Un bloque frágil y heterogéneo
La convivencia de los partidos euroescépticos en un único grupo en la Eurocámara se adivina complicada debido a las diferencias en sus posiciones
Es cierto que las fuerzas euroescépticas concurren a estas elecciones con más fuerza que nunca, pero es igual de cierto que los exitosos populismos componen un grupo de formaciones muy diverso y en ocasiones incluso contradictorio, imposible de meter en el mismo saco. La futura convivencia de esta amalgama de ideas y de egos en una plataforma en la Eurocámara se adivina complicada.
Poco tiene que ver por ejemplo el británico y fervientemente antieuropeo UKIP con el antigitano húngaro Jobbik. O la euroescéptica Alternativa para Alemania con el neonazi Aurora Dorada griega o el populismo italiano del Movimiento Cinco Estrellas. Comparten el escepticismo que profesan hacia Bruselas, el deseo de devolver soberanía a los Estados miembros y de ser capaces de decidir por sí mismos su política fiscal, monetaria o de inmigración. Se sienten víctimas de una clase política que dicen que les excluye y declaran la guerra a la corrección política de Bruselas, pero poco más.
"Los del Este son partidos salidos de un museo", opina un politólogo
El éxito de algunos de estos partidos, de los que se calcula que lograrán un cuarto de los escaños en la Eurocámara, radica en la potente personalidad de algunos de sus líderes. Esa fortaleza puede convertirse también en su debilidad. Sonados han sido los recientes choques a insulto limpio entre Marine Le Pen, la rutilante líder del Frente Nacional francés y Nigel Farage, líder del UKIP. Los choques francobritánicos son solo un ejemplo del riesgo de fricción que persigue a estos políticos acostumbrados a nadar contracorriente y a embestir sin miramientos.
Un grupo reducido de estos partidos, los más afines entre sí y todos de la extrema derecha, se han propuesto formar un grupo en la Eurocámara. No es la primera intentona. En 2007, la extrema derecha puso en pie Identidad, Tradición y Soberanía, un grupo parlamentario que duró apenas diez meses antes de que las pasiones nacionalistas provocaran su implosión. Philip Claeys, eurodiputado del belga Vlaams Belang cree que esta vez es diferente. “Estamos mejor preparados. Llevamos año y medio trabajando. Tenemos diferencias, pero lo que nos une es mucho más que lo que nos separa”.
El UKIP británico y el Jobbik húngaro no tienen nada que ver entre sí
“Esta vez pueden triunfar, pero los partidos del Oeste de Europa deben excluir de este grupo a los del centro y del este, como Jobbik (Hungría), Ataka (Bulgaria) o Gran Rumanía. Son partidos salidos del museo de principios del siglo XX, son derechas sin reformar, ultranacionalistas, con intereses irreconciliables”, piensa Anton Pelinka, catedrático de ciencia política y especialista en nacionalismos europeos de la Universidad Centroeuropea de Budapest. Las relaciones de estos partidos con Israel son uno de los principales puntos de fricción. El holandés Geert Wilders, por ejemplo, profesa una fuerte admiración hacia Israel, mientras sus colegas de países del Este destilan un antisemitismo de difícil digestión entre el electorado occidental.
Florian Hartleb, coautor de un exhaustivo estudio sobre los populismos de derechas en Europa, apunta otra gran diferencia. “Mientras para los partidos del oeste el gran enemigo es el islam, en el este, minorías como la que forman los gitanos son el gran objetivo. El grado de radicalismo de estos grupos varía mucho”, explica este experto del centro Wilfried Martens de estudios europeos. Conscientes de sus diferencias, los euroescépticos más afines trabajan en un programa de mínimos con el que aspiran a poner patas arriba las instituciones europeas que desprecian, pero que también les financian.
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