Calculadora para catástrofes
Un español asesora a Primark, primera firma que paga a las víctimas del derrumbe de Bangladesh
Javier Chércoles es un alto ejecutivo. Su perfil en Linkedin ocupa tres folios en inglés en los que no faltan Inditex, PwC o Esade. El primer contacto para su último empleo lo consiguió por intermediación de Covadonga O‘Shea, periodista y cuñada del banquero Emilio Botín. O‘Shea es de origen irlandés, como Primark, la multinacional para la que el español trabaja como “asesor para crisis” (crisis advisor). El apagafuegos profesional, que se ha instalado en Bangladesh, por las mañanas calcula “lo que vale la vida de un trabajador fallecido o la discapacidad de una herida”; por las tardes, da clases en el Instituto de Gestión de Desastres de la Universidad de Dhaka, y por las noches, pone puntos o escayolas como voluntario con las monjas de la Madre Teresa.
Primark empezó a finales de marzo a pagar las compensaciones a las víctimas del derrumbe del Rana Plaza, hace casi un año, una de las mayores catástrofes industriales de la historia. Sus 1.134 muertos y 2.500 heridos supusieron un calambrazo a los voraces compradores de moda de consumo rápido y al sector textil. Otras empresas, incluidas El Corte Inglés, Mango e Inditex, se han unido para indemnizar colectivamente al resto de damnificados con un fondo común que no ha recaudado aún lo necesario. Por ello, tienen previsto dar un adelanto en breve.
Dos tragedias han marcado la vida del madrileño Chércoles (aunque nacido en Caracas en 1964). Ambas ocurrieron en Bangladesh la década pasada, coincidiendo con su etapa de director de Responsabilidad Social Corporativa de Inditex. Una noche de abril de 2005 el desplome de una fábrica mató a 64 personas e hirió a 80 que cosían para la multinacional gallega, suceso que le llevó a conocer a Neil Kearney, líder del sindicato mundial ITGLWF. Cuando unos días después del desastre de Spectrum —el nombre del taller— se conocieron, acusó a Inditex de ser un “mercader de la muerte”. Aquellas palabras marcaron al ejecutivo. Y forjaron una peculiar alianza que les llevó por infinidad de factorías de países en desarrollo hasta que Kearney murió fulminado por un infarto a los 59 años. Chércoles se ocupó de repatriar el cadáver.
Las exportaciones textiles de Bangladesh a Europa y Estados Unidos suponen 15.000 millones de euros anuales. Es el segundo mayor fabricante textil tras China
Ambos estaban de acuerdo en que había que indemnizar a los damnificados del taller Spectrum. Pero no había método a seguir. El español había descubierto años antes que las víctimas de Bophal (una fuga tóxica de la compañía estadounidense Union Carbide que mató en 1984 a miles de personas en India) no fueron indemnizados porque, como cuenta que le dijo Kofi Annan, "no hay método de calcularlas ni intención política (de pagarlas)". El sindicalista y el alto ejecutivo promovieron la firma del primer acuerdo por el que una multinacional textil, Inditex, se comprometía a respetar la legislación laboral internacional en toda su cadena de producción. Juntos diseñaron un sistema de indemnizaciones para Spectrum.
Isidor Boix, del sindicato CC OO, le recuerda como "alguien dinámico, con empuje, que cree en lo que hace”. Otra persona que negoció con él en aquellos años y que pide quedar en el anonimato explica: “Es bueno en su papel de ejecutivo. Supongo que lo que vio en Bangladesh le tocó, pero su prioridad no son los intereses de los trabajadores, sino los de su empresa".
El tiento con el que las multinacionales y las autoridades sopesan cada paso refleja bien que lo que está en juego aquí, al margen de la tragedia, es un inmenso negocio. Las exportaciones textiles de Bangladesh a Europa y Estados Unidos suponen 15.000 millones de euros anuales. Es el segundo mayor fabricante textil tras China. La tragedia se ha traducido en que el magro salario mínimo ha subido un 66% (de 30 a 50 euros), los impedimentos para sindicarse han disminuido y 150 empresas se han comprometido a someter sus talleres a unas inspecciones técnicas comunes.
