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Francia: un premio de consolación

Visiones del Parlamento Europeo desde seis países: los franceses lo observan desde una cultura más presidencial

Imagen de Arnaud Danjean, candidato de la UMP a las elecciones europeas
Imagen de Arnaud Danjean, candidato de la UMP a las elecciones europeasPietro Naj-Oleari

Arnaud Danjean, candidato de la UMP a las elecciones europeas, no olvida jamás la pluma cuando recorre la región del Este, en la que su partido le ha colocado como número dos. De un solo trazo, el diputado saliente dibuja un triángulo y luego escribe, en cada uno de los tres ángulos: "Aquí, la Comisión Europea, que propone pero no decide", "aquí el Consejo, que co-decide", y "aquí, el Parlamento Europeo, que también co-decide". En general, este instante pedagógico es algo que la gente agradece, pero no es suficiente para romper el hielo. "Los electores nos reprochan que somos ovnis, pero ¿qué vamos a hacer?", se lamenta este cuarentón que, elegido por primera vez en 2009, confiesa su impotencia: "De lunes a jueves a mediodía, estoy en Estrasburgo o en Bruselas", explica, "no me queda más que el viernes para recorrer mi circunscripción, que tiene el tamaño de cinco regiones francesas".

La distancia creada entre los votantes franceses y el Parlamento Europeo no es de ahora: desde 1979, fecha de los primeros comicios europeos, el índice de abstención no ha dejado de aumentar; en 30 años ha pasado del 39,3% al 59,5%. Y no hay nada que garantice que el porcentaje de 2009 no se va a ver rebasado el 25 de mayo. Los resultados del último sondeo llevado a cabo por el instituto TNS Opinion en junio de 2013 son inquietantes: en la actualidad, son minoría (40%) los franceses que piensan que "su voz cuenta en la Unión Europea" (17 puntos menos en un año), el 64% declara "falta de interés por las políticas europeas" (13 puntos más en un seis meses) y el 48% dice estar "insatisfecho con el funcionamiento de la democracia en la Unión Europea" (8 puntos más en seis meses). Se dan todos los ingredientes para que la crisis de desconfianza se agrave.

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Los partidos tienen su parte de responsabilidad, porque se han acostumbrado a utilizar las elecciones europeas como un premio de consolación para diputados derrotados, ministros destituidos, amigos a los que recompensar e incluso amantes a las que contentar. Las elecciones de 2014 confirman la regla. En la UMP, tres de ocho cabezas de lista se han reservado para antiguos ministros que han perdido todos sus cargos: Michèle Alliot-Marie, Renaud Muselier y Nadine Morano. La cuarta se le ha dado a Jérôme Lavrilleux, íntimo del presidente del partido, UMP, Jean-François Copé. Los cuatro son neófitos en el escenario europeo. El Partido Socialista, por su parte, ha cambiado en el último minuto al cabeza de lista en Ile-de-France por motivos estrictamente internos: necesitaba apartar a toda prisa a Harlem Désir de la dirección del partido porque era la encarnación del desastre en las elecciones municipales de marzo. No obstante, algo se ha avanzado: entre los centristas y los ecologistas, por ejemplo, la mayoría de los candidatos repiten y, aunque los eurodiputados franceses siguen teniendo la mala fama de ser mucho menos asiduos y serios que sus colegas alemanes, existen algunos muy profesionales cuyo nombre aparece con regularidad entre los mejores. Por ejemplo, los cabezas de lista de la UMP y el PS en Ile-de-France, Alain Lamassoure y Pervenche Bérès, que, durante la campaña, van a poder explicar qué es lo que hacen en el Parlamento Europeo. Ambos aspiran a desempeñar su quinto mandato.

Ahora bien, un solo mes para hacer pedagogía es poco. Una vez elegidos o reelegidos, los eurodiputados desaparecen del terreno nacional. En Estrasburgo y Bruselas se familiarizan con las reglas de la democracia parlamentaria europea, que les resultan completamente ajenas a sus colegas nacionales. "Para los políticos nacionales, nosotros somos espantosamente aburridos, unos técnicos sin espíritu", afirma Arnaud Granjean, que destaca el contraste entre la tremenda presidencialización de la política nacional francesa, en la que dominan "la lucha de poder y la bronca", y el escenario europeo, que "solo funciona a base de compromisos". Es como si hubiera dos sistemas políticos que coexisten pero no se comprenden; "Francia es la última monarquía europea, y por eso tiene tan mala relación con Europa", subraya Alain Lamassoure. "El resultado es que no logramos otorgar un valor europeo añadido a nuestras batallas nacionales", lamenta Pervenche Bérès.

El eurodiputado Michel Dantin ha estado a punto de experimentarlo en carne propia. Este diputado de la UMP, pese a haber tenido una gran participación en la política agraria común, que es un asunto fundamental para Francia, no iba a ser el candidato designado por su partido, poco enterado del trabajo que lleva a cabo. Ha hecho falta que europeos de todas las tendencias se movilizaran para que pudiera conservar su escaño. Como si Europa no fuera más que un tema para especialistas, que se entienden entre ellos.

Traducción: María Luisa Rodríguez.

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