propio Cameron en los últimos meses para contrarrestar el auge del Partido para la Independencia del Reino Unido (UKIP), vencedor de las recientes elecciones europeas.

Alemania es uno de los principales socios europeos que ha prometido acudir en ayuda de David Cameron, mostrándose ayer especialmente sensible ante las demandas británicas de desregulación y determinada a negociar para que los británicos permanezcan como parte integrante. “Es absolutamente inaceptable” contemplar una UE sin Reino Unido, dijo ayer el ministro de Economía alemán, Wolfgang Schäuble. La cuestión es si sus palabras o las de otros líderes europeos contemporizadores tendrán un eco adecuado en las irredentas islas británicas.

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