Primark ha ido por libre tras el colapso del Rana Plaza. Fue de las primeras en admitir que se surtía de allí, de un taller de la segunda planta, y ha sido la primera en empezar a indemnizar. Todas las compensaciones se calculan en función del mismo sistema, pero Primark paga directamente a los 580 que trabajaban para ella. Suman 6,5 millones de euros. “El fondo de Primark supone la asunción de una responsabilidad moral, es un ejercicio de corresponsabilidad hacia los trabajadores. El fondo de las empresas, en cambio, es un fondo de mínimos, de caridad”, asegura Chércoles que no obstante recalca la trascendencia de la iniciativa concertada. “Nuestro planteamiento no es egoísta. Es una invitación a que otras corporaciones se unan. Yo pago a los míos, tú paga a los tuyos”, insiste.
Un fondo pionero pero aún escaso
Los damnificados del desastre del Rana Plaza (parientes de los 1.134 fallecidos y los 2.500 heridos) van a ser indemnizados mediante un fondo que es único e inédito, según recalca la Organización Internacional del Trabajo (OIT), aunque la empresa Primark pague a sus trabajadores y el resto de firmas responda colectivamente.
Por primera vez, la OIT, las marcas, un Gobierno (el de Bangladesh), la patronal, los sindicatos y las ONG “han pactado pagos para compensar las pérdidas (de ingresos) y las necesidades (médicas) generadas por un desastre industrial”, explica Janelle Diller, de la OIT.
El problema es que requieren 29 millones de euros para los 3.600 damnificados (incluidos los 580 de Primark) y por ahora solo tienen 2,3 millones, más compromisos por otros 2,7 millones. Son casi cinco millones donados —voluntariamente, sin contrapartida legal alguna— por 13 firmas, incluidas El Corte Inglés, Mango e Inditex o Walmart. No todas fabricaban en aquel momento en el Rana Plaza. En función del salario, edad, grado de discapacidad..., a una víctima le puede corresponder cinco veces, detalla la OIT. La media serían 8.060 euros.
Como falta dinero, pagarán un adelanto de 474 euros antes del primer aniversario, el 24 de abril, e irán haciendo nuevos pagos a medida que las firmas incrementen los fondos. “El sistema está montado, el problema ahora es que se consiga el dinero que se necesita”, recalca Eva Kreisler, de la campaña internacional Ropa Limpia.
Poner de acuerdo a partes con intereses tan dispares ha sido arduo. “Esperamos que este acuerdo siente las bases para gestionar de manera más igualitaria, transparente y colaborativa este tipo de demandas (de indemnización) en el futuro”, afirma la representante de la OIT, que recuerda que casos previos “están todavía en los tribunales”.
Josep Maria Galí, profesor de Dirección de Marketing en Esade, es escéptico. Opina que los pagos “son una manera de lavarse la cara ante una tragedia”. Sostiene que no aborda la clave: “La presión de precios es tan brutal que pierden en control de la cadena de producción” y, más fundamental, “este modelo de industria textil es insostenible en sí”.
Durante una década Inditex fue la compañía de este alto ejecutivo al que las ONG le irritan y que defiende los sindicatos. Pero en 2010 la abandonó “con tristeza”, explica, sin precisar si por voluntad propia o invitado. Tampoco confirma que cobrara 1,57 millones de indemnización que le atribuye El Confidencial. Y se recluyó en un monasterio para “reformatearse”. Dedicó los seis meses en Silos a recoger las mesas del comedor y a convertir su experiencia sobre Spectrum en una tesis doctoral. Escrita en inglés, el director de su tesis, Alfred Vernis, de Esade, destaca que hace una llamada a las multinacionales que trabajan en países en desarrollo a “abordar estos desastres teniendo en cuenta aspectos no estrictamente económicos”.
Chércoles explica con pasión que existen factores cruciales a tener en cuenta en el pago de indemnizaciones en un país como Bangladesh para que el dinero no acabe en manos de terceros o ponga en riesgo a quien lo recibe. Y para eso, recalca, hay que contemplar factores sociales, culturales o religiosos; imprescindibles para asegurarse, por ejemplo, de que las viudas —muy vulnerables— pueden disponer del dinero que les corresponde. También insiste en que usa herramientas de países ricos para evaluar los accidentes laborales en países pobres: evalúa las lesiones con el baremo español de accidentes de tráfico y las discapacidades, con el del Imserso.
Su deseo es que las multinacionales contraten seguros privados de accidentes para los trabajadores que les proveen desde países subdesarrollados. Destaca que el sistema de pólizas que ha diseñado “pone valor a algo que no lo tenía”: a la vida de esa costurera, a sus huérfanos, a su brazo o a sus piernas.
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