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La UE maniobra para limitar los daños de la derrota de Reino Unido

Los jefes de Estado y de Gobierno se comprometen a elegir por unanimidad al nuevo presidente del Consejo y al próximo jefe de la diplomacia de la Unión Europea

Claudi Pérez
O britânico David Cameron conversa com sua colegas.
O britânico David Cameron conversa com sua colegas.Y. L. (AP)

Los cuatro años de David Cameron al frente del Reino Unido son la crónica de una sucesión de calamidades en su relación con la UE. Cameron sacó a las conservadores británicos del Partido Popular Europeo, perdió un pulso clave contra los deseos de los socios de reforzar su gobernanza económica, convocó un referéndum sobre la pertenencia de su país en la Unión para 2017 que ha levantado ampollas y, finalmente, logró quedarse aislado en su oposición a Jean-Claude Juncker, el candidato conservador que presidirá la Comisión Europea pese a las amenazas del premier. El nombramiento de Juncker supone un reequilibrio del poder en la Unión, tanto por la victoria del Parlamento Europeo en la fórmula de elección del cargo más importante en Bruselas como por el enésimo resbalón diplomático del Reino Unido, que pierde influencia a espuertas, según las fuentes consultadas. En medio de ese marasmo, Europa trata de limitar los daños: tanto los dirigentes de las instituciones como las grandes capitales preparan concesiones para evitar que la soledad de Cameron degenere en una salida del club que no quiere nadie.

“Cameron no habló en la cumbre de salir de la UE”, revela uno de los asistentes

Pero al otro lado del Canal empieza el lío. El líder de la oposición, el laborista Ed Miliband, acusó ayer a Cameron de ser “un peligro” para el país por acercarlo a la “puerta de salida” de la Unión. El eurófobo Nigel Farage, ganador de los comicios europeos en Reino Unido, afirmó que el aislamiento de Cameron es “una humillación” que demuestra que el primer ministro es incapaz de renegociar la relación con la UE.

Para evitar males mayores, los socios europeos se ven obligados a dar señales que le hagan más fácil a Cameron la digestión de la cumbre. Las concesiones empezaron el mismo día que el Consejo Europeo nombró a Juncker y certificó la derrota británica: los líderes de los Veintiocho aprobaron una agenda para los próximos cinco años que contiene algunas de las peticiones tradicionales de los conservadores de Reino Unido, incluida la devolución de competencias a las capitales europeas. Según una alta fuente europea, Cameron hizo “notables aportaciones” a esa agenda en la cena del pasado jueves en Ypres, escenario de una de las más cruentas batallas de la I Guerra Mundial. Al día siguiente, “el tono del debate sobre Juncker no fue ni mucho menos el que ha generado una determinada prensa. Fue sereno; muy sereno. No hubo animosidad ni ningún tipo de hostilidad”, según relata la misma fuente.

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“Cameron nunca habló en la cumbre de la posibilidad de una salida de la UE si finalmente Juncker era elegido. Al menos no con esas palabras”, apuntó uno de los asistentes a la reunión. Pero esa posibilidad vuelve a estar sobre la mesa. Y la tensión verbal no tienen visos de suavizarse. Dos de los ministros del Ejecutivo británico calificaron este sábado de “cobardes” a los líderes europeos por respaldar al candidato luxemburgués. El titular de Sanidad, Jeremy Hunt, y el de Defensa, Philip Hammon, criticaron la elección y apuntaron que los líderes “no se atreven a plantarse en público y decir lo que dicen en privado”, según la versión de Hunt.

Habrá ocasión de comprobar si realmente Europa quiere tender puentes con el Reino Unido. Y pronto: el presidente del Consejo Europeo, el belga Herman Van Rompuy, ha convocado una nueva cumbre el próximo 16 de julio en la que se decidirán los demás altos cargos tras el nombramiento de Juncker, que tiene que ser aprobado por mayoría en la Eurocámara. Van Rompuy ha decidido que tanto la presidencia del Consejo como el cargo de alto representante para la política exterior se elegirán por consenso: vuelve la unanimidad —y por lo tanto la capacidad de veto— después del experimento con Juncker, en el que bastó la mayoría cualificada (con dos votos en contra: Reino Unido y Hungría). Hay un tercer cargo en el alero: la presidencia permanente del Eurogrupo, a la que opta el español Luis de Guindos. “Ese cargo aún no es definitivo, pero cada vez está más cerca”, según las fuentes consultadas.

Los altos cargos dependen del juego de equilibrios políticos y regionales

Van Rompuy tendrá que hacer encaje de bolillos para evitar que el trasiego de sillas suponga un nuevo revés en Londres. De momento, en las quinielas suenan para el Consejo la danesa Helle Thorning-Schmidt y el holandés Mark Rutte, además del italiano Enrico Letta; los dos primeros nombres serían del agrado del Reino Unido, que tiene buenas relaciones con los nórdicos y con Holanda. Para suceder a la baronesa Catherine Ashton como alta representante están bien colocados la italiana Federica Mogherini y el polaco Radoslaw Sikorski, aunque un reciente escándalo de escuchas telefónicas prácticamente descarta a este último, más aún después de haber despreciado a Cameron en esa filtración.

Para el Eurogrupo, además de Guindos, podrían tener opciones el francés Pierre Moscovici o incluso, peor colocado, el finlandés Olli Rehn. “Para esos tres puestos hay que buscar equilibrios entre hombres y mujeres, entre Norte y Sur, entre populares y socialdemócratas y, finalmente, entre países del euro y países que no comparten la moneda única”, explicó la citada alta fuente europea bajo estricta condición de anonimato.

Juncker supone un antes y un después en las relaciones del Reino Unido y Europa, pero las consecuencias de la cumbre van más allá de la derrota británica. La canciller Angela Merkel frenó el intento del primer ministro italiano, Matteo Renzi, de relajar la aplicación del Pacto de Estabilidad. Berlín logró que los líderes europeos respalden la validez de las reglas presupuestarias. Renzi exigía una flexibilización de la normativa para apoyar a Juncker, pero finalmente se contentó con la promesa de una aplicación más suave, que permitirá a varios países disponer de prórrogas para rebajar el déficit. Además, la Comisión permitirá un tratamiento más laxo de las inversiones a los países con agujeros fiscales inferiores al 3% del PIB, siempre que apliquen reformas estructurales. “Nadie pidió en la cumbre una modificación de las reglas. El debate se centró en hacer todo lo posible por dar flexibilidad dentro de las reglas actuales”, explicaron fuentes del Consejo Europeo.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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