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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Vasallos

La Europa que nos plantea Vladímir Putin es: siervos dentro, vasallos fuera

Soldados rusos se preparan para descargar un tanque en una base cercana a Simferópol.
Soldados rusos se preparan para descargar un tanque en una base cercana a Simferópol.O. M. (AFP)

Hay algo común a todos los imperios: considerar a sus vecinos como vasallos, nunca como iguales. De ahí que sus relaciones con ellos partan del supuesto de la soberanía limitada: el imperio tiene soberanía completa pero no así sus vecinos ¿Dónde acaba la soberanía del vasallo? Donde empiezan, uno, los superiores intereses estratégicos de la metrópoli, que permiten considerar nulo de pleno derecho cualquier acuerdo anterior que contradiga estos intereses y, dos, donde la soberanía del vasallo entra en conflicto con la responsabilidad especial que el imperio tiene de proteger a aquellos súbditos suyos que viven en los estados vecinos.

Es lo que hemos visto este mes pasado con la anexión de Crimea. Rusia, con la excusa de sus intereses estratégicos y la necesidad de proteger a la población rusa, ha violado los acuerdos de Helsinki de 1975 sobre el respeto a la integridad territorial de los estados y el llamado Memorándum de Budapest de 1994 en el que, a cambio de que Ucrania renunciara al arsenal nuclear heredado de la extinta Unión Soviética, Moscú se comprometía a preservar su integridad territorial (nótese el escalofriante mensaje que se pasa a Irán y a Corea del Norte: renuncia a las armas nucleares y te invadiremos).

Y es también lo que estamos observando estos días en las propuestas de Moscú respecto al futuro de Ucrania. Cejaremos en la presión económica, política y militar sobre Ucrania, dice Moscú, si el gobierno de Kiev se aviene a aceptar dos condiciones. Una primera, la neutralización, es decir, que Ucrania no podrá ser parte de la OTAN ni de ninguna otra organización de seguridad de la que Rusia no sea también miembro. La segunda, la federalización de Ucrania, de tal manera que los intereses de la minoría rusa se acomoden dentro de la Constitución de Ucrania en términos que satisfagan a Moscú. Combinadas, las dos propuestas suponen restaurar la doctrina de la soberanía limitada que durante tantos años practicó la extinta Unión Soviética. Promulgada en 1968 y conocida como Doctrina Brezhnev, reservaba para Moscú el derecho a intervenir militarmente en cualquier país de su lado del Telón de Acero en el que las reformas políticas amenazaran con cambiar la orientación del país hacia el Occidente capitalista.

El mensaje que transmiten los más de 40.000 soldados rusos estacionados en la frontera con Ucrania es cristalino. Por un lado, Ucrania no podrá girar hacia el Oeste ni buscar cobijo allí. Desconocemos si esa limitación incluye la adhesión a la Unión Europea, pero viendo que Moscú interpretó la oferta de un acuerdo comercial a Ucrania como un desafío geopolítico de primer orden, así lo parece. Por otro, tampoco es libre para gestionar su diversidad étnica de acuerdo con los estándares que fija el Consejo de Europa o la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE), sino con los criterios que Moscú considere adecuados. Los vasallos no son libres de decidir. Es la Europa que nos plantea Putin: siervos dentro, vasallos fuera.

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