Sin compasión con el ex ‘rais’ Morsi
El expresidente islamista, juzgado en cuatro procesos, es el gran ausente en las elecciones
Mientras un sonriente Abdel Fatah al Sisi votaba el lunes en un colegio electoral del acaudalado barrio cairota de Heliópolis, Mohamed Morsi, el rais al que depuso casi un año antes, languidece en la prisión de Burj al-Arab, cerca de la ciudad de Alejandría. El político islamista, el primer presidente de Egipto electo en las urnas, está siendo juzgado en cuatro procesos diferentes y es el gran ausente de unos comicios destinados a escoger —o mejor dicho, ratificar— a su sucesor.
Con el paso de los meses, y el declive del movimiento que solicita su restitución como presidente legítimo del país, la figura de Morsi ha ido situándose en un segundo plano en los medios de comunicación egipcios. Convertido su movimiento político, los Hermanos Musulmanes, en el enemigo público del Estado, cuesta ver la efigie de Morsi en las calles de El Cairo. Tan solo en algunos suburbios se conserva algún cartel electoral descolorido de la contienda presidencial del 2012.
“El presidente Morsi se encuentra bien de salud, y mantiene la moral alta. Confía en que la ciudadanía acabará derrotando el golpe de Estado”, explica a EL PAIS Mohamed Tossan, miembro del equipo de abogados que defiende al ex presidente. “Nos tienen prohibido visitarle en la cárcel. Tampoco su familia puede hacerlo, lo que contraviene la ley. Pero sí hemos podido hablar con él durante los diversos juicios a las que está sometido”, añade el letrado.
En concreto, hay actualmente cuatro juicios abiertos contra Morsi: por incitar al asesinato de sus detractores que se manifestaban frente al palacio de Ittihadia; por conspirar con milicias extranjeras para asaltar la cárcel en la que estaba recluido durante la Revolución; por espionaje al haber transmitido secretos de Estado a entidades extranjeras; y por fraude e insultar a la judicatura. En sus comparecencias en los diversos procesos, el líder islamista ha mantenido una actitud desafiante, interrumpiendo a menudo las sesiones, lo que llevó a las autoridades a insonorizar la jaula de los acusados recubriéndola con superficie de cristal.
“No reconocemos la legitimidad de estos tribunales. De acuerdo con la Constitución, el presidente solo puede ser juzgado por un tribunal ad hoc”, sostiene Tossan, reiterando la estrategia de los abogados defensores, que consideran que los cargos contra Morsi son de naturaleza política. El resto de la cúpula de la Hermandad se enfrenta también a una retahíla de juicios bajo unas acusaciones parecidas.
El único de los procesos judiciales que implicaba a varios líderes de la cofradía y ya concluyó es el conocido como “macrojuicio de Minia”. En una condena que asombró al mundo entero, un juez condenó a la pena de muerte a 639 personas por el asesinato de un oficial de policía, entre ellas, Mohamed Badie, Guía Supremo de los Hermanos Musulmanes, y Mohamed Saad Katatny, presidente del brazo político de la cofradía y ex presidente del Parlamento.
Un juez condenó a la pena de muerte a 639 personas por el asesinato de un oficial de policía, entre ellas, Mohamed Badie, Guía Supremo de los Hermanos Musulmanes
“Con la elección del nuevo presidente, se acabará la ilusión de algunos sobre un posible retorno de Morsi”, afirma Mahmud Khalaf, un influyente general retirado que ha participado en varios actos de la campaña de al Sisi. La decisión estratégica de abandonar la petición de restaurar a Morsi en la presidencia del país hace meses que divide a los cuadros de la Coalición Nacional en Defensa de la Legitimidad, una plataforma que incluye a los Hermanos Musulmanes así como a una constelación de pequeñas formaciones islamistas.
En diversas ocasiones, representantes de la coalición han asegurado que su demanda central a las autoridades es que Egipto recupere la senda democrática, restando importancia a un hipotético retorno de Morsi al palacio presidencial de Ittihadiya. Con este gesto, pretenden ampliar su base de apoyo con aquellos ciudadanos críticos con el gobierno del raïs islamista pero temerosos de la implantación de un Estado policial. Sin embargo, este tipo de declaraciones han sido matizadas luego por los guardianes de la ortodoxia, que han insistido en que la restitución de Morsi es una condición irrenunciable.
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