Putin: regreso al pasado
La intervención de Putin en Crimea acumula rasgos comunes con la estrategia expansionista de Hitler en los años treinta
Cuando a principios de marzo Hillary Clinton hizo notar que la intervención de Putin en Crimea recordaba la estrategia expansionista de Hitler en los años 30, se ganó buen número de críticas. Evidentemente, el recurso a Hitler parecía demagógico, las situaciones eran muy diferentes, etc. No obstante, si por encima de la distancia histórica atendemos al análisis del procedimiento, los rasgos comunes se acumulan —justificación de la violencia por la protección de ciudadanos e intereses soviéticos, desprecio del Derecho internacional, voluntad anexionista—, con la variante esencial de que los antecedentes del irredentismo de Putin se encuentran en la historia soviética.
Concretamente, a) en la concepción de un espacio político, la exURSS, que ha de estar sometido directa o indirectamente a la dominación de Moscú: el “círculo próximo” de que hablara hacia 1992 el neodemócrata Ambarzumov; b) en el recurso al nacionalismo granruso —que dijera Lenin— como factor de cohesión interno, y c) por fin en la táctica de impulsar el propio dominio mediante la convergencia de movilizaciones de minorías comunistas —hoy rusas— en el país a dominar, cuya acción insurreccional legitima la intervención armada, bien por tropas regulares (Georgia), bien por un ejército ruso enmascarado (Crimea), o por ambas cosas juntas, como ahora puede suceder.
La concesión masiva de pasaportes rusos a los grupos rusófonos o afines, para presentar así la invasión como pedida protectora de sus ciudadanos, ya experimentada con éxito en Osetia del Sur, se repite en Ucrania. De ahí la alarma de Hillary Clinton: también los sudetes eran de lengua alemana, pero eso no justificaba mutilar Checoslovaquia. Por eso conviene desconfiar de las declaraciones de Putin. Él mismo lo explicó: el fin de la URSS fue la gran catástrofe del siglo XX. ¿Por qué no reconstruirla en la medida de lo posible, a favor de debilidades ajenas? Pudo verse en 2008: la intervención en Osetia era una cosa, bombardear e invadir Georgia, otra. Ahora el juego es claro: siendo imposible tutelar Ucrania, toca su desmantelamiento.
“La defensa del socialismo es el deber internacionalista supremo” dijo Brezhnev (Suslov) para justificar la invasión de Praga en 1968. Y antes hubo Hungría en 1956. Pero en vez de “socialismo” se trataba ante todo del espacio conquistado en 1945, explicó pronto Brezhnev. Era una idea de Stalin, hoy viva: había que conservar el legado imperial zarista, aunque tantos rusos siguieran en la miseria. Para lograr ahora el regreso al 91, ¿qué mejor que reproducir el procedimiento ya patentado desde 1920-21 en el Cáucaso, para desde la subversión de minorías locales legitimar la intervención armada? Los grupos armados, minoritarios aunque pertenezcan a la mayoría étnica, se presentan por Moscú como expresión de toda la sociedad. Ay de quién les toque. Lo importante es que el orden (ruso) reine en Ucrania.
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